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La idea de la República

La decisión del Presidente de desobedecer a la Corte Suprema en la cuestión de los fondos de la CABA debe ser respondida con firmeza y claridad por la oposición si se pretende consolidar el sistema republicano

25 de diciembre, 2022 - 10:39

La división y el equilibrio entre los poderes del sistema republicano es un concepto cuya importancia no está todos los días ni a toda hora en la mente de los argentinos, y tal vez de los habitantes de ningún otro país.

Pero echando un vistazo al paisaje institucional de los Estados, se puede diferenciar bien cómo le va a la gente común, los que generalmente no son tocados por ciertas varitas mágicas, en aquellas naciones donde la república y la democracia no son el valor más preciado.

Y no se trata del recitado formal que nos enseñaron en las clases de Instrucción Cívica, Educación Democrática o como se llame esa materia que fue tan manipulada siempre por los gobernantes.

Se trata de la cotidianidad impensada en la que nos desenvolvemos para alcanzar nuestras necesidades más básicas o para desplegar nuestras capacidades.

Esa realidad en la Argentina todavía es muy difícil, está mal repartida, y a nadie se le escapa que este es un país desigual, con contrastes muy dolorosos.

Pero siempre queda alguna posibilidad de salir del pozo, de pensar y decir lo que sea, más o menos elegir a qué dedicarnos o no elegir nada y pasarla como mejor podamos.

Detrás de ese escenario de la vida están las normas, la diferencia entre lo legal y lo legal, que no es otra cosa que lo que la cultura nos ha trasmitido desde siglos: poder distinguir entre lo que está bien y lo que está mal.

Que se cumplan lo mejor que se pueda esas normas o leyes hace que la vida en sociedad, dentro de todas las complicaciones e injusticias que se ven a diario, sea posible.

Por fortuna en nuestro país persisten algunas ideas de fondo que se han entronizado en el espíritu colectivo, como vivir en democracia, entender que si los políticos son ineptos y deshonestos, se puede seguir buscando hasta encontrar los que sirvan a la sociedad a través de la selección electoral.

No es perfecta, pero allí está la democracia debilitada y siempre en riesgo.

Sin embargo, en estos días desde el poder político entronizado por la voluntad de las mayorías apareció nuevamente el costado autoritario y poco amigo de la democracia que siempre tuvo el peronismo en todas sus versiones y de cuando en cuando sale a la superficie.

Si bien la pirámide del poder político de la Argentina no tiene en su vértice el cargo que le correspondería, todos sabemos de dónde salen las decisiones.

Pero el Presidente formal es el que puso la cara y un coro de gobernadores delegados lo acompañó en la dudosa gesta de desobedecer a la instancia más alta e inapelable del sistema judicial que es la Corte Suprema.

Como un desatinado acto heroico al que se le quiere dar tintes de epopeya, el primer ciudadano decidió desobedecer una orden de hacer del máximo tribunal de la Nación, y lo peor, contrariando las típicas avivadas nacionales, lo anunció a los cuatro vientos.

Golpeándose el pecho, Alberto Fernández se subió al trono de un reino imaginario, arrogándose la majestad del poder absoluto, y supuestamente ungido por algún poder en el que él y sus congéneres creen, anticipó que desoirá el mandato legal de restituir los fondos que siempre le correspondieron a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y que se los había retenido en forma ilícita.

Los fondos para recomponer las arcas porteñas de algún lado saldrán. Al final tal vez se cumpla lo ordenado o provendrán de otros orígenes.

Lo que será difícil de reparar es el tajo por el que se pueden escapar otras acciones similares y echar por tierra lo construido hace 200 años, perdido muchas veces y recuperado hace ya 40 años.

Probablemente, la facción del peronismo que está detrás de este incalificable hecho sea minoritaria y esté en retirada.

Pero sigue siendo preocupante que los gobernadores justicialistas se hayan embarcado asustados por la amenaza de que les faltarán fondos para seguir retroalimentando el poder en sus respectivos feudos.

Si a alguien le corresponde percibir el peligro, describirlo y establecer métodos para proteger y mejorar la democracia, debe decir y hacer las cosas ya.

La llamada oposición parece haber sido sorprendida, y si bien por ahora se han prometido denuncias y han proliferado las voces condenatorias, eso no parece ser ni tranquilizador ni suficiente.

Hay que dar a conocer un plan sólido si lo tienen y no prometer eternamente que se está trabajando en ello, además de definir quién se pondrá a la cabeza de una propuesta concreta sin vacilaciones.

Se viene 2023 y por lo que se ve será muy duro y cuando queramos acordar, habrá que tomar decisiones.