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¿Barrios pobres con asistencia social del narcotráfico?

Algunos delincuentes tienen el manejo de la ayuda a los pobres.

22 de octubre, 2018 - 07:25

La pregunta del título de esta nota suena tan dura, como la realidad que golpea el rostro vulnerable de Argentina en general y de Mendoza en particular. Habla además de las barbaridades que se están cometiendo en materia social en el país.

Pero es real y no es invento de nadie, mucho menos de la oposición, siempre proclive a sacar provecho de estas cosas para su sectario molino político. El doloroso dato fue suministrado por un alto funcionario de nuestro país y surge tras el análisis que hizo la cartera de Seguridad de la Nación ante tanta virulencia y agresiones que reciben fuerzas de Seguridad que cubren a la Justicia en cada operativo contra bandas organizadas que habitan villas y barrios pobres.

La ministra Patricia Bullrich fue la encargada de anunciar esta grave anormalidad y su sinceramiento fue mucho más allá: reconoció que el Gobierno no ha sabido llegar a las humildes barriadas para coordinar con los buenos vecinos la imperiosa ayuda social a sus habitantes. Esto lo hacen, según la funcionaria, aquellos delincuentes que están ligados a todo tipo de ilícitos, fundamentalmente el narcomenudeo.

En definitiva, los delincuentes tienen el manejo de alimentos y otros elementos que necesitan las millones de personas que subsisten por debajo de la línea de la pobreza al mejor y espantoso estilo de los famosos narcotraficantes Pablo Escobar y Joaquín Chapo Guzmán. Pero estos son argentinos y lo están haciendo con mercadería comprada con fondos del Estado y también obtenida por la solidaridad de la gente por medio de diferentes ONGs.

La gravedad tiene oscuras aristas, como que solo se asiste a  las personas que firmen con sangre su voto de fidelidad al capo mafia. Es de entender que, de entrada, se cometan estas inaceptables injusticias. Duele saber que, en el difícil momento de la vida de esas personas, descuidadas por el Estado que llega con ayuda muy tarde, se las deje en manos de seres indeseables. Quienes a su vez, aprovechando esa ayuda, coopten adeptos en su accionar delictivo, ya que sabrán dónde y cómo apretar.

El complicado panorama induce a preguntarse: ¿cómo sucede esto?, ¿El Gobierno y sus organismos sociales son tan bobos que le entregan fondos y mercadería al primero que encuentran, sin saber quién es esa persona?

Sucede que mucho de esos personajes no muestran abiertamente su inclinación delictiva y muchas veces son organizadores o coordinadores de asociaciones vecinales o centros barriales. El Gobierno busca a ese referente y por ahí canaliza la ayuda. Las investigaciones que ha realizado el Ministerio de Seguridad de la Nación encontraron el hilo conductor de muchos de esos coordinadores y las bandas que se dedican a diferentes ilícitos, la mayoría ligados a las drogas.

Lo cierto es que pobres e indigentes siguen siendo el fundamental elemento multifacético para producir de todo, menos soluciones para un digno vivir de ellos y sus familias. De ser obligados punteros políticos de asociaciones kirchneritas, como la Túpac Amaru, donde se los esclavizaba para construir una casa y concurrir a cualquier acto partidario bajo un sistema de puntuación para recibir una humilde vivienda y bolsones de comida. En caso contrario, perdía toda posibilidad de tener ambas cosas. Ahora, sus verdugos son otros delincuentes y son mucho más sometidos, con el agravante, que ellos y sus hijos hasta pueden perder la vida.

El imparable crecimiento de la pobreza que delató el Observatorio de la Universidad Católica Argentina (UCA), donde el mismo informe habla por primera vez de la profunda crisis psíquica de millones de pobres e indigentes, está mostrando una inaceptable ausencia del Estado. Un informe que se puede comparar con el que dio el Instituto de Estadísticas y Censos (INDEC) que dice en cifras que hay más de 11 millones de pobres.

Lo dicho: hoy el Estado está demostrando aquí también impericia para afrontar decididamente el flagelo de la pobreza con esas políticas que todavía no han salido más allá de los discursos con buenas intenciones.

Un Estado al que se le aumenta las cargas sobre sus espaldas y multiplican las responsabilidades. Porque a la necesaria e imperiosa asistencia social a la gente, le deberá agregar la lucha sin respiro contra el hampa organizado. Hampa con su mortal cono de sombra que está acaparando la vida de los pobres, diciéndoles cuándo y qué comer, cómo vivir y qué consumir. Sin miramientos y con total impunidad.