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¿País emergente o en emergencia?

25 de junio, 2018 - 19:41

Para algunos entendidos la calificación de “mercado emergente” es sinónimo de aquellos en los que es riesgoso invertir porque están sujetos a sufrir, concretamente, emergencias.
Históricamente, se considera al empréstito contratado por el presidente argentino Bernardino Rivadavia en 1826 como el ejemplo de esta situación ocurrida con la quiebra de la casa Baring Brothers, de Londres, más de 60 años después, en 1890. 

Supuestamente, la globalizacion y la creciente integración financiera que ha tenido lugar desde esa fecha, han hecho menos probable la ocurrencia de tales crisis.

Sin embargo, las preguntas siguen siendo las mismas. Ya que el devenir de las cuestiones financieras no ha sido nunca algo sencillo de predecir ni algo que no estuviera sujeto a sobresaltos.

Al respecto, cabe preguntarse cómo afectará esta nueva calificación de la Argentina como mercado emergente a los mercados financieros, ya que los denominados fondos de inversión no tienen ni pueden tener otro norte que su propia rentabilidad.

En este sentido, sería tan peligrosa una caída por falta de confianza como una subida por un exceso de optimismo, pues ambas situaciones no harían otra cosa que incrementar la volatilidad de los mercados.

También nos debemos interrogar de cómo todo esto afectará a la economía real, ya que al margen de lo que en los EE.UU. se denomina “Wall St.”, tenemos a “Main St.” Con la primera de las nombradas representando al mundo de las finanzas y a la segunda, a la economía de todos los días.

Con tasas de interés del 40% resulta muy poco probable que esos fondos de inversión, aún en el supuesto de que adopten una actitud positiva hacia el país, coloquen sus activos en acciones de empresas argentinas.

Muy por el contrario, se puede deducir que lo seguirán haciendo a través de instrumentos financieros que permitan invertir y retirarse con gran rapidez. Además, no puede pasar por alto el concepto de creciente insostenibilidad de nuestra deuda externa. Una que crece y que cada año absorbe más recursos genuinos para el pago de sus intereses.

Salvando las distancias, sería como si nosotros pretendíeramos mantenernos mediante compras exclusivas  con nuestra tarjeta de crédito. Y que para colmo de males, pagáramos solo el monto mínimo todos los meses.

Obviamente que el resultado, a la larga, sería desastroso pues entraríamos en una cesación de pagos, lo que a nivel internacional se conoce como un default.

Esperemos que todas estas consideraciones, del más elemental sentido común, sean tenidas en cuenta por los técnicos de la actual administración.