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La Argentina es eterno estado fundacional de revolución frustrada

Dentro de un esquema forzado en el que intentamos explicar la realidad, quedan infinidad de matices, como también palabras y hechos que, o distorsionan la comprensión o provocan graves daños

04 de julio, 2021 - 09:51

El eterno dilema acerca de cuál es el valor más importante, si los derechos individuales que a un alto precio de vidas puso algún freno a los abusos de los déspotas, o el bienestar colectivo, que, a fuerza de repartir igualitariamente sin orden de mérito, es casi seguro que lastima derechos e intereses.

Puestas así las cosas, dentro de un esquema forzado en el que intentamos meter y explicar la realidad, quedan infinidad de matices, como también palabras y hechos que o distorsionan la comprensión o provocan graves daños.

En este intento de análisis podemos encuadrar lo que les está sucediendo a miles de argentinos que por uno u otro motivo salieron al exterior y ahora no se les permite reingresar.

Infinidad de situaciones puntuales pujan por abrirse paso en la maraña de estadísticas para ser visualizadas, los más de 20 mil contagios diarios de promedio y la persistente cifra de muertes que no baja desde hace varias semanas han puesto en evidencia la ineptitud del Gobierno para gestionar. 

Al drama de los argentinos varados se ha puesto ahora de manifiesto la imperiosa necesidad de vacunar a los menores de 18 años con enfermedades o discapacidades que pueden matarlos si se contagian de COVID-19 y para los cuales se reclama la urgente provisión de vacunas Pfizer, las únicas por ahora permitidas para vacunar a chicos y chicas.

Estos dos costados del drama de la pandemia, sin dejar de lado a la educación profundamente herida, la economía devastada y sin solución a la vista, nos están poniendo ante nuestra mirada que además de esta tragedia global, en la Argentina se está afianzando, ya no tan lentamente, una modificación de los valores sobre los que históricamente creíamos que se había edificado la idea de unidad nacional y la autopercepción como sociedad madura, democrática y progresista.

Simplificar con la idea de que vamos rumbo a ser como Venezuela no basta para entender que el origen del deterioro argentino viene de mucho antes de que surgieran Chavez y Maduro. Si bien pueden servir de espejo, nuestros hermanos caribeños estuvieron parados sobre un mar de petróleo que los terminó tragando.

Como siempre, la riqueza que surge casi espontáneamente, corroe el sentido del trabajo, engorda unos pocos bolsillos y margina pueblos y naciones.

Acá no tenemos petróleo ni minerales para abastecer la demanda del mundo industrial desarrollado. Lo que más pudo parecerse a una economía basada en la actividad extractiva fueron los años de oro de la pampa ganadera, en la que la feracidad de su suelo hacía poco menos que las vacas brotaran del piso.

Pero eso ya no es así. La división del trabajo, la especialización de la demanda y los avances tecnológicos abrieron un camino de desarrollo que algún fantasma impide poder transitarlo.

Ese bloqueo puede tener mil explicaciones, pero lo cierto es que nos está llevando a un marasmo en el que se debaten una extraña conjunción de ilusos de una revolución anacrónica propia de un mundo que ya no es, que además aborrece la idea que, en la lucha por ser mejor en lo colectivo y en lo individual, también radica la idea de progreso. Y que una sociedad más justa y equitativa puede serlo en la medida que haya riqueza para distribuir.

Mientras que en la otra rivera militan los que conciben el mundo en una categoría darwiniana, en el que solo sobreviven los mejores dotados y que las oportunidades son exclusivamente para los que las merecen por algún designio superior.

Para el resto, que somos la mayoría, solamente la resignación a un destino sin posibilidades de ascenso social, cultural y económico.

Abundan por estos días las diatribas violentas y los reproches inconducentes. Es que se ha perdido la brújula desde que empezamos a denostar a los que señalaron algunos caminos a los que ha tapado la maleza de la estupidez colectiva.