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Utopías y distopías

30 de julio, 2018 - 07:29

En la semana que terminó, la Casa de Gobierno de Mendoza fue escenario de un encuentro entre altas autoridades del área económica y los principales núcleos empresarios de la provincia. Allí se buscaron consensos para definir probables salidas a la interminable crisis de competitividad de la producción regional, y en cierta forma, y tangencialmente, también se define el futuro, el largo plazo, eso que en nuestro país nunca parece importante.

Acostumbrados a pensar el futuro en términos de dos años, de elección en elección, y contaminados por el vicio fundacional que infecta a los políticos argentinos cada vez que acceden al poder –nadie llega a administrar la cosa pública respetando las leyes, los consensos (inexistentes) y las reglas institucionales, todos vienen a construir una nueva Argentina- plantear horizontes más largos parece ciencia ficción.

Todos sabemos lo que es una utopía. De hecho, la política, sea del partido que sea, vive prometiendo un país mejor, un futuro venturoso, sin jamás llegar a acercarse en la realidad. En cambio, las distopías auguran un futuro disfuncional, una sociedad rota que casi no merece esa definición, una amarga existencia sin reglas, plagada de enfrentamientos, casi tribal.

Si uno observa con atención, la lectura de las generaciones venideras –y hay un verdadero boom, confirmado por los libreros, que ratifican que lo que más se vende es la literatura para adolescentes- se centra precisamente en esas distopías. Sagas como Los juegos del hambre, Crepúsculo o Insurgente, dan cuenta de ese futuro, y algún fenómeno debe haber para que esas visiones tengan tanto éxito. Pero dudo que los dirigentes estén observando ese fenómeno, esas percepciones que distan de su chaleco de dogmas, prejuicios y promesas, opuestas al marketing político y la duranbarbización.

Pero lo distópico no solo está en las lecturas adolescentes, en sus consumos culturales (basta mirar un poco por encima la oferta de Netflix). El empresariado mendocino ha dejado saber que también ellos vislumbran un futuro de este tipo si se continúa con el actual modelo productivo que se basa en la matriz tradicional de la producción mendocina.

En ese sentido, el reciente Foro Valos ha sido una de las cajas de resonancia de esas demandas, y el pedido por un mayor aprovechamiento de los recursos provinciales encuentra cada vez más adeptos.

En ese tópico vuelve a abrirse la grieta de la cuestión medioambiental, pero la postura de quienes tienen sobre sus hombros la responsabilidad de crear riqueza, dar trabajo, aportar a las arcas del Estado –casi siempre en proporciones exageradas- gana firmeza y contundencia.

¿Sabrá el Estado dar respuestas garantizando controles y protocolos de trabajo que permitan la expansión y a la vez cuiden la casa de todos? Es una utopía en la que vale la pena creer.

 

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