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Los liceos no se tocan

El intendente de Comodoro Rivadavia anunció en la campaña electoral que quiere derribar los muros que rodean al Liceo Militar General Roca para integrarlo en un proyecto de dudosa utilidad para la comunidad. Una idea –sin dudas– oportunista, que lo convierte en un político del montón que no entiende el valor social y educativo que representan las instituciones de ese tipo, que no adoctrinan, sino que forman a hombres y a mujeres libres

21 de julio, 2023 - 09:29

Recuerdo que en 2006, cuando hubo un intento de cambiar la estructura y los contenidos educativos de los liceos militares, el ingeniero Julio Cobos, conocedor del tema, expresó a las más altas autoridades nacionales los argumentos por los cuales debían mantenerse los contenidos curriculares de los mismos, y para alegría de tantos exliceístas y de toda la sociedad que manifestaba su preocupación, el presidente Néstor Kirchner hizo dar marcha atrás a esa reforma haciendo primar la racionalidad y lo verdaderamente estratégico sobre las causas ideológicas que seguramente habían inspirado la medida.

“Un liceísta volverá a conducir Mendoza”, titulaba el diario Los Andes, casi cinco años después –el 11 de septiembre del 2011–, antes de las elecciones, ya que los tres candidatos a ocupar ese cargo habían pasado por el Liceo Militar General Espejo. Uno, ingeniero y radical, Roberto Iglesias; el otro, abogado y peronista, Francisco Paco Pérez, y el tercero, licenciado en Administración de Empresas y demócrata, Luis Rosales.

Sorprende la amplitud y diversidad de criterios que son, sin duda, producto de una formación que les ha enseñado, desde muy temprano, el ejercicio de la libertad intelectual, el respeto a la dignidad humana y a reconocer al otro como persona, con todo lo que ello significa. Valores estos, tan escasos en nuestro país y por cuya ausencia tanto sufrimos.

Mendoza no es una excepción en esto. Los liceos militares han dado a la Argentina hombres de prestigio que se han destacado en todos los ámbitos del quehacer nacional público y privado. En sus aulas se han educado y formado presidentes constitucionales, senadores, diputados, gobernadores de provincias, intendentes, empresarios, investigadores, científicos, jueces y fiscales. Los hay de todos los partidos y visiones políticas. Esta es una evidencia irrefutable de la amplitud de pensamiento que transmite esta institución.

Los liceos militares, como institutos de enseñanza secundaria de excelencia, han tenido un exitoso desempeño desde la creación, en 1938, del Liceo Militar General San Martín, en la provincia de Buenos Aires. A este le siguió en 1944 el General Paz, en Córdoba, y luego en 1947 el General Espejo en Mendoza, el mismo año en que fue creado el Liceo Naval Almirante Guillermo Brown.

Así fueron sumándose los liceos militares en diferentes provincias argentinas: Santa Fe, Tucumán, Salta, Chubut, Misiones. La Fuerza Aérea también tiene su propio liceo militar.

 

Una decisión más ideológica que benéfica

Hoy volvemos sobre el tema porque el intendente de la ciudad patagónica de Comodoro Rivadavia, Juan Pablo Luque, ha anunciado, entre bombos y platillos electorales, que quiere “derribar los muros” que rodean al Liceo Militar General Roca (LMGR) para integrarlo en un proyecto de dudosa utilidad para la comunidad.

Lamentablemente, como sucede en estos casos, la cuestión se cocinó entre gallos y medias noches entre el Ministerio de Defensa y la mencionada intendencia, sin siquiera notificar de estas gestiones a las autoridades militares, que son las que tienen bajo su responsabilidad el manejo de las instalaciones de esa institución educativa.

Pero el tiro les ha salido por la culata, por cuanto la comunidad, tanto padres como cadetes, excadetes y vecinos en general ha salido a manifestarse en contra de este proyecto que no tiene pies ni cabeza. Hasta el gobernador de la Provincia, Mariano Arcioni, en su carácter de egresado del LMGR, ha expresado su sorpresa ante la extraña iniciativa.

La sociedad comodorense se ha manifestado contra una decisión demagógica que desconoce la verdadera misión de ese tipo de instituciones

Me cuentan mis amigos patagónicos que, justamente, lo que sobra en la Patagonia son los espacios disponibles pero no así los espacios cubiertos para realizar actividades deportivas, culturales y sociales a resguardo de las inclemencias del clima.

Si la intención del intendente es beneficiar a su comunidad, antes que apropiarse de lo que no le pertenece –ya que el LMGR es un monumento histórico con funciones bien determinadas–, lo que debería hacer, por ejemplo, es un gimnasio cubierto que pudiera ser tanto aprovechado por los cadetes como por otros colegios de la zona.

 

Función trascendente de los liceos

Cabe destacar que los liceos militares no tienen como premisa principal la de transformarse en centros de reclutamiento de los institutos militares, ya que su función última y trascendente, como ampliamente lo demuestran los hechos, es la de formar hombres y mujeres libres, con una capacitación académica de excelencia y con un profundo conocimiento de los valores nacionales, despertando en ellos la conciencia sobre la necesidad de la defensa nacional, para que luego se integren a la sociedad desde la vocación profesional o técnica que libremente elijan.

En los tiempos que corren, bien pueden hacerlo integrados a la comunidad en las que están localizados, compartiendo valores, actividades y, llegado el caso, instalaciones. Pero no como una forma de menoscabo y de cercenamiento de las capacidades educativas de estos centros de estudios militares que han probado y siguen probando su eficacia integradora.

Como egresado del Liceo Militar General Espejo, de Mendoza, puedo asegurar que los liceos militares no obligan, adoctrinan o inculcan al alumno una determinada orientación o personalidad, lo que se denomina “ethos”, hábito o costumbre adquirida –y que maliciosamente relacionan algunos con el ámbito militar–. Por el contrario, lo que se observa en la formación que imparten es el respeto a la democracia, la ley, el orden y la disciplina.

 

Construir puentes en vez de derribar muros

Es por esta razón –por la apertura intelectual y el respeto a las decisiones personales que a lo largo de la historia han transmitido a sus alumnos– que han sido siempre muy pocos los egresados de los liceos militares que siguen la carrera militar.

Sólo el acotado pensamiento ideológico de cualquier signo – que tanto daño nos ha hecho-, podría terminar con cualquier vestigio de educación para la defensa, de amor a la patria y la formación de reservas que tanto necesitamos y que para ello es necesario “derribar muros”.

En todo caso, lo que habría que hacer es construir más puentes de los ya existentes para reforzar los vínculos de unión entre las Fuerzas Armadas con la comunidad.

Para terminar, el analista Jorge Castro, en su libro La visión estratégica de Juan Domingo Perón (Ed. Distal), sobre la evolución que ha tenido a lo largo de la historia el pensamiento político y estratégico en nuestro país, explica lo siguiente: “Lo más importante del pensamiento de Perón no es ideológico sino estratégico”.

Es en la acción –como fue el abrazo de Perón y Balbín–, donde el estadista deja de lado la ideología para ponerse al servicio del interés general de la Nación.

Y esto lo traigo a colación por el hecho simbólico de que construir puentes es siempre mucho más benéfico y abarcador que derribar muros. Y, muchas veces, sirve como la piedra de toque para distinguir entre un verdadero estadista y un político del montón.

 

El Doctor Emilio Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.