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A 48 años del golpe militar hay heridas que aún no cierran

Casi medio siglo ha pasado del derrocamiento de Isabel Perón y sus terribles consecuencias la Argentina no logra salir del dolor, de la ira ni logra resolver secuelas que siguen alimentando el resentimiento

25 de marzo, 2024 - 07:14

La verdad de los hechos históricos suele ser esquiva cuando los acontecimientos están cercanos en el tiempo y los triunfos y las derrotas afectan a gente que todavía comparte el tiempo presente y las emociones no dejan ver las cosas claras.

Aunque de todos modos en el largo camino recorrido por la humanidad los valores éticos se han tornado más nítidos aunque no sin librar una durísima batalla para que sea cada vez más extendido saber dónde está el límite entre lo que está bien y lo que está mal.

 

 

Porque hay situaciones en las que violar derechos humanos o infligir sufrimiento y penas no pueden ser disculpadas bajo ningún pretexto de índole política, cultural o social.

Cambiarán los puntos de vistas y nuevos intereses surgirán en desmedro de otros que se creían inamovibles, sin embargo ante la duda se pueden encontrar respuestas en la historia y en las leyes más fundamentales que surgen y a la vez retroalimentan a esa misma historia.

Hoy se conmemora oficialmente en la Argentina el Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia que hace referencia al golpe militar que, con apoyo de sectores civiles, acaeció en la madrugada del 24 de marzo de 1976.

En esa memoria se reivindica a las miles de víctimas inocentes que, en estado de indefensión, fueron apresadas, secuestradas, torturadas, asesinadas y sus restos hechos desaparecer.

Todo eso está comprobado durante los juicios por los crímenes de lesa humanidad y descripto en los testimonios recogidos por el libro Nunca Más.

 

 

Hubo quienes justificaron el accionar de las fuerzas militares en el contexto de la violencia desatada por la guerrilla que había surgido en el país a mediados de los ’60 y se consolidó en una supuesta lucha por la liberación nacional contra el gobierno de facto de Onganía-Levingston-Lanusse.

El contexto internacional era visto desde este lado del planeta como un aliciente para que una juventud supuestamente esclarecida quisiera cambiar el mundo haciéndolo más equitativo y justo con la aplicación del socialismo.

En el otro lado del mundo muchos jóvenes clamaban por la libertad que les cercenaba la aplicación concreta de ese socialismo real, saltaban el muro de Berlín o enfrentaban a los tanques soviéticos en las calles de Praga o Budapest y por supuesto morían en el intento.

Aquí, una especie de mala copia de la idea revolucionaria que recorría el mundo con el contexto de la guerra de Vietnam, el Mayo Francés y la invasión de la URSS a Checoeslovaquia, abrevó en el peronismo primero y en una de las interpretaciones del marxismo después, y comenzó la violencia.

Una contienda despareja que dejó heridas que todavía están abiertas: las víctimas vivas del terrorismo de Estado, las muertes del capitán Viola y su hijita, la muerte de la hija del almirante Lambruschini, la masacre del comedor de la Policía Federal, los asesinatos de policías rasos cuando estaban de guardia, los asesinatos de José Rucci y el Padre Mugica.

Son los más recordados, pero hubo más crímenes sin sentido de Montoneros y el ERP. Como también la Triple A desde una posición de ultraderecha como milicia parapolicial se ocupó de despejar parte del camino para el golpe que se avecinaba.

 

 

Como se ve la violencia y la muerte eran lo cotidiano y el Estado no quiso o no pudo combatir los delitos con la fuerza de la ley por lo que intervinieron otra vez los militares que se constituyeron en el Estado en sí mismo y desconocieron todo tipo de derechos y leyes.

Se quiso imponer la idea de que fue una guerra, pero una guerra tiene sus leyes que indican cómo tratar a los prisioneros y a los que no están armados.

Hubo combates contra civiles armados en los que la regla de juego era la muerte y ésta se enseñoreó entre la sangre. Pero las más de las veces hubo una cacería de gente que ya no representaba ningún peligro real.

Hoy, 48 años después, surgen los despropósitos y sus jodidas consecuencias. La intención inicial de sancionar a los ideólogos de la represión ilegal y a los responsables de más alto rango, se destiñó con la cooptación mezquina de la idea y de los organismos de defensa de los derechos humanos.

 

 

Se exacerbó un heroísmo que no fue tal y no se dejó espacio para una verdadera reflexión y autocrítica. El kirchnerismo llevó la idea de la defensa de los derechos humanos al extremo de engrosar su propio proyecto de poder y causar una injusta reacción contra un tema que abarca a todos los argentinos de ideas y sentimientos puramente democráticos.

Este Día de la Memoria nos encuentra con la memoria casi borrosa de lo que sucedió, de cuáles fueron las causas y si se pudo haber evitado. Todavía no hay arrepentidos por lo que para muchos se hace imposible perdonar.