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Vinimos en los barcos y ahora no sabemos a dónde vamos

La historia de la diplomacia nacional ha sido tan sinuosa como lo es desde siempre la política integral en todos sus aspectos

11 de julio, 2021 - 09:23

La frase pésimamente utilizada por el presidente Alberto Fernández de que, a diferencia de otros pueblos latinoamericanos los argentinos descendemos de los barcos, no hacía ninguna referencia racista como brillantemente lo señaló el INADI, luego de varios días, seguramente, de sesudas investigaciones.

Pues los célebres Octavio Paz y Carlos Fuentes tal vez sí nos hayan mirado en menos al considerarse ellos como exponentes de las más nobles estirpes indianas y a nosotros como hijos de errantes plebes europeas. Y como bonus track, nuestro mandatario naufragó en la balsa de Lito Nebbia al incorporar la, sí ofensiva, frase de que los brasileños vienen de la selva.

Estas cuestiones ya vetustas por el rápido devenir de hechos e informaciones, viene a cuento para observar, sin pretender entenderlo cabalmente, dónde está o cree estar la Argentina en relación al resto del mundo. Algo que ya no es tan lejano ni ajeno, muy por el contrario, en muchos casos nos influye muy de cerca en la vida cotidiana.

La historia de la diplomacia nacional ha sido tan sinuosa como lo es desde siempre la política integral en todos sus aspectos, por lo que para ahorrar tiempo y explicaciones basta observar la difícil realidad de los argentinos, tanto la que percibimos como la que efectivamente ocurre. 

Desde la firme neutralidad de Hipólito Yirigoyen durante la Primera Guerra Mundial, pasando por la pragmática apertura de relaciones diplomáticas de Juan Domingo Perón con la ex Unión Soviética, se puede decir que la Argentina ha ido perdiendo presencia y protagonismo en el concierto internacional.

Pocos hitos hay para destacar como la no participación en la invasión de EE.UU. a República Dominicana en 1965, la permanencia en el Movimiento de Países No Alineados hasta su extinción y la presencia de fuerzas armadas argentinas en las misiones de los Cascos Azules de la ONU.

Y uno de los últimos aciertos, como fue constituir el Mercosur a partir de la iniciativa de los presidentes José Sarney, de Brasil, y Raúl Alfonsín, tuvo la ambición de ser alguna vez un verdadero mercado común, pero llegó apenas a ser una unión aduanera imperfecta.

Algo que hoy vemos que se marchita sin haber florecido completamente y se encamina hacia su disolución o a convertirse en un cascarón inoperante.

La falta de políticas de Estado en los sucesivos gobiernos argentinos y el decreciente interés en los otros tres socios (Brasil, Paraguay y Uruguay) en ceder alguno de sus intereses, ha impedido que los acuerdos originales se adapten a un mundo distinto al de hace 30 años. Globalizado y casi sin fronteras materiales, los conceptos de dominación e imperialismo opuestos al de liberación nacional, dejaron lugar a la contradicción entre aislamiento y atraso tecnológico frente a la integración, progreso y desarrollo.

La idea original de un Mercosur protegido por un arancel externo común para defender industrias, que por lo menos en la Argentina no pudieron suplir importaciones, ahora es el cerrojo que impide acordar con otros bloques como la Unión Europea o el espacio Asia Pacífico.

Además, la libre circulación de personas y mercaderías en las fronteras internas sin impuestos aduaneros, fue cediendo a una maraña de restricciones. De eso la producción mendocina es frecuentemente víctima cuando por diferentes motivos no se permite el ingreso a Brasil de vinos, ajo u otros productos frescos por algún incumplimiento en las formas, el transporte o en el embalaje.

Para hacer acuerdos de comercio internacionales hay que aceptar que si un país quiere exportar también tiene que importar algo del mismo país al que se le vende.

La Unión Europea aceptaría comprar mercancías del Mercosur si éste rebaja o anula los aranceles que se aplican a los productos de los países de Europa. Pero la Argentina se niega porque eso desprotege a la actividad industrial ante la competencia desleal de productos más baratos.

No deja de ser cierto, pero entonces, ¿por qué no se buscan formas de complementación para aliviar el daño inicial que toda reforma de este tipo provocaría, como pasó en los comienzos del Mercado Común Europeo hace más de 50 años?

Por el momento no hay un 'UrugayExit', pero ya el presidente Lacalle Pou está dispuesto a acordar en forma directa con otros países o bloques, lo que contraría lo establecido en los tratados que formaron el Mercosur.

La Argentina, en lugar de calmar las aguas y buscar un punto intermedio de acuerdo, lanza frases admonitorias pretendiendo enseñarles a los otros a vivir. 

Tal vez un ejemplo de que no se quiere aceptar el haber tomado posiciones erróneas, es que se ha sacado a la luz la supuesta participación del gobierno de Mauricio Macri en la salida de Evo Morales del poder.

Reconociendo que el líder cocalero fue presionado a dejar la presidencia de Bolivia en forma ilegítima por una asonada cívico militar, también hay que aceptar que había desconocido la propia ley boliviana que le impedía ser nuevamente reelegido.

La presunta maniobra distractiva del gobierno de Fernández apunta a sacar rédito electoral de una, hasta el momento no demostrada, venta o entrega de material policial que se destinó a reprimir y asesinar a partidarios de Evo Morales.

El presidente argentino hace conocer una carta de un militar boliviano agradeciéndole a la Argentina la provisión de cartuchos, spray y granadas de gases lacrimógenos.

Es cierto que Macri no se esforzó mucho en garantizar la seguridad de un jefe de Estado de un país amigo y en nada ayudó a proteger la vida del mandatario derrocado como lo indican las normas y buenas costumbres internacionales o la tradición democrática de América latina, pero tampoco es muy creíble que hayan sido con gases lacrimógenos que desalojaron a Morales del Palacio Quemado.