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¿Son serios?

El anuncio efectuado por el presidente Mauricio Macri acerca de los cambios decididos para sacar a las Fuerzas Armadas de su crisis y cambiar su funcionamiento, da pie, por lo menos, para dudar de la eficacia de su aplicación

27 de julio, 2018 - 16:51

Cuenta una anécdota, que durante las largas y aburridas exposiciones de inteligencia a la que debía asistir el presidente norteamericano John F. Kennedy, en ocasión de la Crisis de los Misiles, los distintos analistas lo saturaban con datos técnicos sobre las capacidades militares de la flota rusa que se dirigía a la Isla.

Perspicaz como era JFK, hizo una sola pregunta: “¿Son serios los rusos?”.

En forma análoga, también nosotros podríamos formular una similar relacionada con los recientes anuncios hechos por el Presidente de la Nación respecto de un plan para cambiar la misión, la organización y las funciones de las Fuerzas Armadas.

Antes de contestar al interrogante planteado, bien vale repetir lo que venimos diciendo desde hace tiempo. Nuestras FF.AA. están en crisis desde que entregaran el desastroso gobierno del Proceso Militar y, especialmente, tras su derrota en el Conflicto del Atlántico Sur.

Por su parte, ninguna de las administraciones civiles, más allá de la imperiosa necesidad de colocarlas baja un necesario control civil, hizo algo concreto para modernizarlas y adaptarlas para que cumplan con su misión primigenia y fundamental, cual es la de defender y custodiar los supremos intereses de la Nación.

En el camino recorrido no pocas veces se mezcló esta necesidad de control con desconfianzas nacidas de prejuicios ideológicos o hasta de negras experiencias personales.
Sin embargo, al margen de estas circunstancias la realidad de los conflictos mundiales, regionales y nacionales continuó evolucionando.

Por ejemplo, en el Hemisferio Norte se vivió sucesivamente, el colapso de la URSS, los ataques terroristas del 11S, las fracasadas invasiones norteamericanas a Irak y a Afganistán, los ataques terroristas a cargo de lobos solitarios y al pandemónium que es la Guerra Civil Siria.

Por su parte, en nuestra parte del mundo hizo su irrupción el crimen organizado bajo la forma del narcotráfico y de otras actividades concomitantes, que fueron ganando espacio y convirtieron a nuestra región en la más peligrosa del mundo con ciudades como México DF o como Río de Janeiro, que tienen una tasa de asesinatos similar al de las ciudades sirias o iraquíes.

El problema argentino

Esta compleja situación lo encuentra al sistema de defensa argentino sin la preparación adecuada para enfrentar a estas amenazas que hace años dejaron de ser nuevas.

Al respecto, valga reconocer que todo sistema defensivo se compone de tres elementos fundamentales: los profesionales que lo integran, la doctrina que regula su funcionamiento y el equipamiento y el presupuesto con el que cuentan.

Empezando por la doctrina, lo primero que hay que reconocer es que el plexo legal que regula a la Defensa es incoherente y se encuentra desactualizado, pues responde a una época pasada en la que las amenazas eran otras.

Para ejemplificar en forma sencilla, tenemos, por un lado a una Ley de Defensa que confina a las FF.AA. a conjurar solo ataques externos estatales; por otro lado, una Ley de Seguridad interior que permite, bajo ciertas circunstancias, el empleo de esas fuerzas, tanto para el apoyo logístico como para la realización de operaciones de combate en apoyo de las fuerzas de seguridad y policiales. Y, por sobre ambas, una Ley de Inteligencia que prohíbe toda intromisión militar en esa tarea.

Para seguir, tenemos a los profesionales de las FF.AA. que hace cerca de cuatro décadas que se vienen preparando, fundamentalmente, para librar las guerras que les especifica la mencionada Ley de Defensa. Con el posible matiz de que su importante concurrencia a misiones de paz en el exterior los ha puesto en contacto con conflictos más modernos y reales.
Tampoco es despreciable su experiencia acumulada en la mitigación de los desastres naturales y las emergencias en apoyo a las comunidades que los sufren.

Finalmente, tenemos el tema del equipamiento y el del presupuesto. Al respecto, no nos puede caber dudas del elevado grado de obsolescencia de su equipamiento y de la insuficiencia presupuestaria para hacer frente, no solo a la renovación de este equipamiento, sino también a los gastos que insume su mantenimiento y para el desarrollo de sus necesarias actividades de adiestramiento.

Al momento, en los anuncios presidenciales y los documentos concurrentes publicados vemos que se ha limitado a una simple cosmética que no modifica a ninguna de las graves situaciones de fondo que acabamos de señalar.

Por ejemplo, se contenta con sólo modificar la reglamentación de la Ley de Defensa, cuando lo que se imponía era una nueva ley coherente, amplia y acorde con las nuevas misiones impuestas y hasta de las que bien podrían aparecer en el futuro.

Además, no se establecen con la claridad necesaria los organismos que tendrán a su cargo el planeamiento, el control y la conducción de las operaciones de apoyo a las fuerzas de seguridad y policiales, así como las relaciones de mando y obediencia que se establecerán, necesariamente, entre ellas.

Pero la principal deficiencia no surge de estos aspectos estratégicos, sino de la terrible orfandad política con los que estos anuncios han sido hechos y la ola, consecuente, de rechazo que han levantado.

Por su propia naturaleza, el empleo de las FF.AA. exige de una política de Estado consensuada, al menos, con la masa de las fuerzas políticas de la Nación. Ellas no son exclusivas de ninguna administración ni de ningún partido político, ya que, como lo indica su nombre y se deduce de la gravedad de su empleo, pertenecen a la Nación toda.

Para terminar, y para cumplir con la promesa de contestar a la pregunta fundamental de si este intento presidencial es serio, la respuesta –lamentablemente– no puede ser positiva.

El Doctor Emilio Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.