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Adicción al pensamiento: la sutil dependencia que nos atrapa

A veces sobrepensamos y sin saberlo nos hacemos adictos a manejar constantemente información en nuestra mente. Hay un abuso generalizado en el inconsciente, en sus más variadas formas y manifestaciones

Por Redacción

08 de octubre, 2020 - 08:18

La adicción al pensamiento es una indicación literal de la dependencia m&-que-le-hizo-anuel--que-le-hizo-anuel--que-le-hizo-anuel-aa-tuneo-su-lamborghini-de-manera-muy-insolita-tuneo-su-lamborghini-de-manera-muy-insolita-tuneo-su-lamborghini-de-manera-muy-insolitacute;s universal y escurridiza a la que estamos sometidas las personas tanto a nivel individual como colectivo. Hay un abuso generalizado en el inconsciente del pensamiento en sus más variadas formas y manifestaciones (creencias, interpretaciones, comparaciones, símbolos, recuerdos, temores, ilusiones, preocupaciones, etcétera).

En el libro Adicción al pensamiento del psicólogo Pedro Jara Vera se desarrolla una mirada comprensiva y liberadora de lo que se considera el núcleo generador de todos los problemas verdaderamente relevantes del ser humano. Este libro está en consonancia con el paradigma de las terapias de tercera generación, en el que más que enfatizar en controlar los pensamientos y emociones, se acentúa la experimentación de los sucesos internos.

Las preocupaciones, la ansiedad o la depresión, en un primer momento y siempre dentro de unos niveles, suelen revelarnos los problemas que existen en nuestra vida y a los que deberíamos prestar atención. Muchas veces –a semejanza de lo que pasa con la fiebre– sirven como señal de alarma, como una indicación de que nos estamos sobrecargando.

Si los acallamos con distracciones o con tranquilizantes estaremos relegando la función adaptativa que frecuentemente poseen. Cuando no aprendemos de lo que nos resulta doloroso perdemos una información fundamental.

Cerrar los ojos a emociones de ira, pena, miedo o confusión nos impedirá aprender de nosotros mismos, también de las cosas que nos importan o nos gustan y, sobre todo, nos impedirá adaptarnos a este tipo de situaciones en el futuro.

 

Cuanto más pensamos, menos hacemos

La adicción al pensamiento está muy ligada a perdernos en pensamientos automáticos circulares. Nos referimos a pensar en exceso en situaciones, pasadas o futuras, sobre las que nuestros pensamientos no tienen ninguna funcionalidad, que escapan a nuestro control y que dependen más de probabilidad y del azar que de nuestra conducta.

Un rasgo de sabiduría y humildad consiste en admitir que la capacidad de pensar nos ayuda a arreglar las situaciones que nos suponen un problema o un reto, pero por sí sola no puede hacer que nos encontremos bien. El pensamiento es incapaz de mantenernos siempre felices, pues no fue esa su función originaria.

Gracias a que pensamos, solucionamos los problemas que surgen en el día a día y nos orientamos hacia un fin útil. Somos prácticos, cuidadosos y evitamos peligros. Nuestra capacidad de pensar posibilita que resolvamos los problemas materiales y externos que tenemos. Sin embargo, no es omnipotente. En el “espacio interior” –felicidad, bienestar y satisfacción–, no se mueve tan bien.

Es cierto que muchas personas son capaces de emplear determinados pensamientos para sentirse mejor frente a situaciones adversas. Por ejemplo, cuando tenemos un contratiempo, podemos verlo como una manera de aprender y, de este modo, los sentimientos de abatimiento pueden aminorarse. En este sentido, el pensamiento es muchas veces mediador de nuestras emociones.

Como contrapartida, y esto suele ser más habitual, también puede aguarnos la más agradable de las situaciones. No obstante, esta capacidad de mediación de los pensamientos solo funciona hasta determinado grado. Es inútil y, con frecuencia, contraproducente, utilizar nuestros pensamientos para consolarse y no aceptar determinados acontecimientos (por ejemplo, una pérdida afectiva importante).