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¿Está la democracia de los EE.UU. en problemas?

Hay quienes piensan que la llegada de Donald Trump nuevamente a la Presidencia de ese país podría provocar una crisis, pero, si se analiza su mandato anterior, esto podría no suceder

23 de febrero, 2024 - 10:42

En un artículo anterior nos interrogamos sobre el futuro de la democracia para el 2024, ya que este año se realizarán elecciones en más de 70 países, y para todos ellos, la revista The Economist pinta un sombrío panorama por sus implicancias internas y externas.

Sucede que para la publicación británica, que es propiedad de las históricas dinastías financieras Rothschild y Agnelli, la democracia se nos presenta como una carrera de obstáculos, pues alrededor de 2.000 millones de personas en más de 70 países vivirán procesos electorales.

Pero lejos de ser presentado este hecho como auspicioso, se lo muestra como un eclipse de la democracia.

Concretamente, la revista habla de desinformación y retórica electoral, intervenciones extranjeras, sobornos a candidatos, encarcelamiento de opositores, manipulaciones de la campaña electoral, intimidaciones a la oposición y fraudes electorales cuando enumera los peligros a enfrentar.

Pero lo más llamativo del análisis es que estos problemas no se darán, precisamente, en los escenarios precarios del Tercer Mundo, como ha sido lo habitual en el pasado, sino en la casa de la mayor y más antigua democracia del mundo. Es decir, la de los Estados Unidos de Norteamérica.

A la revista le desvela como su mayor preocupación las elecciones presidenciales de los EEUU. Al respecto, afirma que nada se comparará con ellas, ya sea por su sombrío espectáculo o por sus posibles consecuencias.

Cuesta creer que el resultado más probable sea una revancha entre dos viejos enemigos, de quienes la mayoría de los votantes desearía que no fueran candidatos.

Y agrega que la propia candidatura de Donald Trump socava la democracia estadounidense. Que el Partido Republicano nomine a un hombre que intentó anular los resultados de las elecciones presidenciales anteriores empaña a los Estados Unidos como faro democrático, afirma.

Entre otros cargos, a Trump se le achaca su participación en el asalto al Capitolio en 2021.

Pero nos cuenta la historia de los presidentes de los EE.UU. Concretamente, de un total de 45 de ellos, cuatro fueron asesinados durante el ejercicio de sus funciones, mientras que otros ocho sufrieron intentos fallidos de asesinato y solo uno debió renunciar bajo la amenaza del juicio político.

Los cuatro presidentes que murieron ultimados durante su mandato fueron: Abraham Lincoln (1865), James A. Garfield (1881), William McKinley (1901) y John F. Kennedy (1963).

Y los ocho que sobrevivieron a intentos de magnicidio fueron: Andrew Jackson en 1835, Theodore Roosevelt en 1912 (después de finalizar su mandato), Franklin Delano Roosevelt en 1945, Harry S. Truman en 1950, Richard Nixon en 1974, Gerald Ford en 1975, Jimmy Carter en 1979 y Ronald Reagan en 1981.

Por su parte, Richard Nixon (1994) ha sido el único presidente en renunciar al cargo tras la amenaza de juicio político en su contra.

Una simple estadística nos da un total de 15 mandatos presidenciales interrumpidos, o sea, un elevadísimo 33%, o –en otros términos– uno de cada tres. Esto nos lleva a preguntarnos de qué lado de la estadística se encontrará el próximo presidente de los EE.UU.

Al momento, y con la información de encuestas disponibles, Donald Trump sería el favorito a ganar las próximas elecciones.

Pero, por otro lado, no son pocas las señales ominosas en su contra, las que van de casi medio centenar de causas judiciales, entre públicas y privadas, en su contra y cuestionamientos sobre la legitimidad de su candidatura provenientes, por ejemplo, de la Corte Suprema de Justicia de Colorado debido a la acusación de que tomó parte de una insurrección en el asalto al Capitolio en 2021.

No son pocos los analistas y expertos en política interna de los EE.UU. que hablan de la existencia de una burocracia que no cambia con las sucesivas administraciones y que tiene su propia agenda.

Una que está tratando de promover políticas del “establishment” o del denominado “Deep State”, que propugna presupuestos crecientes para el Pentágono y que benefician al denominado y denunciado complejo militar industrial.

William Lind, un conocido lobbista y experto político conocedor de los meandros de la política washingtoniana, no duda en calificar a esto como “un esfuerzo por subvertir la voluntad popular. Aquellos que los pueden hacer con éxito en nombre de los intereses monetarios muchas veces se hacen muy ricos”.

Pone como ejemplo a la pasada política exterior norteamericana, en la cual, en público y en privado, el presidente Trump mostró sus preferencias por autócratas como el presidente Vladímir Putin, de Rusia, y el líder de Corea del Norte, Kim Jong-Un. Lo que le valió la condena de los medios de comunicación cercanos al “establishment”, como The New York Times o The Washington Post, considerados como un grupo de valientes periodistas que mantiene una peligrosa lucha por los valores democráticos.

Por su parte, por estas tierras, un error común que afecta a nuestra clase dirigente local es percibir en la política doméstica de los EE.UU. como más favorables a la región las administraciones a cargo de presidentes del Partido Demócrata, por sobre las de sus rivales del Republicano.

Pero ello dista de ser al menos totalmente cierto, ya que hay evidencias de lo contrario, como fue el apoyo que recibió nuestro país por parte de la administración Trump durante la presidencia de Mauricio Macri.

En un plano superior, el error anterior lleva a muchos a la imagen de un Donald Trump como un lunático que no debería  llegar a la Casa Blanca.

La realidad, según la vemos nosotros, es muy distinta. El “establishment” se trata, en realidad, de un grupo de poder que representa intereses corruptos que alimentan al status quo para sabotear la candidatura de un presidente que buscaría mejorar las relaciones con Rusia y con Corea del Norte para evitar guerras innecesarias y que pone a los EE.UU. por sobre todo, lo que privaría al complejo militar-industrial de sus pingües ganancias en contratos de defensa.

De hecho, en su presidencia anterior tuvo la notable condecoración de no haber iniciado ningún conflicto armado externo, algo que todos sus predecesores no pueden colgarse en sus respectivos pechos.

 

El Doctor Emilio Luis Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.