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Diez años sin Tangalanga: un emblema de la broma telefónica argentina

Arrancó en 1959 con un viejo grabador Geloso, como una forma de levantarle el ánimo a un amigo suyo, que estaba en situación terminal. Aún hoy, sus cargadas por teléfono acompañaron (y acompañan) a miles de argentinos y extranjeros

Por Redacción

28 de diciembre, 2023 - 08:57

Por un lado, era un fino empleado de primera categoría de una gran empresa multinacional. Por el otro, un hombre solidario, que ayudaba a cooperadoras de hospitales y gente extremadamente humilde. Y por el tercer lado, el terror de los usuarios de teléfono: un justiciero que, con sus bromas, exasperaba a manosantas, malos comerciantes, mecánicos avivados y supermercadistas chinos.

Julio Victorio de Rissio, más conocido como el Doctor Tangalanga (nombre azaroso que surgió en pleno llamado) había nacido en Buenos Aires en 1916. La casualidad quiso que pudiera conocer a su esposa de toda la vida, incluso antes de que esta llegara al mundo: los padres de Julio tenían una casa enorme, y subalquilaron unos cuartos a los padres de Norita, que venía en la panza de su mamá. Un matrimonio que duró 72 años, hasta el 26 de diciembre de 2013, fecha en que el Doctor partió hacia la eternidad.

Tangalanga junto a Norita, su esposa

La historia oficial, contada por él mismo, dicta que su fama como bromista telefónico empezó de casualidad, como una muestra de amor por un amigo suyo: corría el año 1959 cuando Sixto, un proveedor de la empresa Palmolive, e íntimo amigo de Julio, cayó postrado por un tumor cerebral. Con el fin de levantarle el ánimo, Julio comenzó a grabar conversaciones telefónicas con un rudimentario (pero avanzado para la época) grabador de cinta abierta marca Geloso. Con esas llamadas, Sixto evitaba que la gente le hablara de su enfermedad. Julio logró que Sixto muriera en paz, feliz, contento.

Un grabador marca Geloso, el mismo que utilizara Tangalanga en sus primeros llamados de 1959.

Por la tristeza que conlleva perder a un amigo, los llamados telefónicos tuvieron un largo impasse de casi 20 años. A fines de los setenta, don Julio sufrió una hepatitis que lo obligó a permanecer meses en cama, y para no aburrirse comenzó a hacer bromas desde su reposo. Fue ahí que el fenómeno se esparció como reguero de pólvora: la era del cassette permitió el copiado 'trucho', y la alegría, las risas y la picardía se multiplicaron por doquier.

Julio Victorio de Rissio, además de 'bromista telefónico', fue un hombre de la alta sociedad porteña. Vivía en una enorme casa de dos plantas, y era empleado jerárquico de la empresa Palmolive. Serio, circunspecto, era al mismo tiempo presidente de entidades de beneficencia de varios hospitales y colegios. Y en su tiempo libre (que él mismo se creaba), llamaba a potenciales 'víctimas' para 'hacer justicia'.

"Yo hago rabiar a uno, pero conmigo se ríen miles", solía decir Tangalanga, que tuvo su mayor momento de gloria en la década del 80, con la proliferación del cassette copiado. Y un fanático suyo, Roberto Fasano, le propuso editar profesionalmente esas llamadas, que hoy son históricas: "No ganamos nada con cada cassette oficial, pero el sonido es bien clarito" se lo escucha decir en un llamado especial, donde la 'víctima' lo reconoce, y le agradece las risas que produjo.

La característica de los llamados de Tangalanga era la rapidez para contestar, y la capacidad para insultar en forma graciosa. Muy pocos son los llamados que no incluyen improperios, y uno de ellos es el que le hizo a una joven estudiante de medicina que hacía poco había obtenido un esqueleto para su estudio. Alguien le pasó el dato a don Julio, quien llamó a la chica para decirle que el esqueleto era de un tío suyo, "un hombre que en vida era un pan de Dios", y que tenía intención de llevarle unas flores para demostrar su recuerdo.

Tangalanga fue, y es, un ídolo para miles de argentinos y extranjeros, y la farándula, la televisión y los teatros no le fueron ajenos: el músico Luis Alberto Spinetta se confesó admirador suyo, de la misma manera que Ricardo Mollo, Aníbal Fernández, Jorge Guinzburg, e incluso el expresidente Carlos Saul Menem. La década del 90 lo encontró con más exposición, lo que hizo que las 'víctimas' lo reconocieran más seguido, pero también llegó a más público que se agolpaba en cada lugar donde el hombre se presentaba: el Hotel Bauen, teatros de Uruguay, México, e incluso Estados Unidos: la fama de Tangalanga rompe fronteras, incluso con un humor típicamente argentino.

Luis Alberto Spinetta junto a Julio Victorio de Rissio

La obra de Tangalanga tuvo su repercusión en la cultura popular. La película El Método Tangalanga, una especie de biopic ficcionada, se estrenó a principios del 2023. El periodista Diego Recalde se propuso, hace años, descubrir a la mayor cantidad de 'víctimas' de los llamados, que redundaron en varios documentales. Estuvo en el living de Susana Giménez, fue parte del programa Café Fashion, y varias bandas de rock incluyeron su voz en algunas canciones. 

El doctor Tangalanga, o Julio Victorio de Rissio, falleció el 26 de diciembre del 2013, luego de 97 años vividos a pleno. Pasaron diez años, y su obra sigue siendo analizada como un fenómeno que muchos todavía no pueden explicar. Los testimonios de personas que salieron de su depresión gracias a los llamados, que una y otra vez volvemos a escuchar, se reproducen por miles, incluso a una década de la partida del bromista. Y a cada tanto, ante "un improperio, una palabrita fuera de tono", más de uno replica en modo tangalaneano: "¿En qué sentido me lo dice?".