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La emotiva despedida de la mamá de María Victoria De La Mota

Lis Claverie, en su cuenta de Facebook, posteó un conmovedor poema del célebre poeta y dramaturgo español Miguel Hernández

Por Redacción

02 de abril, 2024 - 14:51

Tras la sorpresiva muerte de María Victoria De La Mota Claverie, esposa del golfista Emilio Domínguez por dengue, su mamá, Lis Claverie, compartió un emotivo adiós a su hija en las redes sociales, acompañado por un poema de Miguel Hernández.

Lis Claverie, residente de San Luis y escritora, halló un consuelo en las palabras al publicar en Facebook "Elegía a Ramón Sijé", un poema del reconocido autor español, escrito en honor a la muerte de un amigo. En esta obra, Hernández expresa, entre otras cosas, "No hay extensión más grande que mi herida, lloro mi desventura y sus conjuntos y siento más tu muerte que mi vida".

De la Mota, madre de dos hijos de cuatro y un año, y esposa del golfista Emilio Domínguez, falleció el sábado en San Luis después de contraer dengue y permanecer internada durante algunos días.

El mensaje de despedida de la madre de María Victoria fue compartido el domingo al mediodía, acompañado por una fotografía de la mujer. Lis tituló la publicación "Mi hija pequeña ha muerto".

 

Mi hija pequeña ha muerto.

 

"… Yo quiero ser llorando el hortelano de la tierra que ocupas y estercolas, compañera del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas y órganos, mi dolor sin instrumento, a las desalentadas amapolas daré tu corazón por alimento.

Tanto dolor se agrupa en mi costado, que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado, un hachazo invisible y homicida, un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida, lloro mi desventura y sus conjuntos y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos, y sin calor de nadie y sin consuelo voy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo, temprano madrugó la madrugada, temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada, no perdono a la vida desatenta, no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta de piedras, rayos y hachas estridentes sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes, quiero apartar la tierra parte a parte a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte y besarte la noble calavera y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera: por los altos andamios de las flores pajareará tu alma colmenera de angelicales ceras y labores. Volverás al arrullo de las rejas de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas, y tu sangre se irá a cada lado disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado, llama a un campo de almendras espumosas mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas del almendro de nata te requiero, que tenemos que hablar de muchas cosas, compañera del alma, compañera".