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Boca sigue vivo, la actitud no se negocia

05 de octubre, 2018 - 17:20

Esta frase de cabecera la dijo por primera vez Marcelo Bielsa. Fue el 17 de junio de 1992 en San Pablo. El Morumbí explotaba. Había 105 mil hinchas en las tribunas.

El todopoderoso Sao Paulo recibía al Newells de Bielsa, que con mucho coraje llegó a la final de la Libertadores. En el vestuario, el director técnico habló poco, pero cerró la charla con lágrimas en los ojos: “Muchachos, llegamos hasta acá. No hay nada que no les haya dicho ya. Solo voy a remarcar una cosa: la actitud no se negocia”. El conjunto rosarino terminó perdiendo la serie por penales (2-3), tras ganar 1 a 0 en Rosario y caer 0–1 en Brasil dejando en la cancha todo el sacrificio y el esfuerzo que pidió su entrenador.

26 años después la historia es muy parecida, salvó que Boca ganó la serie y avanzó a las semifinales de la Libertadores. El país es el mismo, Brasil. La Ciudad, Belo Horizonte. El local, Cruzeiro. La visita, el Xeneize que en la ida ganó 2 a 0 en La Bombonera.

En la charla técnica previa a la revancha, el técnico Guillermo Barros Schelotto fue preciso y contundente ante sus jugadores. Repitió lo mismo que en su momento remarcó Bielsa: “Muchachos, la actitud no se negocia”. Y eso se vio reflejado en el campo de juego.

Boca fue pura actitud ante un equipo duro que manejó la iniciativa del partido y la pelota en el mayor tiempo posible. El técnico lo remarcó en conferencia de prensa, luego del empate 1 a 1 “Hoy dimos una imagen muy buena. Últimamente con Boca se vuelven todos románticos...".

Esta vez Guillermo tiene razón. A veces hay partidos por Copa Libertadores que debes sacarlo adelante con actitud, personalidad, empuje, aguantar en tu campo de juego y ser inteligente para lastimar de contra utilizando a los extremos rápidos como Sebastián Villa y Cristian Pavón para aprovechar sus velocidades. No hizo un buen partido, pero jugó como su historia copera lo marca: con jerarquía, coraje, dientes apretados e inteligencia.

Boca sabía que le esperaba una parada brava en el Mineirao y que iba a sufrir. Lo difícil era observar cómo iba a reaccionar ante la presión de defender un resultado positivo y con que mentalidad ingresaba al campo de juego luego de dos derrotas duras que pegaron fuerte en el ánimo del plantel. Pero pudo salir a flote. Recuperó el compromiso de pelear cada pelota como si fuera la última, condición que había perdido ante River en La Bombonera y frente a Gimnasia y Esgrima La Plata en Córdoba.

Si algo quedo en claro en la revancha fue que el equipo argentino salió a respaldar a su entrenador en el campo de juego, no jugando bien pero sí disputando cada pelota con el cuchillo entre los dientes y dejando sudor y lagrima en el verde césped.

La duda de muchos, en la que me incluyo, pasaba por si el equipo iba a salir a respaldar al director técnico en una relación que se fue desgastando con el correr de los partidos. Sin embargo, se vio un equipo aguerrido, compacto, ordenado y unido en Belo Horizonte.

Fue astuto Guillermo en como plantear el partido. Jugó con la desesperación del local y sabiendo que con el paso de los minutos iban a aparecer los espacios para lastimar de contra. De esta manera, llegó el empate con una habilitación de Wanchope Abila para Pavón, quién definió a la carrera sobre el final del partido.

Boca demostró ser mejor en ambos partidos que Cruzeiro, que se quedó con diez hombres por la expulsión de Dedé. Si mantiene la actitud este es el camino para recuperar su mejor versión de cara a las semifinales ante Palmeiras.