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Una novela turca a la criolla

01 de enero, 2019 - 17:59

Desde hace mucho el folclore del fútbol se puso heavy. Pero los tiempos cambiaron. Antes en tiempos de no celulares, sabíamos que el lunes en el laburo nos esperaban ansiosamente para la gastada o que seríamos los reyes del humor para burlarnos todo un día de ese compañero fan de nuestro clásico rival.

Tácitamente, aunque no te gustara, había que bancárselas a sabiendas que todo gira, incluida una pelota y aguardábamos esa revancha. Es que ya se sabe que en la Argentina el fútbol es un hecho cultural y hasta el más negado se ha expresado en torno a esta definición (por ahora fallida) de la Copa Libertadores de América.

Aunque la pelota no se manche y siga rodando de acuerdo al buen trato de un jugador, a la pobre la destratan pegándole de punta para arriba o en cualquier mala dirección. Como los dueños del negocio “fútbol” que vacilan sobre la decisión de suspender o no un encuentro. Que presionan para que se juegue a cualquier costo, horario o circunstancia.

Le pegan de punta para arriba los funcionarios que plantearon el asunto “con dos públicos sí o sí” a sabiendas de lo descabellado que resultaba esa idea. Por suerte primó la cordura de los presidentes de River y Boca en mantener las formas de que se jugara solo con público local. Imaginen en la tragedia que pudo haber concluido con los incidentes de fin de semana.

La maltratan los barras involucrados en el negocio de la reventa y de los cuáles se dice que guionaron las pedradas y el gas pimienta que lastimaron a los miembros de la delegación de Boca, en pase de “facturas” por estropearles el curro.

Se reparten la pelota del mal operativo de prevención, entre la policía metropolitana de la CABA y la prefectura a cargo del ministerio de Defensa de la Nación. El chofer que trasladaba el colectivo con los jugadores de Boca contó que no estaban el vallado ni los tablones que cubren de curiosos el paso del vehículo desde las adyacencias del estadio hasta el monumental. Ha realizado ese recorrido una veintena de veces y por ello tiene conocimiento de tal dispositivo. El sábado, justo en un día que se requería de una especial seguridad para un encuentro que era la atracción del universo fútbol, el colectivo pasó entre medios de hinchas rivales a expensas de una carnicería. Pudo haber sido peor, inclusive.

Y vuelvo al comienzo. Una cosa era el viejo folclore (ojo que por allí sobrevenía alguna piñadera, no era tan cándido tampoco) y otro lo heavy del contexto fútbol actual, de la pelota destratada. Hoy los memes, nubes, watts app invaden arteramente la intimidad y contribuyen como vehículo de exponer lo bueno y lo malo. Lo mejor y lo peor de nosotros. Además de poder disfrutar de compilados de goles por youtube también somos espectadores y compartidores de fantasmitas, xenofobias y nuestra poca empatía en nombre del “amor” por una casaca. Y hay quienes se aferran al discurso de “cagonismo” de los jugadores de Boca, en lugar de solidarizarse con ellos y horrorizarse por tanto dislate junto, que hace parecer verosímil hasta una mismísima novela turca.