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Ideologías incongruentes

Exhumar conceptos y diagnósticos perimidos sólo es atribuible a mentes cooptadas por un fanatismo que no responde a propósitos altruistas sino a objetivos mucho más abyectos que los que se quiere hacer creer

19 de marzo, 2023 - 08:16

En las postrimerías de la dictadura 1976-1983, Raúl Alfonsín solía decir que no era que él estaba en la izquierda, sino que era el país que estaba corrido a la derecha.

Entonces el concepto de derecha se vinculaba al autoritarismo de los militares además de, en el caso argentino, a las horrendas violaciones a los derechos humanos.

También hay que señalar que en los comienzos de la década de los 80, aún vigente la Guerra Fría y con el mundo dividido toscamente entre comunismo y capitalismo, era muy difícil no ser etiquetado como “partidario del imperialismo yanqui” o “aliado de la conspiración soviética para dominar al mundo”.

Errados o no los conflictos, se hacía más fácil entender de qué lado se estaba.

También es necesario acotar que aunque se esgrimían poderosas razones para estar en uno u otro bando, por lo menos en lo que entonces se denominaban bases, adherentes o militancia, más que el razonamiento lo que más influía -y ahora también influye- es el aspecto emocional o afectivo.

Una persona es de izquierda porque lo convenció un buen discurso, un compañero de facultad o porque se lo trasmitieron en la familia.

Muy pocos se deben haber convencido por haber leído el Manifiesto Comunista o El Capital, a pesar que se insistía en diferenciar al “socialismo científico” de otros tipos de socialismo.

Durante los años cruciales del siglo XX las diferencias teóricas de las izquierdas muchas veces llevaron a enfrentamientos armados sangrientos, lo que contribuía cada vez más a la confusión y a la dispersión.

En la otra trinchera las disquisiciones ideológicas no eran tan marcadas y miraban azorados cómo sus enemigos se mataban entre sí.

Era muy difundida una frase que se decía en los cuarteles izquierdistas: “Mientras nosotros nos dividimos por ideologías, ellos se unen por intereses”.

Esa admonición valía para el contexto internacional, aunque entre fines de los ’60 y principios de los ’70 hubo un atisbo de coincidencia, principalmente en las juventudes que se amalgamaron en el rechazo a la guerra de Vietnam, el encandilamiento de la prédica de Mao con su sangrienta Revolución Cultural, el Mayo Francés, la Matanza de Tlatelolco, etcétera. Todos acontecimientos enmarcados en un proceso de descolonización y el surgimiento de la idea del Tercer Mundo.

Ahora bien, en la Argentina, con la presencia del “Tercer Perón” y el extraño proceso de ideologización del peronismo que se había reencarnado en una juventud de clase media y alta que se creía revolucionaria, sigue siendo difícil de entender cómo se procesa el fenómeno ideológico.

El peronismo, en sus distintas versiones, desde 1943 hasta hoy se ha autopercibido como revolucionario.

Lo creyó durante la Resistencia contra la dictadura de Pedro Eugenio Aramburu, retirándole el apoyo a  Arturo Frondizi y aplaudiendo el derrocamiento de Arturo Illia. Cómo no lo iba a ser en tiempos del enaltecimiento del Che Guevara y la prédica de Fidel Castro.

El problema es qué podía salir de un engendro que comenzó con el GOU admirando a Hitler y Mussolini, con un sindicalismo antiizquierda y una facción guerrillera surgida en el nacionalismo católico de Tacuara que devino en devotos de la Patria Socialista y proclamaban a Evita Montonera.

Hoy han pasado 50 años y el único hilo conductor reconocible en el peronismo es su innegable amor por el poder político y el manejo de todas las áreas del Estado. Sin embargo, se sigue autopercibiendo como la izquierda, algo que la simplificación informativa internacional dice confirmarlo.

Ese gravísimo equívoco sigue llevando a la Argentina por caminos erráticos y ha despertado también una falsa derecha que sigue viendo una amenaza roja en cualquier reivindicación social o programa de asistencia a los más necesitados. Sigue mirando con desconfianza a los trabajadores que ya se han quedado sin conciencia de clase con la única reivindicación de no perder el empleo.

La falsa izquierda no se anotició que el proyecto de construir una nueva sociedad socialista en vías al comunismo y la aparición del “hombre nuevo” fracasó, que lo que ganó fue el capitalismo con sus pocas ventajas y sus muchos defectos, que en sus términos se maneja el mundo. Y que el mundo de los negocios y la rentabilidad se superpone a la sensibilidad y al humanitarismo.

Por eso, exhumar conceptos y diagnósticos perimidos sólo es atribuible a mentes cooptadas por un fanatismo que no responde a propósitos altruistas sino a objetivos e intereses mucho más abyectos que los que se quiere hacer creer.