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Amistades que envenenan

Puede llegar un momento en el que una relación de amistad empiece a perjudicarnos. ¿Cuándodebe de reconocerse el punto final?

Por Redacción

21 de diciembre, 2020 - 08:56

Las amistades, al igual que otros tipos de relaciones interpersonales, cambian con el transcurso del tiempo. Las circunstancias y las necesidades individuales de cada persona fluctúan y, por tanto, las preferencias en la elección de amistades.

Que estas necesidades cambien implica que las relaciones cambien. Sin embargo, hay momentos que, más que cambiar las características de la relación, el punto final es la opción más sana. ¿Cuándo debe de reconocerse el punto y final de una relación de amistad?

 

Características de las amistades

La libre elección constituye el inicio de la amistad. Una elección que puede ser consciente o inconsciente. De hecho, por noma no elegimos a los amigos igual que elegimos ordenador, lavadora o coche. El proceso es mucho más natural, intuitivo. Menos analítico y reflexivo.

Por otro lado, una condición imprescindible para que se mantenga suele ser que exista lo que conocemos como reciprocidad y disponibilidad. Entendemos como amigo a alguien con el que podemos contar, al que llamaremos y sabemos que responderá.

Las amistades son una de las relaciones interpersonales más importantes para la persona. Evita la soledad no deseada, promociona la participación en grupo, aumentando la cohesión entre las personas.

Esto último además favorece el contacto con otras personas, promoviendo la ampliación del círculo social.

 

Cuándo se puede considerar que una amistad ‘envenena’

En líneas anteriores se ha comentado que es inevitable que las personas cambien con el tiempo. Las necesidades, los valores, las preferencias, etcétera, cambian, y por tanto, a la hora de relacionarse, juega un papel fundamental. En las amistades, las necesidades individuales no tienen por qué cambiar a la par, perdiendo el balance en muchos casos entre lo que se da y lo que se recibe.

Además, puede que el cambio que ha sufrido una de las partes haya sido promovido por una experiencia que le ha marcado y que el otro no ha vivido o no ha experimentado de la misma manera. Este hecho es a veces incompatible con seguir manteniendo una amistad, cuando la otra persona realiza demandas que son difíciles de complacer por parte de la otra persona.

El resultado, en muchos casos, puede llegar incluso a la recriminación de determinadas conductas o el chantaje emocional. Algo que la otra persona no está acostumbrada y le puede generar confusión, sirviéndose del ataque como forma de pedir que todo vuelva a ser como antes.

 

Amistades que emocionalmente nos consumen

Existen personas que esperan que los demás satisfagan todas sus necesidades. Esto se da con más frecuencia entre personas de confianza. Las amistades pueden volverse de un perfil pasivo–agresivo si desde el principio de la relación de amistad la persona ha estado acostumbrada a que sus demandas sean satisfechas, sin importar si estas demandas son exageradas o puestas por encima de los recursos de la otra persona.

Que estas demandas sean cubiertas, con independencia de cómo se piden puede construir un círculo vicioso. El resultado de todo esto es que, si estas personas se han acostumbrado a que su conducta no tiene consecuencias, podrían adoptar la inclinación como costumbre.

Romper esta dinámica no suele ser fácil, manifestándose a veces el remordimiento como lástima. Sin embargo, mantener relaciones que no son sanas por el dolor que provoca recordar buenos momentos implica no tener contacto con las circunstancias que están ocurriendo en el presente.

En los casos extremos, mantener ciertas relaciones de amistad conlleva ponerse a uno mismo en riesgo, devaluándose la autoestima y la sensación de valía.

 

¿Romper el vínculo?

Cuando el desgaste es evidente y se aguantan amistades solo por el hecho de haber transcurrido muchos años en el vínculo, las consecuencias se dejan notar. Entre ellas, pueden nombrarse las siguientes:

  • Sensación de hastío a la hora de interactuar con esa amistad. Puede observarse a veces como la persona intenta reducir el número de interacciones con esa persona
  • Unilateralidad: demandas por parte de la otra persona, sin haber reciprocidad cuando se necesitan los cuidados de esa amistad.
  • Atracción de situaciones incómodas: situaciones difíciles con las que lidiar y que se intentan evitar también a toda costa.
  • Reacciones pasivo-agresivas: cuando decir “no” se convierte en un problema que lleva al riesgo incluso de faltas de respeto.
  • Invalidación: relaciones en las que expresar los sentimientos y las inquietudes se hace difícil por el riesgo de invalidación emocional. La consecuencia es que la amistad se convierte en una relación donde las personas se sienten peor, en lugar de mejor.

 

Llegados a este punto, ¿qué podemos hacer?

Valorar los pros y los contras de mantener o romper una relación de amistad es una tarea importante. Las amistades no son estáticas, cambian con el tiempo. No por ello deben de mantenerse relaciones que lo único que aportan es dolor.

La decisión de poner un punto y final a las amistades no es fácil, y menos cuando los buenos recuerdos saltan en la memoria. Todas las personas que se conocen en la vida aportan algún tipo de experiencia, pero no todas deben de quedarse forma permanente y como una obligación que cumplir.