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Políticas de Estado para la defensa y la seguridad

Los argentinos deben ser el fin y el eje de las políticas de Defensa y de Seguridad, dentro de un nuevo plexo legal que permita encarar con eficiencia las tareas pertinentes. En esa instancia, las Fuerzas Armadas son parte de la solución

29 de diciembre, 2023 - 08:35

A partir del cambio de las autoridades a nivel nacional, especialmente en Defensa y en Seguridad, venimos publicando una serie de artículos relacionados con lo que entendemos que tienen que ser sus funciones. A saber: Una propuesta para la defensa nacional y Economía para la Defensa y Defensa para la economía.

Nos interesa ahora explicar las relaciones entre las esferas de ambas áreas de competencia estatal.

Ya se lo pedía Platón a los guardianes de su República: tenían que ser como perros nobles, buenos con sus dueños y crueles con sus enemigos. Aunque si el famoso filósofo viviera hoy, seguramente - también- limitaría esa crueldad, ajustándose al uso legítimo de la fuerza por parte del Estado.

Y de eso precisamente se trata: la administración del uso legítimo de la fuerza estatal, para que los argentinos podamos vivir más seguros y bien defendidos.

El tema no solo se encuentra entre los primeros más demandados por nuestra sociedad. También suponemos, casi con certeza, que este tema será central en el Gobierno.

Por estos motivos es que considero necesario acercar algunas reflexiones desde mi experiencia y estudios realizados al respecto.

Lo primero, es reconocer que el individuo, el argentino concreto, debe ser el fin y el eje de las políticas de defensa y de seguridad. En este sentido, el fin último del Gobierno será siempre el bienestar y la protección de las personas, incluidos aquellos argentinos que viven en el exterior. Por lo tanto serán políticas basadas en nuestros valores, aquellos anunciados por la Revolución de Mayo y esparcidos por medio continente por las campañas libertadoras del General San Martín.

Lo segundo es admitir que los medios de la Defensa deberán colaborar y suplementar subsidiariamente a los esfuerzos de la Seguridad, ya que en la actualidad los riesgos de ambas están interconectados y se propagan sin reconocer fronteras. Por ejemplo, amenazas como la del narcotráfico ya no admiten ser consideradas como fenómenos locales, sino globales.

 

Las fuerzas armadas como parte de la solución

Durante un largo periodo de nuestra historia, las Fuerzas Armadas han sido percibidas como parte de nuestra problemática nacional y es hora de que pasen a formar parte de la solución. Siempre han sido un núcleo de modernidad y desde los tiempos de Dellepiane, Savio y Mosconi sentaron las bases para nuestra industria nacional.

En otra época, mediante el servicio militar obligatorio, incorporaron generaciones enteras de inmigrantes a la vida nacional. En lugares aislados, especialmente, les enseñaron lo básico a quienes carecían de casi todo. Hoy, las exigencias de su profesionalismo las han alejado de esas tareas sociales, pero, sin embargo, nuevos fenómenos, como la marginalidad y la exclusión, pueden obligarnos a que nos replanteemos algunas cosas.

¿No sería bueno, acaso, que ellas colaboren de alguna forma en la formación de nuestros jóvenes? Pienso, por ejemplo, en un sistema cívico voluntario o en el restablecimiento parcial del servicio militar obligatorio en aquellas zonas de pobreza estructural y endémica.

Luego de un largo proceso de deterioro, las FF.AA. necesitan ser rescatadas para que se transformen en un instrumento útil al servicio del Estado y de sus ciudadanos.

En primer lugar, hay que detener su deterioro moral y restablecerles su orgullo. Tenemos que dar vuelta –definitivamente– la página del síndrome de los abusos de los Derechos Humanos por parte de unos pocos militares hace ya más de 30 años.

Lo segundo es darles una misión trascendente, pues ninguna institución puede progresar sin tener una.

Lo tercero, debemos educarlas y prepararlas para el cumplimiento de esta misión. Por último, hay que asignarles un presupuesto adecuado, equiparlas y organizarlas para el cumplimiento de esta misión.

El diseño de las nuevas FF.AA. que necesitamos implicará lo siguiente:

- Que estén bajo un sano control civil objetivo. Uno que no busque simplemente domarlas, sino que, reconociendo las peculiaridades de su ethos militar, potencie sus virtudes y las integre a la sociedad civil.

- Que sean capaces de llevar adelante una multiplicidad de tareas en el marco de su misión. Los conflictos modernos así lo exigen y la guerra convencional es solo uno de ellos.

Para enfrentarlos, en algunos casos bastará con el simple ejercicio de la disuasión convencional. Pero en otros, por ejemplo, será necesaria su participación en la mitigación de las catástrofes y emergencias medioambientales, pasando por la ejecución de operaciones de paz complejas, a la par de mantener la vigilancia de nuestros espacios de interés como la Antártida, el Mar Argentino, nuestro espacio aéreo y espacial y el ciberespacio.

Tampoco podemos descartar que ellas presten su apoyo a nuestras fuerzas de seguridad y policiales ante situaciones que pudieran sobrepasarlas, como es el caso del narcotráfico o el terrorismo.

- Lo anterior les impondrá que sean de carácter expedicionario. Vale decir, que deberán estar diseñadas como fuerzas ligeras, pero a la vez potentes. Que tengan la posibilidad de poder trasladarse rápidamente al lugar del territorio nacional o del extranjero que lo exijan nuestras decisiones políticas.

 

Lo último: una hoja de ruta para lo inmediato

Hasta aquí hemos hablado de nuestros lineamientos en política de Defensa. Se trata ahora de ver cómo integramos estas ideas en el marco de un proyecto nacional que apunte a la grandeza, aunque siempre teniendo en cuenta que la política es el arte de lo posible. Paso a detallar algunas cuestiones concretas que, a mi criterio, son de urgente resolución.

- Necesitamos un sistema de alianzas adecuado. Si la caridad bien entendida empieza por casa, no cabe duda que nuestra primera alianza deberá ser con los más próximos. Esto significa con nuestros vecinos americanos del Sur.

- Es imprescindible contar con un marco legal coherente. Ya hemos dicho que abogamos por un concepto de Defensa integrada al de la Seguridad, todo ello apoyado en un desarrollo propio potenciado en una sana integración regional. Específicamente, lo señalado no es practicable hoy por la incoherente legislación que rige las actividades que le son propias. Se impone, por consiguiente, un nuevo plexo legal que permita encarar con eficiencia las tareas de la Defensa y de la Seguridad.

- Debemos buscar una respuesta para el problema del Atlántico Sur. Por un sinnúmero de circunstancias se ha ido configurando un escenario de crisis potencial en esta área geográfica tan importante para nuestros intereses. Se destacan entre ellas la presencia de la potencia extra continental de Gran Bretaña en nuestras Islas Malvinas, la potencial disponibilidad de una gran cantidad de recursos naturales en la zona (pesquería, petróleo, etcétera) y el creciente interés internacional por la Antártida. Me pregunto, por ejemplo, qué pasaría en caso de que ocurriera un gran derrame petrolero cerca de las Islas Malvinas.

- Es necesario contener al flagelo del narcotráfico. Ya he dicho que el crimen se ha globalizado, se ha hecho transnacional. El mismo camino debe seguir su respuesta porque de nada valdrá que un país actúe eficientemente y que sus vecinos no lo acompañen, ya que en definitiva lo que estarán haciendo es posponiendo los efectos del problema.

- Debemos fortalecer a nuestra Cancillería y a nuestras FF.AA. como el soporte de nuestra política exterior. Para que nuestra política exterior no devenga en una mera retórica necesita de la colaboración de dos elementos ineludibles: por un lado, nuestra red de embajadores coordinados por la Cancillería, y por el otro, a nuestras Fuerzas Armadas en capacidad tanto de disuadir a las potenciales amenazas como de colaborar en la estabilidad y la paz mundial mediante las operaciones de paz y de asistencia humanitaria.

Finalmente, solo me resta remarcar que todo lo expresado debe englobarse en lo que denominamos como una Política de Estado. Una que además de ser implementada por los responsables estatales específicos, deberá ser impulsada desde todos los sectores del Estado y desde la propia sociedad, a los efectos de que sus beneficios no solo contribuyan al bienestar general, sino también para lograr una mejor coordinación de todos los esfuerzos, así como su perdurabilidad en el tiempo, más allá de los habituales cambios de gobierno.

La educación será el puente con el cual se establecerá el nexo entre los que conciben y hacen y los que estudian y difunden. Con ello, no solo lograremos el consenso necesario de la opinión pública, sino también, es mi intención devolverles a los argentinos el sano orgullo de su pertenencia nacional.

 

El Doctor Emilio Luis Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.