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Hombres necios...

Detrás de la celebración del Día Internacional de la Mujer hay una larga historia, pero el feminismo que impulsa sus reivindicaciones es una gran empresa manejada por unos pocos varones para su propio beneficio y no el de las mujeres en general. En nuestro país, a pesar de contar con un presupuesto billonario para llevar adelante políticas de género, no se cumple con el objetivo de protegerlas

21 de marzo, 2021 - 09:43

Como cada 8 de marzo, la semana pasada se conmemoró el Día Internacional de la Mujer. Un día denominado anteriormente ‘Día de la Mujer Trabajadora’, ya que fue celebrado por primera vez, en 1912, cuando en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas reunida en Copenhague se estableció en recuerdo de las 129 costureras muertas en el incendio de la fábrica de confección de camisas Triangle Waist Co., de Nueva York, en 1911.

Posteriormente, luego de la Primera Guerra Mundial, en la Rusia zarista se recordó esa fecha con una serie de mítines y manifestaciones contra la monarquía en general y las malas condiciones de trabajo, en particular. Luego, con el triunfo de la revolución bolchevique, el día quedó oficializado como ‘Día de la Mujer Trabajadora’.

Finalmente, en 1975 la ONU decidió celebrar el Año Internacional de la Mujer e invitó a todos los Estados miembros a designar un día al efecto, según sus propios gustos y tradiciones.

Por ejemplo, en algunos países se lo celebra de forma similar al Día de la Madre. En Italia es costumbre que los hombres obsequien flores de acacia a sus mujeres, ya que se consideró que las violetas y los lirios que se regalaban en esa ocasión en Francia eran flores demasiado caras que no condicen con la clase obrera.

Sea como sea, en casi todos los países existe un día dedicado a la lucha de las mujeres por su participación en la sociedad y por su desarrollo íntegro como persona, en pie de igualdad con el hombre.

La celebración no ha estado exenta de controversias, ya que ha venido acompañada de su creciente instrumentalización por el denominado purplewashing, o capitalismo morado, mediante el cual las empresas y las instituciones públicas se suman a la efemérides para mejorar sus ventas y su imagen.

Pero si ya en pleno siglo XVII, Sor Juana Inés de la Cruz recitaba aquello de:

“Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis:
si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?”

Un siglo notable, donde otra española, la reina Isabel la Católica, impulsaba los proyectos de Cristóbal Colón, que podrían la piedra basal de un imperio en el que después se llegó a decir que no se ponía el Sol.

Entonces, ¿estaban las mujeres postergadas y relegadas por los hombres?

Seguramente por aquellos tiempos no las había médicas, empresarias o arcabuceras, pero no podemos negar, de manera alguna, su gran influencia. Y no solo nos referimos a las notables, tales como reinas, princesas o musas inspiradoras.

El resto de ellas eran, “simplemente”, esposas, madres, hermanas, hijas. En pocas palabras, eran la mano que mecía las cunas y el regazo en el que reposaban los guerreros. Tal vez no estuvieran en la primera línea de combate. Nadie las quería allí. Es más, en la mayoría de los casos se combatía y se sobresalía por el simple hecho de agradarlas y de conquistar su corazón.

Por ejemplo, se sabe del rol de Olimpia, la madre del Gran Alejandro, como antes lo había sido el mítico de Tetis, quien siendo la madre de Aquiles, el máximo héroe de la Antigüedad, le había dado a la vez a su hijo la inmortalidad y el talón que lo hizo vulnerable.

Pero como nos apostrofa Sor Juana, somos nosotros, los hombres la ocasión de las culpas de nuestras mujeres.

En ese sentido, vemos que el feminismo que impulsa todas estas reivindicaciones es una empresa manejada por unos pocos varones para su propio beneficio y no el de las mujeres en general, pues lo que se alienta desde esas posiciones, en nombre de una pretendida igualdad, es perjudicial para la mujer, ya que, al parecer, solo se aspira a que ellas se integren junto con los varones a una masa laboral determinada.

Sin ir más lejos, nuestro Gobierno nacional está orgulloso de tener todo un ministerio dedicado a estas cuestiones. Es el Ministerio de las Mujeres, Géneros y la Diversidad – así se lo denomina– que no abarca sólo a las mujeres, sino también a otras minorías sexuales y dispone de un abultado presupuesto que implica un 3,4% de nuestro PBI y se materializa en la disponibilidad de $1,3 billón para promover las políticas de género.

Pese a esta gran cantidad de recursos, a los que hay que sumar los montos destinados en los presupuestos de otros ministerios, tales como el de Salud (lo que podría ser lógico) y el de Economía (que no lo es en absoluto), vemos que no disminuyen los casos de violencia e inseguridad que tienen por blanco a las mujeres. Como tampoco se han logrado mejorar las condiciones laborales de las mujeres en particular, porque tampoco se lo ha logrado para sus compañeros hombres.

Pero si lo comparamos, por ejemplo, con el presupuesto destinado a nuestra Defensa, que es de solo un 0,7% de ese mismo PBI, no puede sorprendernos que nuestras riquezas naturales sigan siendo depredadas como sucede con los caladeros pesqueros de nuestro rico litoral marítimo. Simplemente, porque nuestras FFAA carecen de los medios necesarios y adecuados para vigilar y controlar esa extensa frontera azul.

Algún lector podrá levantar su voz y puntualizar que una cosa no tiene nada que ver con la otra. Pues, creemos que sí.

Para empezar, un país es un todo arquitectónico. Un proyecto sugestivo de vida en común, decía el gran Ortega y Gasset. Mal puede haberlo, cuando se privilegia a las minorías, ya que no todas las mujeres son feministas ni todos los otros “géneros” pasan de pequeños porcentajes de la masa de la población.

Para seguir con lo dicho, no queremos decir que no deban respetarse los derechos de esas minorías. Pero otra cosa muy distinta es privilegiarlos por sobre el bien común o el interés de las mayorías.

Sin una Defensa adecuada de nuestros recursos, mal vamos a preservar y obtener los necesarios para dar empleo a la masa de los argentinos. La mayoría silenciosa sabrá estar agradecida, sean sus integrantes hombres o mujeres.

El Doctor Emilio Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.