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Control y manejo del celo en mascotas

26 de octubre, 2018 - 12:04

Uno de los temas que más preocupan a los propietarios de hembras caninas y felinas es el ciclo reproductivo, en lo particular el control del celo y la fertilidad constituye la cuestión que más los desvela. 

En caninos, la pubertad se define como el primer sangrado o celo. La vulva gana tamaño y deja de ser una vulva imperceptible e infantil. Se pueden observar manchas de sangre en el piso o en los pelos periféricos a la vagina, aunque algunas hembras descargan poca cantidad o se lamen y limpian con dedicación, lo que puede generar que los dueños no sean testigos del sangrado. 

En el caso de las gatas, no existe sangrado vaginal alguno pero el comportamiento con maullidos insistentes, arqueamiento del lomo, rolido en el piso y restregamiento del cuerpo contra personas y objetos caracteriza el inicio del celo. Suelen elevar la cola con insistencia exhibiendo la vulva que se observa sutilmente más turgente y lustrosa.

Los machos de ambas especies no presentan celo, sino que la disponibilidad para la reproducción es continua y anual. Pueden experimentar exacerbación de la conducta estimulada por el desarrollo sexual o por la cercanía de hembras en celo. 

El inicio de la pubertad en un punto clave para conocer, los caninos machos entran en pubertad mostrando comportamiento sexual a la edad promedio de 10 meses, aunque el rango es muy variable desde los 4 a 5 meses hasta los 2 años de vida.

Las razas grandes alcanzan la pubertad más tardíamente que los animales de tamaño pequeño. En las hembras, el promedio es de 6 a 10 meses con rango de 4 meses hasta los dos años.

En los felinos machos la pubertad llega alrededor de los 8 a 10 meses y está influenciado por la época del año. Las hembras entran en celo por primera vez entre los 4 a 12 meses de edad pero la pubertad está más vinculada al peso, ya que no entran en celo si no alcanzan un peso de 2,5 kilos.

Cuando en los planes familiares están decididos a no reproducir nunca a las hembras, la solución está al alcance de la mano con la castración. Esta medida tiene carácter definitivo y resulta la medida más popular y eficaz para el control definitivo del celo y por cierto de la reproducción. 

La castración consiste en la extirpación quirúrgica d los ovarios e incapacita a las hembras para desarrollar conducta sexual, celo y por ende la reproducción. Desaparecen las machas que provoca el sangrado en las perras y los aullidos que tanto incomodan en las gatas en celo. Es decir, no solo garantiza la esterilidad, sino que evita cualquier conducta incómoda o indeseable ligada la reproducción.

En este caso, lo más apropiado sería que realizáramos la cirugía antes de que llegue la pubertad, es decir, antes de que seamos testigos de su primer celo. Esta medida le otorgará un beneficio extra y es que al ser operada en este momento de su vida no desarrollará en el futuro tumores mamarios. Este no es un detalle menor, ya que estaríamos indirectamente quitando de su vida al cáncer mamario, con lo que ello significa.

Si la castración sucede más tardíamente cuando el animal ya experimentó algunos celos este beneficio no se cumple en un 100%, sino que su efecto positivo se va diluyendo según trascurren los celos hasta hacerse inexistente.

Como efectos secundarios en la castración en hembras, podemos ver que aumenta el sedentarismo, el apetito y la habilidad de convertir la energía del alimento consumido en reservas con las obvias consecuencias del aumento de peso. Esta complicación es habitual y tiene un justificativo hormonal, pero de ninguna manera es un destino inexorable, es decir, si controlamos la ingesta de alimento y se ejercita regularmente podemos controlar esta tendencia.

El otro efecto posible es que con el paso de los años desarrollen una leve incontinencia urinaria, debido al déficit de estrógenos. Esta complicación es fácilmente controlable, no curable, con medicación, pero tampoco aparece en la mayoría de las perras operadas, sino en un muy bajo porcentaje. 

En el gato, los efectos beneficiosos son los mismos que para las perras y los efectos colaterales solo se experimentan en el terreno del aumento de peso y el sedentarismo.

Controlar sin afectar la fertilidad

Este objetivo es obligatorio cuando la familia desea reproducir a las hembras. 

Debemos garantizar el control efectivo de la fertilidad y de los celos hasta que decidan el momento oportuno para reproducirla, por lo que el camino desde la pubertad hasta la gestación deseada es un camino que debemos recorrer con precaución y conocimiento acabado de las medidas que debemos implementar para alcanzar el objetivo deseado. 

El mejor método es aquel que utiliza solo barreras físicas para evitar la copula, es decir, que privar a la hembra que se junte con el macho es el único secreto que existe para utilizar este método. Parece sencillo de explicar, pero difícil de implementar. 

Si contamos con una casa con barreras físicas confiables como muros y puertas esta labor será sencilla de llevar a cabo en hembras caninas, pero más difícil en las gatas, ya que sabemos por experiencia que la libertad de movimientos que poseen los felinos hace más difícil esta labor. 

Sabemos que el celo en perras dura 21 días y si la controlamos por tres semanas desde que comenzó el sangrado vulvar estaremos seguros que llegaremos a buen puerto. 

En las gatas, el celo dura variablemente tres a diez días donde la conducta sexual se aplaca pero regresará tras un intervalo variable de 15 a 20 días, según la temporada.

El control hormonal tanto en caninos y felinos es posible, aunque conviene hacerlo por breves periodos y bajo el estricto control de un médico veterinario.