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FF.AA.: ante los cuernos de un dilema

04 de junio, 2018 - 12:13

La peor de las situaciones estratégicas es cuando uno se encuentra frente a los cuernos de un dilema. De hecho el non plus ultra de ella es colocar a nuestros enemigos frente a uno.

Ellos pueden ser entre algo bueno y algo malo. Son los más sencillos. Los que nos obligan a elegir entre dos bienes o, especialmente, entre dos males, son los peores de todos ellos.

Y es, precisamente, en esta última situación, la de enfrentar un dilema entre dos males, en la que se encuentra la conducción de nuestras Fuerzas Armadas. Cuando se les ordene cambiar su misión y de pasar de prepararse para combatir, exclusivamente, a enemigos externos, deben hacerlo contra enemigos u oponentes internos.

Dice la metodología para la toma de decisiones que ante este tipo de situaciones, uno debe realizar lo que, técnicamente, se llama una comparación. Oponiendo las ventajas y las desventajas de cada uno de los cuernos del dilema. Veamos.

La alternativa por la positiva, vale decir la simple aceptación sin más del cambio de misión, tiene la gran ventaja de su legalidad inicial, pues simplemente cumpliría con una directiva emanada del nivel político que ejerce el legítimo control civil sobre las FF.AA.

Dado este paso, surge casi inmediatamente una catarata de posibles consecuencias negativas. La masa de ellas basada en las consecuencias negativas y, aún presentes, derivadas del cumplimiento de una misión similar cuando las FF.AA. debieron cumplir durante el Proceso Militar al combatir al terrorismo en los años 70.

La presencia de personal militar, policial y aún de civiles que colaboraron con las FF.AA. en su tareas represivas, son el testimonio vivo de estas consecuencia negativas.

La alternativa de la negativa, vale decir la de negarse abiertamente o el de ejercer la resistencia pasiva a cumplir con este cambio de misiones, tiene la obvia desventaja de incurrir en una desobediencia, sea ésta activa o pasiva. Por otro lado, nuestro conocimiento empírico de la sociología militar nos lleva a anticipar que será solo cuestión de tiempo y de relevos para que la conducción política encuentre a la correspondiente conducción militar deseosa de cumplir con sus órdenes sin importar sus consecuencias éticas y/o operacionales.

Por otro lado, no puede descartarse el análisis de cuáles serían las consecuencias concretas que seguirán a la no intervención activa de las FF.AA. en las acuciantes tareas de seguridad interior.

Una de ellas sería que ellas mismas y sus integrantes sufrirían, irremediablemente, las consecuencias de vivir en un país gobernado por el narcotráfico, que sería la lógica evolución de la actual situación.

La otra, más profunda, sería que ellas, definitivamente, perderían la regla de oro que justifica a toda organización social: la de tener una razón de ser y de utilidad para la sociedad que las cobija.

Antes de pasar a las conclusiones es menester tratar una desventaja que se aplica a ambas posturas, cual es su estado actual caracterizado por la falta de medios materiales e intangibles adecuados para enfrentar las exigencias de la nueva misión.

Siempre hemos dicho que toda fuerza armada está compuesta por tres elementos básicos, a saber: sus profesionales, sus ideas o doctrina de empleo y sus "fierros".

Empezando por los menos importantes, los "fierros", es decir su equipamiento, hay que reconocer que el mismo ha sufrido un creciente proceso de desgaste, fruto de su antigüedad y de la falta de presupuesto para su mantenimiento.

En ese sentido, creemos que es mucho lo que con poco se podría hacer, pues para esta misión no serían necesarios los grandes y caros sistemas de armas militares indispensables para enfrentar un enemigo convencional. En este caso, solo sería necesario poner a punto, básicamente, vehículos, aeronaves de transporte y el armamento ligero.

El tema de las idea o de las doctrinas se complica un poco más, aunque tampoco sería difícil de resolver. Pues se trata, simplemente, de leer y educar con los libros adecuados. Ya en el pasado la adopción de la errónea doctrina francesa de la Guerra Revolucionaria que promovía la tortura fue desastrosa. Hoy habría que apelar a la doctrina propia generada en la ejecución de la misiones de paz complejas como Haití. Tampoco, sería solución el adoptar, 'llave en mano’, la errónea estrategia propugnada por los EE.UU. y destinada al descabezamiento y al aniquilamiento de las bandas narco por las consecuencias que ya hemos explicado. (Ver: http://espacioestrategico.blogspot.com.ar/2017/01/narcotrafico-no-la-estrategia.html)

Es este último punto el que nos lleva al más importante, que es la necesidad de contar con profesionales entrenados para enfrentar las exigencias de la nueva misión. Y a este personal lo tenemos en cantidad entre los veteranos de las misiones de paz ya mencionadas. Pues, ellos disponen del conocimiento emocional necesario para saber que en esta misión no se ganará con la potencia de fuego que caracteriza a las FF.AA., sino a pesar de ellas.

Ellos ya trabajaron en un entorno de extrema pobreza con presencia de bandas armadas Y, para decir la verdad, no lo hicieron mal. O, al menos, no terminaron siendo derrotados o expulsados de Haití. Todo lo contrario. (Ver: http://espacioestrategico.blogspot.com.ar/2017/01/narcotrafico-no-la-estrategia.html).

Para concluir, y dejando al lector su propia conclusión, solo puedo agregar dos aspectos que considero fundamentales. El primero es reconocer que en el mundo de los conflictos no siempre se puede elegir el enemigo que nos gustaría enfrentar. Simplemente, porque éste ya nos ha elegido a nosotros y nos plantea un desafío mortal. Uno que no se puede rechazar sin graves consecuencias.

La segunda es que he creído siempre que las batallas se ganan en los preparativos. Como dicen nuestros enemigos tradicionales, los ingleses, Dios siempre ayuda a los mejores batallones.