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La revancha de la cartografía

No tenemos que permitir que resurjan los conflictos de límites con Chile, cuyo presidente acaba de decir que no está contento con nuestro mapa. En vez de enojarse hay que sentarse a dialogar porque es mucho más lo que podemos ganar con la cooperación que con la confrontación

18 de octubre, 2020 - 09:03

La cartografía es la tarea que se encarga de representar, gráficamente, diversas extensiones territoriales en una escala reducida sobre un trozo de papel. De su labor surgen un conjunto de documentos denominados, según el tamaño de la escala, cartas o mapas.

Históricamente, fue muy importante a partir de la segunda mitad del siglo XVI, en lo que se conoció como la Era de los Descubrimientos. En esos tiempos, Amberes era el centro europeo donde se confeccionaban los mejores mapas y cartas de la época. Luego, el impulso pasaría a Francia, hasta mediados del siglo XVIII y de allí en adelante a Gran Bretaña, así como a los Estados Unidos a partir del siglo XIX.

Los primeros mapas fueron elaborados a mano con pluma de ganso sobre pergamino. A posteriori, el uso de la brújula, después del sextante y, finalmente, de la fotografía satelital, permitieron la creación de mapas de diferentes escalas más precisos y más fáciles de manejar.

Pero, siempre todos ellos fueron promovidos por los gobiernos para facilitar tanto las conquistas militares como los intercambios comerciales y por lo que estaban interesados en su difusión, fuera ésta pública o secreta.

Es en este marco que nuestra Cancillería publica un nuevo mapa de la Argentina como país bioceánico y que ubica a Tierra del Fuego en el centro del mismo. Concretamente, con este acto se demarca un nuevo límite exterior a partir de su extensa plataforma continental, que va más allá de su Zona Económica Exclusiva, la que tiene el ancho de 200millas marinas (cada milla marina equivale a 1,85 kilómetros), tal como lo autorizó a hacer una comisión de la ONU en 2016 y de acuerdo a lo que pudo probar la Argentina tras años de trabajo científico.

Sus potenciales consecuencias no son –precisamente– pocas, ya que la ONU le reconoce a la Argentina la soberanía propuesta por ella en su momento ante la Comisión de Límites de la Plataforma Continental, a excepción de aquellas zonas sujetas a una disputa de soberanía con el Reino Unido, así como el sector que está regido por el Tratado Antártico.

Al respecto, nos aclara Sandra Pitta –diplomática, directora Nacional de Malvinas e Islas del Atlántico Sur del Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto– que “La política exterior está vinculada de manera inescindible al espacio vital del Estado. La geografía de un país es un factor determinante en la construcción de su identidad y en la construcción de su proyección al mundo. En ese marco se impone pensar a la Argentina como país bicontinental. Su territorio ocupa parte de América y también una porción de la Antártida. Está situada en el extremo meridional de América del Sur y se extiende hasta el polo sur en el continente antártico”.

Vamos por partes, como recomendó Jack El Destripador. A saber: nuestro litoral marítimo, la Antártida, la cooperación en el Atlántico Sur, el sector antártico argentino y nuestras Islas Malvinas.

1º) Respecto de nuestro litoral marítimo, una verdadera visualización de la Argentina, en términos geográficos, implica reconocer la inmensidad de nuestro litoral marítimo. Éste mide 4.725 kilómetros y la longitud de la costa de la Antártida Argentina e islas australes es de 11.235 kilómetros (fuente: Instituto Geográfico Nacional).

La Argentina posee, también, las bocas orientales de tres pasajes bioceánicos estratégicos: del Estrecho de Magallanes, del Canal de Beagle y del Pasaje Drake. Por otro lado, el Mar Argentino constituye uno de los recursos naturales más significativos de nuestro país. Su Pampa Azul, como ha sido denominada, es un gran proveedor de alimentos, de puestos de trabajos asociados y posee un gran potencial hidrocarburífero y minero.

2º) Respecto de la cooperación en el Atlántico, la República Argentina no está sola en el Atlántico Sur. En primer lugar, están Brasil y la RO del Uruguay, con los que tiene que coordinar aspectos comunes vinculados con la defensa, la seguridad y el comercio. También, en el otro extremo, está Sudáfrica, y más allá el resto del mundo usa estas aguas.

Por su parte, la integración marítima austral con Chile es otro punto que debe ser muy tenido en cuenta, pues es esencial en una lógica de cooperación, tanto en el plano tecnológico como en el energético, el ambiental y el económico.

3º) Respecto de la Antártida, la República Argentina está en el Continente Blanco desde el 22 de febrero de 1904. Vale decir, desde hace 116 años, con lo que se convierte en el país que tiene la presencia permanente e ininterrumpida más larga de todos.

Actualmente tiene seis bases permanentes (Carlini, Orcadas, Esperanza, Marambio, San Martín y Belgrano II) y siete de verano (Brown, Primavera, Decepción, Melchior, Matienzo, Cámara y Petrel).

Por otro lado, la provincia de Tierra del Fuego es la puerta de ingreso natural para la Antártida, pese a que Chile, por su parte, reivindica un sector antártico superpuesto al argentino, en la práctica, se da una concreta y efectiva cooperación con Chile, mediante un comité ad-hoc para reflexionar y promover posiciones conjuntas en los diferentes foros internacionales, así como a través de la Patrulla Antártica Naval Combinada.

4º) Respecto de las Islas Malvinas y demás dependencias, la concepción de la Argentina como país bicontinental implica tomar conciencia de todos sus espacios terrestres, insulares y marítimos.

En ese marco tienen un lugar especial las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y sus espacios marítimos circundantes, por lo que el apoyo de Brasil, Uruguay y Chile son vitales para evitar el afianzamiento de la presencia militar británica y la explotación de recursos no renovables en las Islas por parte de esa potencia ocupante.

 

Colofón geopolítico

En realidad, la revancha de la cartografía es la muestra de otra revancha: la de la geografía. Cuando se creían extinguidos los conflictos físicos y fronterizos, éstos resurgen como hongos después de la lluvia en tiempos de pandemia. Conflictos olvidados, como el de India y Pakistán por Cachemira o el de Armenia y Azerbaiyán por Nagorno Karabaj.

Nosotros no tenemos que permitir que resurjan los conflictos de límites con Chile, cuyo Presidente –dicho sea de paso– acaba de declarar que no está contento con nuestro mapa.

Creo que en vez de enojarse hay que sentarse a dialogar y a negociar, porque, aunque sea una obviedad decirlo, lo repetimos: es mucho más lo que podemos ganar con la cooperación que con la confrontación.

 

El Doctor Emilio Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Es autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.