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La demanda social

02 de septiembre, 2019 - 07:14

A veces, las cosas no se explican por el sentido común. Las adhesiones parecen tener que ver más con lo aspiracional que con lo concreto. De todos modos, así planteado sería simple.

Pero qué pasa cuando lo aspiracional también desconcierta completamente. Ciertamente sucede, y en ese caso las demandas sociales son más impredecibles, teñidas por colores insondables, y en todo caso la política se cruza con dilemas difíciles de resolver.

Tomemos un solo ejemplo, que es el de la villa 31 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Un informe del diario La Nación señala que, a pesar de que en la ciudad el triunfo oficialista fue muy cómodo, en ese lugar de la ciudad el gobierno perdió por 47 puntos.

La villa es un extenso territorio ubicado detrás de las vías de la estación Retiro, pero lo que nadie señala es que el origen del asentamiento es de 1932. Es decir, está próxima a cumplir 90 años, no es hija del peronismo, ni de Macri, sino de la crisis del ´30, y surgió en plena década infame.

Hoy alberga a más de 40 mil personas, pero es número está en mutación permanente, la villa recibe gente cotidianamente, muchos de ellos inmigrantes, y a la vez muchos deciden no constituir domicilio para evitar negativas a la hora de buscar trabajo: muchos habitantes dicen residir en otros lados a la hora de presentarse ante un posible empleo, por los prejuicios que imperan sobre los villeros.

Pero el eje de la cuestión es otro. En los últimos años se llevó a cabo una gran urbanización en la villa, al punto de que hoy luce desconocida, o en todo caso se asemeja a barrios mucho más formales.

Desde edificios de departamentos, plazas, gimnasios al aire libre, canchas de diferentes deportes, hasta la escuela más grande y moderna del país, e incluso uno de los ministerios del gobierno mudados al corazón del asentamiento.

Sin embargo, toda esa infraestructura no alcanzó para seducir a un electorado que no parece conformarse con infraestructura, viviendas, y habitar un lugar más digno. En todo caso, alguien lo graficó de la siguiente manera: “el kirchnerismo les dio consumo, Cambiemos infraestructura, y el consumo mata a la infraestructura”.

Es probable que también haya pesado, en ese contexto, la presencia muy fuerte de los jesuitas, conociendo las simpatías políticas de Bergoglio, y sobre todo su profundo rechazo a la democracia liberal, en trabajos de base política que generan muchos más adeptos que las obras.

En todo caso, lo que ilustra el ejemplo de la Villa 31 es una demanda social que en nada tiene que ver con lo que el gobierno ha ofrecido. La enorme inversión en infraestructura, a la hora de legitimarse ante la sociedad, no tiene ningún peso específico.

Solo el consumo, aunque sea inflado artificialmente, parece satisfacer las necesidades de una población ávida por comprar, ya sean celulares, ropa o televisores. Es curioso, si se piensa, que el “tener es igual a ser” sea un valor defendido hasta por aquellos que dicen ocuparse del espíritu de las personas, pero la táctica no es lo mismo que la estrategia.

Lo importante, como conclusión, no son las enseñanzas que pueda tomar de esto una fuerza política que ya está de salida. Lo importante es entender qué nos interesa y qué nos satisface, para entender qué clase de sociedad queremos ser, y en todo caso, cómo llegar a ello.