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Torcuato de Alvear, el intendente que venció las fronteras y el tiempo

Fue un destacado político que se distinguió por llevar a cabo una de las gestiones más progresistas a finales del siglo XIX

30 de abril, 2024 - 07:10

La figura de Torcuato de Alvear es poco conocida por la mayoría de los argentinos, aunque fue un destacado político que se distinguió por llevar a cabo una de las gestiones más progresistas a finales del siglo XIX.

Uno de sus proyectos más destacados fue la transformación de la Ciudad de Buenos Aires, que pasó a ser una de las urbes más importantes del mundo. Además, sirvió de modelo para otras provincias del interior de nuestro país. Hoy en día, su legado perdura en las avenidas, calles y edificios más emblemáticos de la Ciudad.

El linaje de un gran hombre

En la historia argentina, la familia Alvear se distingue por su grandeza y sufrimiento. En su árbol genealógico se destaca don Diego Estanislao de Alvear Ponce de León, un destacado brigadier general de la Real Armada Española en el siglo XVIII. Nacido el 13 de noviembre de 1749, este ilustre patriarca dejó un legado militar que perduraría por generaciones.

Sin embargo, los Alvear también sufrieron tragedias. En 1804, mientras Diego Estanislao y su familia regresaban a España en un barco, la mala suerte los alcanzó. La pequeña flota peninsular fue atacada por buques británicos, cobrando la vida de todos a bordo, excepto la de Diego Estanislao y su hijo, Carlos María de Alvear.

Este último, décadas más tarde, se convertiría en general y ocuparía el cargo de director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, dejando un legado que perduraría en el tiempo.

Torcuato de Alvear, quinto hijo de Carlos María, nació en Montevideo en 1822, llevando consigo el peso de un linaje ilustre.

En 1854, selló su destino al contraer matrimonio con Elvira Pacheco y Reinoso, hija del respetado general federal y héroe de la independencia Ángel Pacheco. Este matrimonio marcaría el inicio de una nueva era para la familia Alvear, cuyo legado se extendería por los siglos venideros.

Pero la influencia de los Alvear no se limitó al ámbito militar y familiar. Uno de los hijos de Torcuato, Marcelo Torcuato de Alvear, se sumaría a la Unión Cívica Radical, un partido político que cambiaría el curso de la historia argentina. Su ascenso lo llevaría a ocupar la Presidencia de la Nación Argentina entre 1922 y 1928, dejando una huella imborrable en la política del país.

Así, la saga de los Alvear se erige como un testimonio vivo de grandeza y tragedia, cuyo legado perdura en la memoria colectiva de una nación.

Buenos Aires, de municipio a capital del país

En un giro trascendental en la historia de Argentina, el año 1880 marcó el inicio de una nueva era para la ciudad de Buenos Aires. Tras un prolongado enfrentamiento entre el Gobierno Nacional y la Provincia de Buenos Aires, la urbe fue federalizada y ascendió al estatus de Capital de la Nación.

Este cambio no solo alteró el mapa político, sino que también desencadenó una serie de transformaciones urbanísticas y sociales sin precedentes.

La expansión territorial de la antigua municipalidad fue una de las primeras consecuencias de esta federalización. Siete años después, se anexaron vastas extensiones de tierra que hasta entonces pertenecían a la provincia de Buenos Aires.

Esta ampliación incluyó la incorporación de dos importantes núcleos urbanos, Flores y Belgrano, así como extensas zonas adyacentes de tierras desocupadas. Los límites entre la Capital y la Provincia se delinearon mediante una línea geométrica, que con el tiempo se materializó en la emblemática avenida General Paz, cuya construcción se inició a finales de la década de 1930.

El impacto demográfico de esta transformación fue inmediato y significativo. La población de Buenos Aires experimentó un crecimiento exponencial, alimentado en gran medida por la inmigración. Sin embargo, a pesar de este aumento poblacional, la proporción de habitantes extranjeros se mantuvo constante en torno al 50%, un fenómeno que perduraría hasta la Primera Guerra Mundial.

Como parte de las reformas derivadas de la federalización, se tomó la decisión de erigir una nueva capital para la provincia de Buenos Aires: la ciudad de La Plata. En 1882, se promulgó la Ley Orgánica de la Municipalidad, estableciendo una nueva estructura institucional para la flamante Capital. Este cambio cristalizó en un sistema de doble poder, con un Concejo Deliberante elegido directamente por los ciudadanos y un Departamento Ejecutivo encabezado por un Intendente designado por el Presidente de la Nación con acuerdo del Senado.

Con Buenos Aires como epicentro del nuevo orden, la ciudad se convirtió en la personificación del progreso buscado por líderes como el presidente y general Julio Argentino Roca. Las abundantes rentas portuarias y los capitales ingresados se canalizaron hacia obras de infraestructura destinadas a una población en constante crecimiento.

La construcción de escuelas, hospitales y edificios públicos dotó a la ciudad de una nueva identidad, marcada por un fuerte carácter simbólico que reflejaba el poder estatal emergente.

En los años siguientes, la transformación urbana de Buenos Aires se aceleró con la construcción de emblemáticos edificios y arterias viales. El Congreso de la Nación, la Avenida de Mayo, el Palacio de Tribunales y el Teatro Colón fueron algunos de los hitos que consolidaron la posición de la ciudad como la principal metrópolis de América del Sur.

La federalización de Buenos Aires en 1880 desencadenó una serie de cambios que transformaron radicalmente la fisonomía y el destino de la ciudad, sentando las bases para su ascenso como una de las capitales más importantes de la región.

Don Torcuato, intendente municipal

En 1880, la Ciudad de Buenos Aires era un crisol de oportunidades y desafíos. La administración municipal, encabezada por una comisión integrada por notables vecinos, se enfrentaba a la tarea monumental de revitalizar una metrópolis en declive. En este escenario, emerge un líder visionario: Torcuato de Alvear.

En una sesión trascendental, el 4 de diciembre de 1880 Alvear fue proclamado presidente de la Comisión Municipal, marcando así el inicio de una era de renovación y progreso para la ciudad. Con determinación y visión, se dedicó a sanear las arcas municipales y a emprender una ambiciosa agenda de obras públicas que transformarían el rostro de Buenos Aires.

El puerto de Buenos Aires en 1880.

En 1883, bajo la presidencia de Julio Argentino Roca, se crea el puesto de intendente de la Ciudad de Buenos Aires, y Alvear es designado para ocupar este cargo. Durante su mandato, que se extendería hasta 1887, Alvear dejó una huella indeleble en la historia urbana de la ciudad.

Como parte de la 'Generación del Ochenta', Alvear encaró una serie de reformas sin precedentes con una facilidad y determinación admirables. Su gestión se centró en la remodelación urbana y en la creación de una nueva imagen para la Capital Federal. Inspirado por los avances europeos, especialmente la moda parisina de la época de Napoleón III, Alvear se propuso convertir a Buenos Aires en un símbolo de modernidad y progreso.

El legado de Alvear como intendente de la Ciudad de Buenos Aires se manifestó en múltiples facetas. Desde el punto de vista administrativo, revolucionó la maquinaria burocrática municipal, estableciendo nuevas oficinas y estructuras que sentaron las bases para futuras transformaciones. Contó con el apoyo invaluable de figuras destacadas como José María Ramos Mejía y Guillermo Rawson, quienes contribuyeron a la creación de importantes instituciones y servicios públicos.

Pero el verdadero impacto de la gestión de Alvear se evidenció en el ámbito urbano. Bajo su liderazgo, se llevó a cabo una serie de proyectos destinados a embellecer y modernizar la ciudad. La demolición de la Recova Vieja, la creación de la Plaza de Mayo y la construcción de la emblemática Avenida de Mayo fueron solo algunas de las iniciativas que transformaron el paisaje urbano de Buenos Aires.

La avenida de >Mayo es una de las más destacadas obras durante la intendencia de Torcuato de Alvear.

También, Alvear se dedicó a regularizar los límites de la ciudad y a desarrollar una "cintura higiénica" alrededor de la misma, con la creación de importantes espacios verdes como el Parque de la Recoleta y el Parque Agronómico. El impulso a los medios de transporte, la expansión de la infraestructura de servicios y el desarrollo de nuevos barrios residenciales marcaron una época de crecimiento y prosperidad para la ciudad.

Sin embargo, este proceso de modernización también trajo consigo desafíos y desigualdades. Mientras que la clase alta disfrutaba de lujosas residencias y servicios, la población inmigrante y los sectores populares enfrentaban condiciones precarias de vivienda y trabajo. Los conventillos y las casas de pensión se convirtieron en la única opción para muchos, mientras que la especulación inmobiliaria marcaba el ritmo de la expansión urbana.

La gestión de Torcuato de Alvear como Intendente de la Ciudad de Buenos Aires dejó un legado imborrable en la historia de la metrópolis. Su visión audaz y su determinación transformaron una ciudad en crisis en una capital vibrante y moderna, sentando las bases para el futuro desarrollo y crecimiento de Buenos Aires.

La avenida de Mayo, un ícono de Alvear

En el vibrante escenario de Buenos Aires a finales del siglo XIX, el Intendente Torcuato de Alvear se erigió como un visionario audaz, empeñado en esculpir un nuevo rostro para la ciudad. Inspirado por las reformas estéticas de París y el ingenio del Barón Haussmann, Alvear acariciaba un sueño audaz: dotar a Buenos Aires de un boulevard majestuoso.

La necesidad de una vía este-oeste en el corazón de la urbe lo llevó a concebir la Avenida de Mayo, un bulevar central que conectaría el bullicio de la Plaza de Mayo con los confines de la ciudad consolidada. Con el talento del arquitecto Juan A. Buschiazzo, este proyecto tomó forma con una avenida de treinta metros de ancho y una disposición de manzanas rectangulares que revitalizaron el tejido urbano.

Sin embargo, el camino hacia la realización de este sueño no estuvo exento de obstáculos. Las expropiaciones y los litigios legales pusieron a prueba la determinación de Alvear, pero su visión inquebrantable prevaleció. En 1894, la Avenida de Mayo finalmente vio la luz, convirtiéndose en el principal legado de la gestión de Alvear, aunque él ya no estuviera para presenciar su esplendor.

Eduardo Madero, uno de los empresarios que cristalizó el proyecto de don Torcuato.

Pero la ambición de Alvear no se detuvo ahí. A través de la creación del nuevo puerto de Buenos Aires, encargado al empresario Eduardo Madero, la ciudad se proyectó hacia el futuro, consolidando su posición como un centro económico y cultural de primer orden. Aunque este proyecto no estuvo exento de controversias y desafíos técnicos, su impacto en la ciudad fue innegable.

Además de sus contribuciones monumentales, Alvear también se preocupó por el espacio público y el arbolado de la ciudad. En colaboración con el paisajista Carlos Thays, transformó plazas secas en exuberantes espacios verdes y dotó a la ciudad de una nueva identidad arbórea, aunque no exenta de polémicas.

La gestión de Torcuato de Alvear como intendente de Buenos Aires fue una época de transformación y progreso. Su visión audaz y su determinación inquebrantable dejaron una marca indeleble en el paisaje urbano de la ciudad, que perdura hasta nuestros días como testamento de su legado perdurable.

La desaparición del hombre que abrazó el progreso

La vida de don Torcuato del Alvear se apagó el 8 de diciembre de 1890, cuando contaba con 68 años de edad. Más allá de su muerte, su espíritu perdura en los rincones más emblemáticos de la ciudad que tanto amó.

Los restos de este ilustre personaje descansan en el Cementerio de la Recoleta, en un majestuoso mausoleo familiar que rinde tributo a su memoria. Diseñado por el renombrado arquitecto Alejandro Christophersen en 1905, este monumento se erige como un símbolo eterno de la grandeza de Alvear y su legado perdurable.

Al contemplar este imponente mausoleo, uno no puede evitar sentir la trascendencia de la figura de Alvear en la historia de Buenos Aires. Su visión audaz y su compromiso con el progreso dejaron una huella imborrable en la ciudad, y su presencia se hace sentir aún en los días presentes.

Así, mientras paseamos entre las majestuosas tumbas del Cementerio de la Recoleta, recordamos con admiración y respeto a Torcuato de Alvear, ese hombre cuyo espíritu sigue guiando los destinos de la ciudad que tanto amó.