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Radicales de ayer, de hoy y de siempre

La temida convención nacional de la UCR pasó sin dejar secuelas graves, solo la autopromesa de ponerle condiciones al Presidente

30 de mayo, 2019 - 12:19

En menos de una semana los acontecimientos políticos de la Argentina suelen pasar rápidamente a segundo plano tapados por otros. Pero algunos de ellos siguen teniendo trascendencias por sus efectos y no tanto por la espectacularidad del momento.

Uno de ellos será sin duda, desde aquí, hasta la definición de frentes y candidaturas, los efectos de la Convención Nacional del radicalismo, que, si bien decidió por mayoría no separarse de la coalición Cambiemos, ha juntado poder político como para presentarle cuestionamientos y hasta se podría algunas condiciones.

La integración de la fórmula es en realidad un tema secundario, a pesar de las insistentes preguntas de la prensa porteña lo que quieren los más representativos dirigentes del radicalismo es “desderechizar” a Cambiemos, despejar algo la impronta CEO del partido amarillo que si supo administrar bien sus empresas, no pasó lo mismo con la gestión del Estado.

Desde la misma tarde noche del domingo ya se aseguraba sin usar el modo potencial que los números para aprobar la continuidad ya están asegurados. Solo quedaban en honrosa minoría, Ricardo Alfonsín, Federico Storani, Juan Manuel Casella y, entre otros, Jorge Seppia –presidente de la Convención– quien a pesar de ser uno de los que quería abandonar el barco macrista, tuvo una impecable labor al frente de la magna asamblea de los radicales.

Ninguno de los nombrados participó del debate, sin embargo hubo muchos delegados que con tonos airados y hasta furiosos denostaron al macrismo y a las autoridades partidarias que decidieron ir como furgón de cola de Cambiemos.

Los argumentos en este sentido fueron muy sólidos, hasta el punto que en los comentarios después del final algunos de los dirigentes acuerdistas reconocieron que en verdad tenían razón de ser así. Sobre todo comparados con los discursos de los defensores de la alianza que se inclinaban más al pragmatismo y a la conveniencia de seguir en el mismo carro.

Esa disputa puede decirse que se dirimió casi en tono geográfico, pues fueron los delegados de Santa Fe, Entre Ríos y Córdoba generalmente provenientes de las clases medias de la ciudades de provincia, los ruralistas y pequeños y medianos empresarios quienes han sufrido los embates más dañinos del ajuste. Los que votaron para aventar una continuidad del kirchnerismo que se iba tornando cada vez más autoritario y con continuos desaguisados en la gestión económica.

En ese bloque no estuvieron ausentes los sólidos argumentos doctrinarios, pero notablemente esgrimidos por añosos dirigentes que siempre se han sentido parte de la tradición socialdemócrata del partido de la boina blanca.

A grandes rasgos, frente a ese sector su paró la numerosa delegación de la provincia de Buenos Aires, cuya convención provincial ya había avalado la pertenencia a Cambiemos y el apoyo a la candidatura de Mauricio Macri a la reelección. Es decir que está demostrado que los rebeldes bonaerenses (Ricardo Alfonsín y los suyos) no lograron hacer pie en un distrito que siempre fue proclive a planteos duros contra la conducción nacional partidaria.

Los argumentos para quedarse en Cambiemos fueron, en general, poco contundentes pero mayoritarios en el momento de la votación. 

Llamó la atención que los representantes de la Juventud Radical y de Franja Morada fueron bastante blandos en la crítica hacia el sesgo ajustados y neoliberal tan mentado en las alocuciones a la vez que no plantearon en ningún momento la separación.

Los delegados de las provincias del norte gobernadas por el peronismo y las patagónicas también se mostraron adeptos a la alianza oficialista, con lo que el fuego inicial de la posición separatista se fue apagando.

Y sin que figurara en el orden del día, habló el presidente del comité nacional, Alfredo Cornejo, en uno de los momentos más calientes de la convención, pues mientras se expresaban los más duros críticos de la coalición y del macrismo y desde el fondo de inmenso predio del Parque Norte un grupo de neto corte piquetero, insultaba a cuanto convencional se subiera al atril a exponer.

El Gobernador mendocino alzó la voz y les enrostró a los desafiantes la mística del lugar (allí Raúl Alfonsín dio un célebre discurso doctrinario en los difíciles años del inicio de la democracia), subió la intensidad de las críticas al macrismo y, sin sugerir que el Presidente debía bajarse la candidatura oficialista, emitió una suerte de ultimátum en el que se exigía la participación radical de las decisiones después de casi cuatro años de ninguneo

Buscando erigirse en un nuevo líder partidario, buscaba colocar al radicalismo en un posición realmente protagónica y que no se agote en la utilización de la territorialidad en beneficio de las listas electorales.

En ningún momento refutó con dureza los discursos más duros, mas bien se subió a esa energía dialéctica y la aprovechó para sumar fuerzas.

En tanto en los pasillos del recinto los aparentemente “moderados” reconocían la contundencia de la razones para irse y seguidamente se preguntaban “a dónde vamos y qué hacemos”. En su fuero interno muchos se autojustificaban pensando en que la verdadera macana se cometió en Gualeguaychú.

Los protagonistas de aquella convención no aparecieron. Ernesto Sanz se mantuvo fuera del alcance de los periodistas, Julio Cobos concedió una entrevista pero solo expresó las generalidades ya dichas por muchos dirigentes y a Ricardo Alfonsín se lo vio antes del inicio saludando a algunos correligionarios y en un momento de lo vio salir del predio acompañado con algún operador del oficialismo partidario. 

Por su parte, Federico Storani, quien en Gualeguaychú fue fervoroso defensor de la alianza con el PRO y ahora pugna por la separación, fue detectado por un grupo de periodistas y después no tuvo mayores apariciones.

También se lo vio a Rafael Pascual, ex hombre de De la Rúa, y que en Entre Ríos fue el vocero de la propuesta cobista de abrirse también al massismo, andaba entre los convencionales buscando respaldo para el documento final.

Cuando se debió votar la decisión la prolijidad democrática de la UCR flaqueó, se hizo a mano alzada con lo que no se pudo cuantificar la diferencia con exactitud.

En el eje duro, principista y doctrinario, solo parecían abrevar dos dirigentes mendocinos que expresaron que “no nos van a llevar de la nariz”: Fernando Armagnague y Juan Carlos Rubio. Quizá dos de los pocos radicales que no dejan los principios para el final.