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El primer encuentro diplomático entre nuestro país y EE.UU.

Aunque pueda parecer increíble, la génesis de esta relación se remonta a los albores de la formación de la Junta Provisional de Gobierno en mayo de 1810

08 de abril, 2024 - 10:40

El Gobierno nacional ha dado un giro estratégico en la política exterior del país al establecer alianzas con Estados Unidos de América e Israel.

En estos días, los medios han puesto el foco en la visita de representantes diplomáticos norteamericanos, incluyendo a la destacada figura de la general Laura Richardson, jefa del Comando Sur de las Fuerzas Armadas del país del Norte.

Pero, ¿cuándo comenzaron estos acercamientos entre ambos países? Aunque pueda ser increíble, la génesis de esta relación se remonta a los albores de la formación de la Junta Provisional de Gobierno en mayo de 1810, marcando así el inicio de una colaboración que, con altibajos, ha evolucionado hasta el día de hoy.

A la espera de ayuda

Todo comenzó a principios de 1811, cuando el Río de la Plata disfrutaba de una calma aparente tras la victoria en Suipacha el 7 de noviembre de 1810. A pesar de la aparente estabilidad, las tensiones entre saavedristas y morenistas persistían, creando un clima político tenso. La principal preocupación del gobierno era su vulnerabilidad ante amenazas externas, especialmente debido a la escasez de armas y la incapacidad para producirlas.

Los esfuerzos diplomáticos se centraron en asegurar apoyo militar, primero intentando establecer relaciones con Gran Bretaña sin éxito. Ante esto, la atención se volcó hacia los Estados Unidos, una nación joven y recién independizada del Reino Unido, lo que la convertía en un posible aliado para Buenos Aires. Sin embargo, el éxito del movimiento no tranquilizó a Cornelio Saavedra, quien continuó con su política de mano dura.

La creación del Tribunal de Seguridad Pública el 9 de abril reflejó esta postura, con destituciones y exilios de prominentes miembros de la Junta de Gobierno, consolidando el control en manos de Saavedra y sus seguidores. Ahora, el enfoque estaba en los desafíos relacionados con la defensa de la patria.

Un posible apoyo de Norteamérica

El envío de comisionados a los Estados Unidos se convirtió en una necesidad ineludible. En medio de tensiones y rivalidades que agitaban la escena política, el presidente de la Junta debía tomar una decisión crucial: seleccionar a los individuos más confiables para esta delicada misión. En este contexto, Diego Saavedra, hijo del propio presidente y reconocido por su lealtad al partido saavedrista, emergía como una opción natural. Aunque no fuera el más destacado en términos de habilidades brillantes, su lealtad y confiabilidad lo hacían una elección lógica. Además, su acompañante debía poseer experiencia en negocios, dada la necesidad de entablar conversaciones con los comerciantes estadounidenses.

Juan Pedro Aguirre, hijo del respetado comerciante vizcaíno Cristóbal de Aguirre, cumplía con estos criterios. Además, Aguirre ya había demostrado su compromiso con el partido saavedrista y había adquirido experiencia en negocios junto a su padre, cuyo papel en la historia del país se remonta incluso a su participación como padrino de bautismo, junto a Josefa Matorras, del futuro General José de San Martín en 1778.

Una vez determinados los candidatos, quedaba pendiente ultimar los detalles para la ejecución de la misión. La colaboración del agente Poinsett fue crucial en este sentido, y su respaldo permitió asegurar la participación del joven comerciante William Gilchrist Miller en el proceso. Miller, quien más tarde sería designado cónsul estadounidense en Buenos Aires, aportó su experiencia y contactos para garantizar el éxito de la empresa.

Juntos los tres, el equipo estaba listo para enfrentar los desafíos y cumplir con la importante tarea que les había sido encomendada.

Rumbo a Estados Unidos

La meticulosa planificación y la firme determinación caracterizaron la ejecución de la misión a los Estados Unidos. Con el apoyo crucial del agente estadounidense Poinsett se resolvieron rápidamente los detalles logísticos y financieros, lo que permitió que el proceso avanzara con fluidez. La asignación de fondos por parte de la Junta el 16 de mayo de 1811 marcó un hito importante en el proceso, proporcionando los recursos necesarios para llevar a cabo la empresa.

El 25 de junio, Diego Saavedra y Aguirre partieron hacia su destino desde la Ensenada de Barragán a bordo del cutter Tigre, propiedad de William Miller. Aunque el destino oficial de su viaje no se comunicó públicamente, se rumoreaba que se dirigían en una "dilatada comisión" al Perú. Este inicio de la travesía no estuvo exento de desafíos, enfrentando una tormenta que los obligó a desviarse y arribar a Río de Janeiro después de veinte días de navegación.

Ante esta situación, se tomó la decisión de simular un destino a Londres para proteger los intereses de la comisión y garantizar su seguridad. Esta estrategia se ejecutó con éxito gracias a la colaboración de un ciudadano estadounidense, M. Tomas Bedwell, quien facilitó el ocultamiento de los comisionados durante su estadía forzosa en el puerto.

A pesar de las sospechas que rodeaban su misión, Saavedra y Aguirre continuaron su viaje con pasaportes falsos y nombres supuestos. La llegada a Nueva York el 11 de octubre, tras 104 días en el mar, marcó un hito en su odisea. Establecidos en Filadelfia, una elección estratégica dada su importancia como centro comercial y su proximidad a Washington, los comisionados organizaron su "cuartel general" y comenzaron a coordinar sus acciones.

El secretario de Estado James Monroe.

Con determinación y diligencia, el 19 de octubre informaron a la Junta desde Filadelfia sobre su próximo desplazamiento a Washington, solicitando una audiencia con el secretario de Estado James Monroe para el 25 de ese mes para presentar sus credenciales. Aunque la acogida no implicó un reconocimiento oficial del gobierno instalado en el Río de la Plata, fue cordial y auspiciosa, marcando el inicio de su trabajo diplomático en tierras estadounidenses.

Recibimiento en Washington

Monroe, intrigado por el viaje, quería entender la influencia británica en Buenos Aires. Tras una entrevista, donde advirtió sobre la alianza potencial del Reino Unido con España en América, quedó satisfecho con las respuestas de los porteños. A principios de noviembre, los comisionados regresaron a Filadelfia, contentos con sus primeros contactos con el gobierno estadounidense. A pesar de la simpatía general hacia la independencia de Hispanoamérica, los comerciantes enfrentaban una crisis.

Diego Saavedra, en una carta a su padre, expresó pesimismo sobre el apoyo financiero que podrían recibir. Aun así, no se dieron por vencidos y aseguraron parte de las armas necesarias mediante un contrato. Mientras tanto, se comunicaron con Telésforo de Orea, quien buscaba el reconocimiento oficial del gobierno. Orea, consciente del permiso para acuerdos privados, facilitó una reunión con Stefen Girard, un influyente financiero de origen francés. Aunque dispuesto a negociar, Girard prefirió no asumir grandes riesgos.

Dos días después, Girard propuso a Monroe retirar 20.000 fusiles de los almacenes estatales para los sudamericanos. Ante la falta de respuesta, Girard se retiró del negocio con prudencia. Los comisionados, conscientes de la imposibilidad de obtener crédito, se centraron en obtener armas al mejor precio y evaluar opciones de embarque. A pesar de los desafíos logísticos, mantuvieron su determinación.

David C, Deforest ofreció su ayuda a los enviados de la Primera Junta.

Su presencia en los Estados Unidos, bajo nombres supuestos, no pasó desapercibida. David C. Deforest, también en Washington en busca de un nombramiento como cónsul, ofreció su ayuda, aunque los comisionados parecían no aprovechar su ofrecimiento debido a la amistad de Deforest con Larrea, un depuesto en el movimiento de abril. Luis de Onís, representante peninsular no reconocido, alertó sobre personas sospechosas que inicialmente creyó que eran de Cuba. Informó a Bardaxi en varios despachos durante noviembre y agregó una carta de Telésforo de Orea a los comisionados de Buenos Aires, que había interceptado sobornando a un empleado de correo. Luego escribió a Elío para impedir la entrada de armas en Buenos Aires.

Para mediados de diciembre, los porteños estaban convencidos de la imposibilidad de obtener crédito de particulares. Ahora, su enfoque estaba en obtener el mejor precio por las armas y estudiar las opciones de embarque. La cercanía de la guerra de Estados Unidos con Gran Bretaña presentaba nuevos desafíos logísticos, evidenciados en su correspondencia con A. Gelston de Nueva York y William Hollins de Baltimore.

Regreso con gloria 

El 28 de enero de 1812, los comisionados recibieron unos pliegos del gobierno de Buenos Aires dirigidos al de los Estados Unidos, que contenían instrucciones de limitar su cometido a lo que permitieran sus recursos financieros. Ante la evidencia de que no podrían avanzar más, Aguirre y Saavedra decidieron suspender las negociaciones y regresar de inmediato con lo conseguido, centrándose en el contrato realizado con la firma Miller y Van Beuren de Filadelfia, finalizado el 22 de enero. Después de resolver los últimos detalles, embarcaron las armas en la fragata Liberty y zarparon de regreso a Buenos Aires el 17 de febrero.

El 13 de mayo, tras un viaje sin escalas, llegaron al Río de la Plata, donde tuvieron que recurrir a la protección de la fragata estadounidense Saint Michael para eludir el bloqueo y permitir la entrada de la Liberty al puerto de Ensenada.

El recibimiento inicial no pudo ocultar la alegría por la llegada de los comisionados con las tan necesarias armas; aunque no trajeron la cantidad prevista, no regresaron con las manos vacías. La Gaceta del viernes 15 de mayo de 1812 anunciaba: "Acaban de llegar a esta capital los ciudadanos D. Diego Saavedra y D. Juan Pedro Aguirre. El gobierno tiene la satisfacción de anunciar a los pueblos que estos beneméritos ciudadanos han desempeñado con honor, desinterés y buen éxito los grandes negocios a los que fueron destinados en las Cortes extranjeras, y que el distinguido mérito contraído en esta comisión los hace dignos de la estimación pública y del aprecio del gobierno".

La misión se había cumplido con éxito y los comisionados estaban de regreso en su ciudad natal.

Cabe destacar que esta misión diplomática a los Estados Unidos en 1811 marcó un hito importante en la historia de las relaciones exteriores de Argentina. A pesar de los desafíos y las dificultades logísticas, su determinación y compromiso les permitieron asegurar un acuerdo para adquirir armas, contribuyendo así a fortalecer la defensa de Buenos Aires en un momento crucial de su historia.