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La masacre que tuvo origen en la violencia de género

El asesinato de los policías en la siesta del viernes, tuvo origen en un caso de brutalidad machista.Otra vez, una sociedad reglamentada sobre principios éticos  patriarcales, se cobra a víctimas fatales sin distinción de sexo y edad.Alberto Petean Pocovi, antes de la masacre policial, acuchilló a su pareja y a su hijo

28 de mayo, 2018 - 16:33

Los procesos de cambio en materia de prevención de la violencia y cuidado de las mujeres avanzan en Mendoza, pero mucho más lento de lo que la realidad demanda.

Los peores crímenes de los últimos tiempos en nuestra provincia encuentran su génesis en cuadros de agresión contra nuestras hijas, madres y hermanas.

Sin necesidad de hacer mucha memoria, la semana pasada, la Justicia por mano propia se hizo presente luego de que varios hombres prendieran fuego a un sujeto, quien horas antes de morir le había propinado una fuerte golpiza a su esposa. 

Así, hablando de graves tragedias machistas que incluyen a múltiples víctimas inocentes, aparece el caso del triple homicidio en el barrio Trapiche (2016), en el que Daniel Salazar, un profesor de taekwondo, mató a toda una familia luego de discutir con su pareja. 

En este punto, vale la pena aclarar que en esta lista no estamos enumerando a mujeres que perdieron la vida a manos de un hombre, las cuales son muchísimas y todas murieron solo por no haber nacido con un pene, pero no vienen al caso del fenómeno que El Ciudadano intenta demostrar: la violencia machista, a la larga o a la corta, nos afecta a todos.

Lo cierto es que así como les tocó el viernes pasado en Luján de Cuyo a los policías, muchas veces, las víctimas de la brutalidad machista y la discriminación por género son los más chicos.

Lamentablemente, los menores son los primeros testigos presenciales de las agresiones y, muchas veces, pasan de ser espectadores a víctimas directas, como en el caso de Salazar.

Antes, a este tipo de crímenes se los mal catalogaba como “violencia doméstica” o lo que es peor “crímenes pasionales” y si bien hoy en día muchos periodistas aprendimos a no usar más este tipo de definiciones incorrectas, la verdad es que en Mendoza el gran avance es lingüístico y tiene muy poco de pragmático.

Si bien las últimas dos gestiones de gobierno pusieron énfasis en implementar políticas de protección para las víctimas del machismo, es evidente que todavía queda mucho por hacer en materia penal, preventiva y asistencial.

Si analizamos datos oficiales, la tasa de femicidios no baja, y a pesar de que la cantidad de denuncias aumenta, el número de condenas firmes contra ‘machos’ agresores no es significativo. Sin embargo, esto solo no es culpa de los dirigentes políticos de turno, la sociedad mendocina –en general– debería comenzar a reconfigurar el esquema de pensamiento, de valores sociales y preceptos educativos que deberían ser inculcados desde el núcleo familiar.

En resumen, decimos todo esto para visibilizar una problemática que aparentemente afecta a un sector vulnerable de la sociedad pero, que en realidad nos victimiza a todos.

“La violencia solo trae más violencia” y la cadena de consecuencias en diversos casos encuentra su explicación en un contexto de agresiones contra las mujeres, pero que determina tragedias irreparables como la que tuvo de protagonistas al oficial inspector Jorge Cussi y al auxiliar primero Daniel Ríos.

Ellos fueron víctimas indirectas del machismo, ya que entregaron su vida tratando de socorrer un evento de brutalidad machista.
Inclusive, abriendo el análisis sobre lo ocurrido, el hecho del viernes también tiene aristas de violencia animal. En un segundo orden de importancia por detrás de la mujer y los gemelos in utero, se dice que el agresor acuchilló a una perra que intentó defender a la madre.

Esto es importante para destacar, porque está científicamente comprobado que un homicida, antes de hacerle daño a una persona, presenta antecedentes de violencia contra mascotas.