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Al menos cambió el semblante

06 de febrero, 2019 - 10:03

Arrancó complicado este año para los hinchas de Godoy Cruz. Lejos en el tiempo parece haber quedado ese inicio del año anterior –previo paso en falso por Copa Argentina– de la mano de Diego Dabove.

Terminó alborotado el 2018 con la decisión del ahora DT de Argentinos Juniors de no continuar en Mendoza. Ya no venía bien el equipo; no se parecía ni por asomo a ese que brilló en el primer semestre peleándole el torneo a Boca hasta las últimas fechas de esa primera edición de la Superliga. En esta última etapa, Dabove nunca le encontró la vuelta al medio campo, ni tuvo las virtudes ni el ingenio como para suplir de algún modo las salidas de Juanfi Garro y Pol Fernández. Muchos aseguran que el DT se veía venir una merma en el rendimiento de algunos futbolistas y por eso abandonó la institución. Incomprobable. 

¿Qué cambió entonces desde la salida de Dabove a este presente lleno de interrogantes? No muchas cosas. Los rendimientos individuales ya se habían resentido notoriamente en la segunda parte del año anterior, y en este comienzo se han acentuado un poco más. Como ejemplo basta con señalar que Diego Sosa venía mostrando cosas interesantes y se había ganado un lugar en esa mitad de cancha con mucha incertidumbre, pero que no comenzó de buena forma esta temporada con Marcelo Gómez a la cabeza; o el flojo desempeño que también se ha hecho habitual en Jalil Elías, quien en otros tiempos fue artífice del buen juego mostrado en gran parte de la exitosa campaña anterior. Será un desafío importante para el nuevo entrenador recuperar esos rendimientos resentidos actualmente. Son sólo dos ejemplos, ya que en líneas generales, el plantel ha bajado individualmente. Y cuando se trata de un grupo no muy grande, con muchos juveniles, si baja el nivel futbolístico de los más experimentados, se nota ostensiblemente.

Quizás el cambio más importante -además del debut del cuerpo técnico, obviamente- está en el paladar del simpatizante bodeguero. Ese que se ha acostumbrado a ganar y ver en el campo de juego un equipo que verdaderamente sabe a lo que juega, con temperamento, sólido, firme, que es inexpugnable en su reducto y que vende carísima cada derrota. Y en los dos primeros partidos de la era Gómez, Godoy Cruz no mostró absolutamente nada de eso. Se lo notó aturdido al equipo, indefenso, confundido, como esa madre que reta al niño con voz fuerte y el susto del pequeño dura más de lo aconsejable. Temeroso. 

Todo cambio de sistema futbolístico necesita de un período de adaptación. En esto está trabajando el cuerpo técnico recién asumido. No será tarea simple ni fácil. Porque este equipo jugaba bien, o mejor dicho, jugaba mejor que ahora. ¿Para que modificar tanto el dibujo táctico?

En la Bombonera, más allá de la derrota y de los desaciertos arbitrales que favorecieron claramente al equipo de Capital Federal, el Tomba mostró algunos signos de recuperación. Aire fresco aportó Kevin Gutiérrez en ese medio campo tan confuso y se generaron situaciones de gol como para empatar el partido -hubiese sido el resultado más justo- que no se generaron ni con Lanús ni con River.

El hincha deberá tener un poco de paciencia. El entrenador deberá trabajar en ese cambio de esquema sin inmolarse, o intentar que un esquema un poco más tradicional y adecuado a la materia prima con la que cuenta, y los jugadores deberán ir de a poco levantando su nivel individual para conseguir una mejoría en lo colectivo. Aunque algo de esto se vio en el último partido.

Es cierto que con paciencia no se ganan partidos, se ganan haciendo goles y curando las heridas del pasado, pero al menos el semblante cambió un poco el último domingo.