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Manuel Moreno, hermano de Mariano y defensor de la soberanía de Malvinas

El patriota desplegó su capacidad diplomática para llamar la atención sobre la legítima herencia del archipiélago

01 de abril, 2024 - 12:46

Es poco conocido que, durante el conflicto entre la entonces Confederación y el Reino Unido por las Islas Malvinas en 1833, el ministro de Relaciones Exteriores ante ese país era el doctor Manuel Moreno, hermano del recordado patriota doctor Mariano Moreno, una figura trascendental durante los hechos de mayo de 1810.

El otro Moreno

Manuel nació en la ciudad de Buenos Aires el 31 de enero de 1782 y fue bautizado con el nombre de Manuel Ignacio Moreno y Valle el 2 de febrero de ese mismo año en el templo de San Nicolás de Bari en la misma ciudad.

Sus padres fueron don Manuel Moreno y Argumosa (1744-1805) y Ana María Valle y Ramos (1759-1841), siendo el tercer hijo de los nueve que tuvo el matrimonio.

Se educó en el Real Colegio de San Carlos y se dice que lideró una sección en una compañía de milicias de la ciudad que resistió las invasiones británicas al Río de la Plata en 1806 y 1807.

Finalizada esta contienda, ocupó un cargo menor en el Consulado.

Un viaje con un triste desenlace

Cuando Mariano Moreno se convirtió en secretario de la Primera Junta Provisional, formada el 25 de mayo de 1810, Manuel se convirtió en su asistente.

En 1811 y luego de diferencias con algunos miembros, en especial con Cornelio Saavedra, Manuel acompañó a su hermano, que había sido enviado en misión diplomática a Londres, capital del Reino Unido.

Sin embargo, Mariano falleció durante el viaje –víctima presuntamente de envenenamiento provocado por sus enemigos políticos rioplatenses– y su cuerpo fue echado al mar.

Mientras tanto, Manuel Moreno llegó a Gran Bretaña y se estableció allí durante dos años donde, aprovechando su estadía, publicó un libro sobre la vida de su difunto hermano.

En 1812 regresó a Buenos Aires y fue convocado para ocupar el cargo de secretario del Segundo Triunvirato. Pero su participación no se limitó a los pasillos del poder; ya que durante las reuniones de la Asamblea del Año XIII defendió con pasión y convicción, a través de los medios de comunicación de la época, la esencia misma de la forma republicana de gobierno.

Debido a sus diferencias políticas con el poder de turno, fue expulsado en 1817 y se exilió a los Estados Unidos, donde se radicó por algunos años para estudiar medicina en la Universidad de Maryland en Baltimore, donde se doctoró.

Regreso y un nuevo cargo

Después de su regreso a las entonces Provincias Unidas del Río de la Plata, en 1821, Moreno optó por un camino diferente al que muchos esperaban.

Aunque estudió medicina, su verdadera pasión floreció en el mundo de la ciencia y la política. A pesar de nunca ejercer como médico, destacó como un científico brillante, explorando nuevas fronteras del conocimiento y contribuyendo al avance científico en el territorio rioplatense.

Además, continuó su labor como escritor y un año más tarde fue honrado con el cargo de director de la Biblioteca Nacional, en la que compartió su amor por la literatura.

Sin embargo, sus mayores logros se dieron en el ámbito político. Además de desempeñarse como diputado, Moreno ocupó el Ministerio de Gobierno para destacarse en la escena política. Durante la fugaz gobernación de Buenos Aires de Manuel Dorrego (1827-1828), fue nombrado ministro de Relaciones Exteriores, donde desplegó su habilidad diplomática con maestría.

Esta experiencia le valió el prestigioso nombramiento como encargado de negocios en Londres a principios de 1829, un papel que tres años después fue elevado a ministro plenipotenciario en la misma ciudad.

Así, se convirtió en el representante del gobierno de Buenos Aires durante el largo mandato de Juan Manuel de Rosas.

El conflicto de las Islas Malvinas

Durante los acontecimientos ocurridos en enero de 1833, con la invasión de fuerzas británicas en las Islas Malvinas, Manuel Moreno se encontró en una encrucijada en donde el escenario internacional se volvió tenso y desafiante.

Grabado que muestra las Malvinas en 1833, durante la ocupación inglesa.

Armado con su aguda perspicacia y su profundo conocimiento histórico, Moreno no dudó en alzar la voz en nombre de la soberanía sobre las islas.

El primer reclamo de Moreno se produjo el 24 de abril de ese año, cuando desde Londres le escribió al secretario de negocios británico en Buenos Aires, el irlandés Philip Yorke Gore, cuarto Conde de Arran (1802-1884), sobre los acontecimientos que se habían desarrollado en las islas.

El reclamo oficial del 17 de junio de 1833 ante el gobierno del Reino Unido fue más que una simple declaración; fue un compendio meticuloso de argumentos históricos y jurídicos destinados a respaldar los derechos de la entonces Confederación sobre las islas.

Respaldado por documentos y correspondencia de los archivos, Moreno desafió el argumento del secretario británico de Relaciones Exteriores, el vizconde Henry John Temple, más conocido como Lord Palmerston (1784-1865), y afirmó la legítima herencia sobre el archipiélago.

Lord Palmerston entones secretario de las Relaciones Exteriores del Reino Unido en 1833.

En 1838, el diplomático tenía instrucción de Rosas de insistir en el reclamo mientras exploraba discretamente una solución financiera con los británicos, poniendo a Moreno en una posición delicada.

Se encontraba navegando por aguas turbulentas, negociando con astucia y perspicacia, pero siempre con los intereses en mente.

Pero su compromiso no se detuvo ahí. En 1842, frente al nuevo secretario de Relaciones Exteriores del gobierno británico, lord George Hamilton-Gordon, conde de Aberdeen (1784-1860), Moreno volvió a la carga.

Lord George Hamilton-Gordon, conocido como conde de Aberdeen.

En un audaz movimiento estratégico, insistió con la posibilidad de intercambiar el reclamo de la Confederación sobre las Malvinas por la anulación de la deuda considerable con los banqueros londinenses.

Era un intento arriesgado, pero reflejaba la determinación de Moreno de defender los intereses argentinos en la arena internacional. A pesar de sus esfuerzos tenaces, la propuesta fue rechazada, y Argentina tuvo que enfrentar la realidad de retomar los pagos de la deuda con Baring Bros. en 1844.

Sin embargo, el desafío no terminó allí. El bloqueo del Río de la Plata y la intervención anglo-francesa agregaron un nuevo giro a la situación, poniendo a prueba la determinación y la habilidad diplomática de Moreno durante el tratado de 1849 que dio fin a la contienda anglo-francesa.

A lo largo de este tumultuoso período, Moreno demostró ser un defensor incansable de los intereses nacionales, luchando valientemente en el escenario internacional para salvaguardar la soberanía y los derechos de la entonces Confederación Argentina.

Regreso y ostracismo

Después de la trascendental batalla de Caseros, librada el 3 de febrero de 1852, donde las tropas del gobernador de Buenos Aires y ministro de Guerra y Relaciones Exteriores, brigadier Juan Manuel de Rosas, fueron vencidas y su gobierno derrocado, el doctor Manuel Ignacio Moreno tomó la decisión de renunciar a su cargo como ministro Plenipotenciario de Relaciones Exteriores.

Regresó desde Londres hacia Buenos Aires, donde optó por apartarse de la política para dedicarse a sus asuntos personales. Su legado diplomático y político llegó a su fin, y Moreno emprendió un nuevo rumbo en su vida.

Sin embargo, su contribución a la historia de Argentina no fue olvidada. Falleció en la Ciudad de Buenos Aires el 28 de diciembre de 1857, a la edad de 75 años.

Además de su notable carrera política, Moreno dejó un legado familiar al casarse en 1825 con Josefa Baldomera Rodríguez, consolidando así una parte importante de su vida fuera de la esfera pública.