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El sueño centenario del Villa Hipódromo

La institución barrial godoicruceña mantiene vivo el mandato de un club familiar.  Su sede y cantina cumplen un rol fundamental para su actividad de 100 años

22 de noviembre, 2018 - 19:36

En una de las mesas, una de las promesas de las inferiores del Tomba en los 70, conversa con el hermano del otrora goleador de Jorge Newbery. 

Nos saludamos y tras conversar un rato, uno de ellos me muestra el carnet de cuando era jugador. El ADN de su romance con el fóbal. El registro de su buena fe para llegar a Primera. El certificado de aquella ilusión.
Para todos pasa el tiempo, ya se sabe. Pero ese juego de citar jugadas y futbolistas, el ejercicio de recitar de memoria los nombres de cientos de futbolistas de todas las épocas es el volver a vivir, es la puesta en escena para tantas emociones ancladas en el alma.

Son varias las mesas que se llenan por noche en la sede del Social Villa Hipódromo. Justo este miércoles, faltaron los cracks de las bochas, pero en cambio está el inefable campeón de truco, don Eloy.
Con cierto parecido al legendario mago René Lavand, el Eloy cuenta, ayudado por la memoria de Javier, sobre partidas históricas en las que impuso su jerarquía merced a su picardía, ingenio y maestría en bolicherismo. 

Javier, uno de los más fervorosos militantes de la causa Villa Hipódromo, hace bromas con ellos. Todos lo conocen desde niño, cuando iba de la mano de sus viejos a alguno de esos eventos familiares con sabor a raviolada de domingo, como tantos pibes que mantienen viva la leyenda de esa institución . 

En la sede de calle Alvear, persisten los recuerdos vivos de carnavales con el Rey Palito y Leonardo Favio cantando sus éxitos de moda para todo el vecindario, el ilustre del barrio Daniel Riolobos o el rock del cercano oeste de Los Alfajores de la Pampa Seca y Tu Kalavera.

Desde aquel lejano agosto de 1918 en que desde la Francia, la Matienzo, la Zanzin, la Armani y demás calles del barrio venían chicas y chicos para fundar el sueño colectivo llamado Club Social y Deportivo Villa Hipódromo, el que hace poco se hizo Centenario.

Es apenas una secuencia de un miércoles al azar. Porque hay que decir que en la sede hay vida social todos los días y diariamente pasa mucha gente que hoy no vimos. Como los pibes del futsal, el orgullo que ostenta la nueva camada dirigencial, ese que se juega sobre la cancha situada sobre la Penny Lane godoicruceña, es decir, la Paso de los Andes. 

Es tanto el sentido de pertenencia, que el arquero de la primera no duda en venirse desde Las Heras en el bondi para entrenarse, en una actividad que es totalmente amateur. 

La felicidad no será un destino, pero claramente sí hay escalas felices. Y para los socios del CS y DVH, uno de esos cielos felices está bajo un parral, en la sencillez de una de aquellas mesas de bodegón. Entre sonidos y sabores populares.

Como aquel socio que fue suspendido por un mes y sentía que iba a morirse, sino respiraba el olor único de la arena de bochas o le faltaban los porotos de la canasta o tan solo el brindis con los amigos de siempre por los tiempos idos. 

Como muchos otros que desean vivir en la cotidianidad de alentar al equipo de local, en la solidaridad de una comunidad organizada, de levantar una pared como la vez del pos temblor y mantener el ejercicio romántico de recortar el diario para atesorar alguna notita que hable sobre el club. Y que viva la vida.