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Errores diplomáticos que destiñen la imagen del país en el exterior

La Argentina pierde prestigio en su presencia internacional por las malas prácticas de quienes deben cuidar la interacción con los países del mundo

31 de marzo, 2024 - 09:33

La Argentina mostró durante parte de la historia una errática conducta diplomática, algunas veces perjudicial para sus propios intereses, por eso lo que lo que está ocurriendo en el modo del gobierno de Javier Milei con algunos países no llama la atención a muchos observadores.

Nuestro país contó con figuras de alto nivel internacional que marcaron rumbos y dejaron doctrina en la materia. Basta con mencionar a solo algunos como Carlos Saavedra Lamas, Luis María Drago, Honorio Pueyrredón, Ramón Cárcano, Dante Caputo, entre otros.

También hubo notables desaguisados en las políticas de alineamientos y alianzas que fueron motivo de sanciones y aislamiento.

Pero en una época como la actual en que los factores tecnológicos colaboran con la rapidez de las decisiones y con el manejo de los datos necesarios es más fácil establecer líneas de diálogo y de negociación, porque, además los intereses que se manejan no comprenden solo los aspectos políticos nacionales sino también la economía, la cultura, la salud, la educación, las artes, etc.

 

 

Por eso es incomprensible que el país se maneje desde posiciones de debilidad y las intente disfrazar con presuntas actitudes de dureza y ejemplaridad.

O en otros casos también llegar a la sobreactuación para demostrar determinada inclinación como las relaciones carnales con Estados Unidos, regalar osos de peluche a los kelpers, afanarse por demostrarle al mundo la amistad con determinado país o cuestionar los principios ideológicos de las autoridades.

Lo que está ocurriendo con Colombia y México no va a cambiar la historia del mundo pero pone en evidencia la involución de la calidad de los dirigentes políticos latinoamericanos con muy pocas excepciones.

 En los años más difíciles para la democracia en que las sucesivas dictaduras empujaban a los dirigentes democráticos a buscar refugio en las embajadas de países que pudiera protegerlos, México, Colombia y Venezuela con democracias estables fueron los destinos que muchos buscaron para salvar su vida o su libertad.

Esa sucesión de hechos fue la causa que en América latina se sentaran las bases para los acuerdos internacionales que desarrollaron el derecho de asilo y la protección diplomática de los perseguidos políticos.

 

 

Las fuertes diferencias ideológicas pesaban sí, y mucho, pero caían ante los compromisos y el respeto a los tratados porque era el mundo el que estaba mirando.

Hoy se pone de nuevo en el tapete lo que pasa con los hasta ahora refugiados en la Embajada Argentina en Caracas, pero el caso está contaminado por los comentarios del presidente Milei sobre las cualidades intelectuales del mandatario mexicano Andrés Manuel López Obrador, sobre el pasado guerrillero de su colega colombiano Gustavo Petro.

Sin que hubiera ninguna necesidad estratégica o de posicionamiento internacional el hombre que representa a la República Argentina trató con expresiones callejeras a dos personas que ni siquiera le disputan algún espacio en el escenario regional.

 

 

Los refugiados en la Embajada

 

Otra cosa es con Nicolás Maduro, sólo sostenido internacionalmente por las dictaduras o las autocracias más recalcitrantes. Allí tendrán que tallar los funcionarios más avezados y con condiciones verdaderamente diplomáticas para destrabar el asunto.

Pero no hay que olvidar que para obtener buenos y rápidos resultados es importante la coherencia y el sostenimiento en el tiempo de una buena política exterior y la Argentina no ha sabido mantener el prestigio alguna vez logrado.

Además, hoy nos encontramos con funcionarios que no conocen aspectos del Derecho Internacional y menos aún las convenciones y las prácticas diplomáticas.

Los políticos que ingresaron a la residencia deberán ser protegidos de acuerdo a lo estipulado por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas par los Refugiados (ACNUR) y deberán abstenerse a realizar acciones o declaraciones de orden político interno dentro de la embajada por que se compromete la imagen argentina y perderían el derecho de ser protegidos.

En cambio, en el caso de pedir asilo político por su condición de perseguidos políticos obliga a la Argentina a aceptarlo o negarlo y en el caso de la primera condición rechazar las acusaciones de que sean prófugos de la justicia.

 

 

El paso siguiente será el tramitar el salvaconducto que obliga a Venezuela a garantizar la seguridad y el traslado de los perseguidos. Ese punto es el más difícil que se le presenta ahora a la Argentina, que, además sus representantes hacen muy poco para ganarse el respaldo del resto de los países.

La actitud agresiva e inamistosa de Nicolás Maduro no parece que va a facilitar las cosas.