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"Ultima ratio regum", o la última razón del Estado

Los problemas que llevaron primero a los monarcas absolutos a grabar aquella frase en sus cañones y después a los poderes republicanos a construir y pagar por ellos, vale decir, por sus fuerzas armadas, no han desaparecido y tienen vigencia hoy

25 de octubre, 2019 - 16:51

Luis XIV, aquel rey que se atribuye la frase “el Estado soy yo”, mandó a sus arsenaleros que grabaran en sus cañones la vieja frase latina ultima ratio regum, es decir el último argumento de los reyes. 

Precisamente fue la invención y el desarrollo de esta arma, el cañón, el que permitió a los que podían afrontar su alto costo de fabricación, dominar un espacio y convertirlo en una potestad.

Antes de ello, durante el feudalismo, los señores de la guerra podían darse el lujo de armar pequeñas bandas de seguidores con las cuales asolar sus comarcas, cobrar peajes e impuestos y si las cosas se ponían feas, encerrarse en sus inexpugnables castillos hechos de piedra.

Sería el cañón el instrumento que pondría fin a esa controlada anarquía, ya que bastaba su mera aproximación al castillo del señor en cuestión para que éste depusiera su actitud y le rindiera vasallaje al rey en cuestión.

Progresivamente, con este expeditivo procedimiento, los reyes fueron consolidando sus respectivos territorios e imponiendo sus mandatos cada vez más absolutos, cansados de sus díscolos señores. Un sentimiento también compartido por la gente del común producto de las frecuentes incursiones de sus señores.

Eventualmente, el paso del tiempo trajo el cansancio de los abnegados súbditos que con sus impuestos pagaban por los cañones de su rey.

El problema fue que, una vez logrado el sometimiento de los señores feudales, los reyes comenzaron a gozar, seguramente, en exceso de este dominio.

Los toscos castillos defensivos se convirtieron en cómodos y elegantes palacios. Pronto se hicieron evidentes los diferentes estándares de vida entre los monarcas y sus respectivas cortes, y eso que comenzaba a llamarse el Estado llano o, simplemente, el Pueblo.

Vino con ello la época de las revoluciones, siendo la francesa la más famosa de todas. Con ella, la autoridad adquirió casi todas las características modernas de la República que hoy conocemos, tales como la división de poderes, la libertad de prensa, los derechos humanos y los ejércitos profesionales.

Un debate debido

Probablemente un rasgo olvidado de su conformación sea lo que señalamos al principio, cual es el ejercicio del monopolio de la violencia o del uso legítimo de la fuerza, si se prefiere, como el basamento último de todos los derechos consagrados. 

Basta que, simplemente, un derecho –como el de la libertad de prensa, sea amenazado como lo fue por los atentados terroristas contra la revista Charlie Hebdo– para que el ultima ratio regum sea esgrimido y, eficientemente, usado contra los perpetradores.

Decimos olvidado, porque la Defensa no será un tema a tratar por los candidatos presidenciales en sus dos debates previstos.

Al parecer, para ellos, para sus asesores y para los organizadores del debate, los temas vinculados con nuestra Defensa no merecen dedicarle tiempo para su discusión.

Algún desaprensivo bien podría argumentar que no es necesario dar tal debate porque el país, como tal, carece de hipótesis de conflicto. Frase repetida, desde hace casi cuatro décadas, hasta el cansancio. Veamos.

Para empezar, nos guste o no, no podemos dejar de reconocer que la República Argentina tiene una larga disputa con la Gran Bretaña por la posesión de las Islas Malvinas y demás dependencias del Atlántico Sur.

Lo que nos llevó, en su momento, a una guerra y que, a consecuencia de ella, hoy tenemos que soportar su presencia militar en las aguas y en los territorios que reivindicamos como propios.

Un espacio pleno de recursos pesqueros y petroleros, a la par de puerta de ingreso al Continente Antártico.

Para seguir, podríamos hacer un poco de prospectiva y sostener, por ejemplo, que somos un espacio geográfico que dispone de agua, de tierra y de aire puro, en un Mundo que tiene, precisamente, sed y hambre y que, para colmo de males, pretende  decirnos que nuestra ganadería contamina ese mismo aire.

Pero, para no caer en apreciaciones geopolíticas que, para algunos, pueden ser difíciles de justificar y hasta de entender, vayamos a lo concreto.

Vale decir a aquello que es por sí mismo evidente. Los ejemplos están a la vista y cerca nuestro. Nos referimos a las situaciones que se viven en nuestra región, algunas de ellas lamentables, otras, simplemente, interesantes.

Por un lado, tenemos el largo proceso de deterioro venezolano y, por el otro, situaciones emergentes en el Perú y, aún en desarrollo, en el Ecuador. Pero, ¿qué es lo que estas situaciones tienen en común?

Pues, si el presidente Maduro se mantiene en el poder pese a sus excesos o si al presidente de Perú le bastó su apoyo para concluir sin mayores consecuencias una crisis institucional, y si el del Ecuador ha tenido que apelar a ella para mantenerse en el poder, ha sido, justamente, por la posesión de la ultima ratio regum del que venimos haciendo referencia.

Probablemente, los argentinos tengamos todavía presente en nuestra memoria los excesos del denominado Proceso Militar. Está bien que así sea. En una República, el poder militar se encuentra bajo el control de las autoridades civiles.

Pero lo dicho no invalida que los problemas que llevaron, primero a los monarcas absolutos y luego a los poderes republicanos a construir y pagar por sus cañones, vale decir por sus Fuerzas Armadas, no persistan o que hayan desaparecido como por arte de magia.

Que estos temas, al parecer, no les interesen a nuestros candidatos a presidente y a sus respectivos equipos de asesores, no significa que no existan. Es más, que no puedan llegar a tener una repentina y explosiva vigencia en cualquier momento.

En este sentido, la Argentina conforma una rareza, tanto estructural como histórica, cual es el abandono paulatino y constante de su Defensa. Uno que no solo abarca a su bajo presupuesto, sino también incluye a la ausencia de una doctrina o, simplemente, de  ideas y, más importante, uno que se complica con el menosprecio de los profesionales de las FF.AA.

Lamentablemente, las diversas realidades regionales y mundiales nos avisan de una creciente conflictividad, la que, aún, por sus consecuencias indirectas, es necesario estar preparado.

Tales como las grandes migraciones, las organizaciones criminales del narcotráfico, la trata de personas y el tráfico de armas; también, la depredación de nuestros recursos naturales como los pesqueros y los forestales, sin dejar de olvidar la necesidad de respaldar a las decisiones de nuestra política exterior.

Para terminar, si bien no hemos visto el interés en incluir a estos temas entre los del debate presidencial, esperamos verlos en la agenda de quien tenga la responsabilidad de gobernar los destinos de la República a partir del próximo 11 de diciembre.

El Doctor Emilio Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.