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Los nuevos miserables

La muerte de un joven en Francia, la semana pasada, que derivó en violentos disturbios, parece dejar en evidencia que el problema va más allá de un hecho policial, ya que se mezclan cuestiones religiosas, de discriminación racial y hasta políticas y económicas

07 de julio, 2023 - 07:47

Les Misérables es una película musical francoinglesa que cuenta la historia de Jean Valjean, un expresidiario que se convierte en el alcalde de una aldea en Francia. Valjean es perseguido por el inspector de policía Javert, quien no le perdona su pasado. La historia está inspirada en la famosa obra homónima del poeta Victor Hugo de 1862, cubre 17 años y se establece en un contexto de inestabilidad política, social y económica que culmina en la rebelión de junio de 1832 en París.

La obra original muestra un retrato vivo de esa sublevación en la cual los republicanos se alzaron contra los intentos de restauración monárquica y que culminaría con la entronización de Napoleón III. Describe una sociedad conservadora que no quiere admitir ningún cambio en su forma de vida, y también una sociedad pobre en la que gran parte vive en la miseria, mientras la burguesía se muestra descontenta por su pérdida creciente de poder.

Hoy, en julio de 2023, los sucesos parecen volver a repetirse, aunque en un contexto diferente. Si bien esta vez los incidentes se originaron en la muerte de un adolescente de origen norafricano durante un control policial, a lo que siguió un gran estallido que se ha extendido por varias noches y a varias ciudades francesas, las causas parecen encontrarse en la señaladas hace unos años atrás por un grupo de militares franceses retirados, los que en una carta pública dirigida al presidente de la República y a sus parlamentarios los advierten de lo siguiente: “La situación es seria, Francia está en riesgo, varios peligros mortales la amenazan. Nosotros que, incluso jubilados, seguimos siendo soldados de Francia, no podemos, en las circunstancias actuales, permanecer indiferentes al destino de nuestro hermoso país”.

Sostienen tan grave acusación en lo siguiente:

1) “Discriminación que, a través de un cierto antirracismo, se manifiesta con un único objetivo: crear en nuestro suelo, malestar, incluso odio entre comunidades. Hoy algunos hablan de racismo, indigenismo y teorías decoloniales, pero con estos términos es la guerra racial lo que quieren estos seguidores fanáticos y odiosos. Desprecian nuestro país, sus tradiciones, su cultura y quieren verlo disolverse, quitándole su pasado y su historia. Así atacan, a través de estatuas, antiguas glorias militares y civiles analizando palabras que tienen siglos de antigüedad.

2) Discriminación que, con el islamismo y las hordas suburbanas, lleva al desprendimiento de múltiples parcelas de la nación para transformarlas en territorios sujetos a dogmas contrarios a nuestra constitución. Sin embargo, todo francés, sea cual sea su creencia o no, se siente como en casa en todas partes de Francia; no puede ni debe existir ninguna ciudad o distrito donde no se apliquen las leyes de la República.

3) Discriminación, porque el odio prevalece sobre la fraternidad durante las manifestaciones donde las autoridades utilizan a la policía como agentes sustitutos y chivos expiatorios frente a los chalecos amarillos de Francia que expresan su desesperación. Esto, mientras individuos encubiertos y encapuchados saquean negocios y amenazan a estas mismas agencias de aplicación de la ley. Sin embargo, estos últimos solo aplican lo que dicen las directivas, a veces contradictorias, dadas por ustedes, los gobernantes”.

Deberíamos preguntarnos cómo un país, con una cultura que por siglos ha sido considerada como el faro de la Ilustración ha devenido en esto.

Para empezar a desmenuzar esta compleja historia hay que recordar que Francia ha sido objeto del terrorismo islamista durante un tiempo, especialmente tras sus intervenciones militares en Siria e Irak. Una situación que, también, se ha dado en otros países europeos y en los EE.UU., por lo que no explica a la actual situación francesa.

Para seguir, no puede excluirse la presencia de la delincuencia y de la violencia narco, especialmente en la ciudad puerto de Marsella. Pero ello tampoco se replica y explica a toda Francia.

Finalmente, no queda más remedio que apelar a la tesis explicativa del novelista francés Michel Houellebecq, autor de Sumisión, para quien Francia transita un proceso masoquista de flagelación. Según él, existe un vago y generalizado ambiente de autodenigración que flota en el aire como un gas. Dice que cualquiera que mire la TV francesa en estos días podrá ver la obsesión de sus presentadores, periodistas, economistas, sociólogos y especialistas varios por pasar la mayor parte de su tiempo comparando a Francia con otros países europeos, invariablemente, con el objetivo de menospreciarla.

La causa de ello parecería ser algo tan básico como la demografía. Algo que se manifiesta, principalmente, en su bajo "índice de fecundidad" (es decir, el número de hijos por mujer) y que ha descendido en Francia al 1,8. Una cifra no tan mala si la comparamos con la de otros países del sur de Europa, por ejemplo, un 1,3 para Italia, España, Portugal y Grecia. Y peor aún en Asia, con tasas en Singapur y en Taiwán del 1,2 o del 1,1 en Corea del Sur. Pero como se trata de países considerados avanzados tecnológicamente son, por lo tanto, admirados por los franceses.

Volviendo a Francia, está claro que para los galos el tema se ha convertido en una obsesión vinculada con su propia decadencia. En ese sentido, Francia le recuerda a Houellebecq a esos viejos hipocondríacos que no paran de quejarse de su salud, pero que pueden llegar a vivir muchos años más.

En ese sentido, señala que la postura de los países asiáticos de rechazar toda forma de inmigración no es otra cosa que un suicidio demográfico. Por su parte, ve la misma actitud en los países del sur de Europa, pues se encuentran en la misma situación, ya que los inmigrantes que desembarcan en Italia, en España y en Grecia, lo hacen sólo de paso, sin contribuir a modificar el desequilibrio demográfico existente, pues se sienten irresistiblemente atraídos por los países del norte de Europa.

Para complicar un poco más las cosas, las posturas de la Izquierda/ Progresista/Humanista afirman que todo se trata no de un suicidio, sino de una regeneración, ya que la incorporación de gente joven, como son la mayoría de los inmigrantes, permite mejorar las deficiencias del crecimiento vegetativo.

Pero esta opinión no es compartida por la mayoría de los franceses que advierten los peligros de una guerra civil inminente porque los recién llegados se niegan a asimilarse a la cultura francesa, viven en guetos y odian a Francia.

Como todos sabemos, hacen falta dos bandos bien definidos para tener el escenario de una guerra civil. Por eso nos preguntamos si los franceses de pura cepa van a tomar las armas para defender sus tradiciones y enfrentarse con las bandas de inmigrantes que asolan sus ciudades, pues hace tiempo que no tienen otra religión que la Ilustración, que proclama a los cuatro vientos las consignas de “Libertad, Igualdad y Fraternidad”.

Pero como nos repetía una profesora escolar de Historia, no se olviden de que los franceses guillotinaron a sus reyes y, después, se dedicaron a cortarles la cabeza a todos los revolucionarios que habían cometido ese crimen.

 

El Doctor Emilio Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.