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La técnica japonesa que enseña a valorar las cicatrices del alma

El kintsugi es una práctica que se enfoca en reparar las fracturas de la cerámica, demostrando que incluso cuando dicho objeto se hace pedazos, puede transformarse de tal manera que termina recuperando su belleza

Por Redacción

27 de agosto, 2020 - 09:12

El kintsugi o kintsukuroi tiene un significado para los japoneses que nos enseña la importancia de ver la belleza, incluso cuando sentimos que nos hicieron pedazos. Es una filosofía de vida que demuestra el poder de enfrentar las adversidades, mientras vemos los errores y nuestras propias cicatrices como parte importante de nuestra historia, lo que nos ha llevado a ser la persona que somos hoy en día.

 

¿Qué es el kintsugi? 

Es una práctica que se enfoca en reparar las fracturas de la cerámica, usando barniz o resina espolvoreada con oro. De esta manera se plantea que las roturas o reparaciones que se realizan, forman parte de la historia de ese objeto y por lo tanto no deberían ocultarse. Demostrando que incluso cuando dicho objeto se hace pedazo, puede transformarse de tal manera que termina recuperando su belleza.

La filosofía explicada en el kintsugi se puede llevar incluso a nuestra vida actual, donde nos preocupamos por lucir siempre perfectos, mientras sentimos miedo a fracasar, sufrir desengaños o pérdidas. Es en este momento cuando pretendemos esconder esa fragilidad que nos hace más humanos y auténticos, ocultándonos en una falsa máscara de éxito.

 

Las heridas pueden llenarnos de luz

Todos tenemos heridas en el alma, sin embargo esto no tiene que ser algo malo que nos marque negativamente para el resto de la vida. El poeta Rumi decía que “la herida es el lugar por donde entra la luz”.

Así como un objeto que se volvió pedazos puede transformarse, los seres humanos también. El kintsugi nos enseña que las heridas pueden pasar de ser un simple trazo de oscuridad a una ventana capaz de iluminarnos por dentro, incuso si sentimos que todo se ha perdido.

El escritor Franz Kafka, pensaba que la capacidad humana para sufrir y tolerar algunos infortunios, era precisamente la manera de afrontar las situaciones más duras. Hay que dejarse llevar por todo, entregarse a todo, pero al mismo tiempo conservar la calma y tener paciencia. Solo hay una forma de superación que empieza con superarse a sí mismo.

Al aprender a valorar esas situaciones que nos rompen por dentro, podemos conseguir una serenidad más objetiva. Si algo podemos considerar del kintsugi es que precisamente esas heridas nos hacen únicos, irremplazables y nos mantienen en constante cambio para crecer como personas.