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Cristina, Justicia, Alberto y la teoría de Goebbels

09 de diciembre, 2019 - 08:07

El señor Alberto Fernández, a pasos de asumir la máxima investidura de la Nación, muestra su verdadero ser. También, su desconcertante actitud brinda explicación a un grueso importante del país, del porqué una vez dijo algo y a la vez siguiente tuvo un comportamiento diametralmente opuesto.

Desde ser un acérrimo kirchnerista, a un dirigente con absoluto sincericidio ventilando todo lo malo que le hizo al país Cristina Fernández de Kirchner.

Después ese Alberto de la gente que miró a la Nación abrazando a quien lo hizo echar del poder, para gobernar la Argentina junto a ella.

No quedaron ahí las jugadas magistrales del señor Fernández, el puntazo final fue a salir a defender a su compañera de fórmula sobre las causas judiciales que pesan sobre ella.

Decirle al país que es un acto de injusticia lo que se hace sobre la mujer y que los jueces de la Nación ejercen persecución política.

Y tras la presentación de la vicepresidenta electa ente los jueces, afirmó que “lo que se vio es una especie de alegato político, una verbalización del relato al que ya estábamos acostumbrados”.

Ante esto, la señora, mucho más soberbia de lo normal, apuntó con desafiante discurso a jueces, fiscales y a todo ese país que sabe muy bien lo que hizo.

Desautorizó a cada uno de los fiscales y jueces que la investigan, con causas como los cuadernos de las coimas, el memorándum con Irán que le costó la vida al fiscal federal Alberto Nisman y la obra pública.

Esta última en pleno juicio que elevó en su momento el juez Julián Ercolini y que se constituye en la primera causa exclusivamente por corrupción.

En ella pesan cargos por asociación ilícita, fraude y haber favorecido ilegalmente a empresas de Lázaro Báez.

Ese exempleado de banco, monotributista devenido a potentado empresario de la construcción que recibió millonarias cifras por obras viales que nunca se concretaron.

Causa que también tiene involucrados alrededor de 15 personas, entre ellos funcionarios de primera línea y gente de extrema confianza en el gobierno kirchnerista.

La memoria ciudadana que todavía queda con mucha sensatez, recuerda también que la señora Cristina Fernández tiene que rendir cuentas ante los estrados judiciales por las causas Hotesur y Los Sauces.

Por ellas la señora acusa al juez Ercolini del deterioro de la salud de su hija Florencia, por el embargo de $100 millones, monto que se agrega a los $260 millones embargados a ella y a su hijo Máximo, hoy presidente del bloque de diputados nacionales de su espacio.

Detallar el cúmulo de cuestiones judiciales que involucran a todo el clan Kirchner y sus incondicionales seguidores requerirían páginas y páginas, tantas como las que constituyen los abultados expedientes de todos los procesos que sigue la justicia federal.

Donde hay pruebas documentadas, vídeos, testimonios de testigos arrepentidos y los que la quieren sacarse la causa un poco más liviana, a sabiendas que cuandola Justicia golpee el martillo por última vez, no hay retorno.

Un ejemplo juzgado es el exfuncionario Ricardo Jaime. Una cuestión muy clara de que aquí nadie es impune.

Sin embargo, con todo esto y mucho más el señor Alberto Fernández ha salido endefensa cerrada de la señora, contra los jueces que investigan y pretenden juzgarla.

También contra el periodismo, al que lo hace responsable de una campaña de desprestigio (¿?).

A propósito, es importante tomar las reflexiones que en redes sociales hizo hace poco el colega Enrique Villalobo, cuando expresó que “si el señor Fernández, que es abogado, no cree en la libertad de prensa, no es democrático”.

A lo que le agregó que “si el señor Fernández le molesta lo que dice la prensa puede pedir el derecho a réplica o hacer una denuncia si cree que hay delito.

“Por eso él (Fernández) en su condición de profesional de la Abogacía sabe que solo las dictaduras admiten los delitos de prensa”.

Finalmente el colega fue a un aspecto que todos los periodistas adherimos, y es que “si el señor Fernández nota que la prensa cometió calumnias e injurias, lo deberá probar ante los estrados judiciales”.

Los esfuerzos denodados de estos tiempos es demostrar una inocencia en personas que le robaron al país.

Y lo hacen con todas las maniobras estratégicamente sucias que existan para dar vuelta, ante la opinión pública, esa verdad que solo el periodismo, la Justicia y la sensatez de la gente sostienen.

Para ellos es bienvenida la teoría de Joseph Goebbels: “Miente miente, que algo queda”.

Lo grave es que con esto se debilita la democracia con pilares como la Justicia y el periodismo.

Y se incita, para lograr el objetivo, al ataque sistemático sobre el prestigio institucional, muy cerca del ataque material.

Un oscuro y delicado muestrario de lo que ya se inició y se profundizará en los tiempos que vienen.

La obra inconclusa del 2015 que volverá con toda saña a instalarse en los portales de una nación que seguirá golpeada y desmembrada.