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La otra vida de Manuel Belgrano

19 de junio, 2018 - 08:52

A la mayoría de nosotros nos  han enseñado que Manuel Belgrano fue vocal en la Primera Junta de Gobierno en 1810, el creador del pabellón nacional y que como militar se había destacado las batallas de Salta y Tucumán, pero lo que desconocemos de él es su faceta de economista e impulsor de la industria en estas tierras.

 

La economía en aquel tiempo

En aquellos años, la economía del entonces Virreinato del Río de la Plata se basaba principalmente en la ganadería y el comercio. El cuero, el sebo y el tasajo –carne salada que se usaba para alimentar a los esclavos– se exportaban a muy buen precio a otros países, favoreciendo especialmente a los hacendados de Buenos Aires y de parte del litoral.

Otras provincias, en cambio, tenían una precaria industria que fabricaba vinos, licores y aguardientes (Mendoza y San Juan), ponchos y tejidos (Catamarca y La Rioja) y carretas (Tucumán, Córdoba y Salta). Pero como la economía colonial estaba sujeta al férreo régimen monopólico impuesto por España, poco era lo que se podía hacer en favor de la liberalización del comercio en todo el territorio del virreinato del Río de la Plata.

 

Un idealista llamado Manuel

Con solo 16 años, Manuel Belgrano, viajó a España para estudiar leyes. Ávido de conocimientos, se interesó de modo especial en la economía política y luego de recibirse de abogado, presidió la Academia de Práctica Forense y Economía Política de Salamanca. 

Cuando regresó  a Buenos Aires, trajo desde Europa nuevas ideas de libre mercado e intentó ponerlas en práctica. Inmediatamente ocupó el cargo de secretario  del Consulado, organismo cumplía funciones económicas y técnicas relativas al comercio y la producción. Fue así que comenzó a llevar sus proyectos a cabo, pero se encontró en la metrópoli del Río de la Plata con la mayor desorganización en todas las materias que interesaban en su función.

Con cierta paciencia, comenzó a trabajar en sus tres objetivos principales que eran: fomentar la agricultura, tecnificar la industria y proteger el comercio. En la agricultura  propuso la rotación de cultivos, la forestación, el establecimiento de curtiembres y el impulso de la navegación comercial.

Con el mismo objetivo de proyección a largo plazo, creó una escuela de Comercio. Pero estas iniciativas fueron muy mal vistas por poderosos funcionarios y comerciantes de la capital del Río de la Plata, porque perjudicaban ampliamente sus intereses personales. En ese momento, el dinámico economista sufrió su primera decepción, pero a pesar de la oposición para desarrollar su proyecto reformista, siguió trabajando.

El creador de la Bandera intentó imponer un progreso gradual de las actividades manufactureras a las que les atribuye la mayor significación para el logro del desarrollo económico equilibrado y sostenido.

Para él, las industrias debían gozar de especial cuidado por parte del gobierno, en especial la de hilado de lana y algodón, los cultivos industriales del lino y cáñamo y la industria de los cueros. También propuso que era  imprescindible traer de Europa las máquinas y los maestros necesarios para el engrandecimiento de la producción industrial. 

 

Abanderado de la industria

Manuel Belgrano tenía una idea muy particular con relación a la industria. Poseía un concepto novedoso y muy avanzado para su época, ya que comentaba que la Nación debía esmerarse en que sus materias primas no salieran a otros estados para manufacturarse, sino que también debían empeñarse en conseguir traer las materias primas del extranjero, para poder elaborarlas en el país y luego importarlas.

En aquellos tiempos, estas ideas progresistas fueron descartadas por los burócratas españoles de turno, ya que para ellos parecían utópicas. Y a pesar de que el prócer trató de fomentarlas, los funcionarios de mayor rango se lo impidieron. 

Cuando llegó la Revolución de Mayo, el brillante abogado y economista ocupó otra misión: la de militar, porque así la Patria lo necesitaba. Tal vez, si sus ideas hubiesen sido escuchadas, nuestro país sería otro.

 

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