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¿Feliz Navidad?

Nos enfrentamos con varios problemas derivados de factores globales, como una probable debacle financiera en los países desarrollados, un posible reacomodamiento del sistema monetario como lo conocemos y una crisis logística que afecta a las cadenas de abastecimiento regionales y mundiales. Esto debe hacernos pensar en tomar previsiones para que no se malogre la celebración familiar 

10 de octubre, 2021 - 09:36

Para la gran mayoría de nosotros, la Navidad es sinónimo de cosas buenas. Un tiempo destinado al reencuentro y a la reconciliación. Por supuesto, no faltan los motivos para ellos. El primero y más importante de todos, es que se celebra el nacimiento de Cristo. Le siguen las circunstancias que se ubican, cronológicamente, en el fin del año laboral y como una excelente oportunidad para celebrar postergadas reuniones familiares.

Pero, ¿cuál sería nuestra reacción si supiéramos que este año enfrentemos dificultades para concretar algunos de sus festejos más pedestres? Como la de una mesa bien provista o un árbol de Navidad repleto de regalos, por ejemplo...

No nos referimos a las situaciones generales de ahogo económico que sufren muchos hogares argentinos desde hace varios años, sino a una situación particular derivada de una serie de factores de origen global. A saber:

1º) Una probable crisis financiera a producirse en los países desarrollados.

2º) Una crisis logística en desarrollo que afecta a las cadenas de abastecimiento mundiales y regionales.

3º) Un posible reacomodamiento del sistema monetario y de pagos a nivel global.

Empezando por el primero de los puntos, ya sabemos que tanto las economías de los EE.UU., de China y de la UE están experimentando problemas diferentes, pero que bien tienen la posibilidad de potenciarse unos a otros.

Por ejemplo, es algo conocido el problema del gigante inmobiliario chino Evergrande, que está llevando a la baja a casi todas las bolsas del mundo en los últimos días. Una incertidumbre que no se despeja, ya que el gobierno chino no ha mostrado, aún, ningún deseo de ayudarla. 
Por otro lado, la otrora pujante economía norteamericana se encuentra a la espera de la aprobación de un mega paquete de estímulos económicos que tiene que aprobar el Congreso de ese país para reanimarla.

Siguiendo por lo segundo, diversos factores, como la escasez de contenedores, de trabajadores en determinadas áreas críticas como el transporte de cargas, la retracción de varias actividades productivas o las mutuas sanciones económicas sino-norteamericanas en el marco de la guerra de tarifas que están librando, han producido una retracción de la oferta de bienes y servicios.

Terminando con el último de los factores, el de un posible cambio del sistema bancario y monetario, podemos afirmar que aunque no sepamos cuán cerca o lejos estamos del mismo, es sólo cuestión de tiempo para que un sistema digital de monedas reemplace al actual. 

Negar esta posibilidad es tan absurdo como la postura de los conductores de carruajes a caballo que se negaban a ceder el paso a los primeros vehículos impulsados por motores de explosión. 

La única duda que podemos tener al respecto es cuándo los grandes poderes financieros que manejan estas cuestiones tomarán la decisión de hacerlo.

Si bien es muy ilustrativo un chiste que circula sobre los economistas que afirma que ellos son especialistas en pronosticar el triple de las crisis financieras que realmente tienen lugar, la realidad es que no es fácil –mucho menos un buen material para bromas– realizar pronósticos económico-financieros acertados.

Sucede que ellos, los economistas, aficionados a las ciencias duras como la Matemática Financiera o la Estadística, son reacios a admitir que su ciencia madre, la Economía, tiene una relación muy estrecha con la Psicología, una ciencia blanda y subjetiva por excelencia. 

Por ejemplo, un economista optimista tenderá a considerar, preferentemente, aquellos escenarios positivos con exclusión de los negativos. Otro, más pesimista, procederá en sentido contrario.

Por eso mismo, hay economistas que buscan salir de estos falsos dilemas buscando un marco metodológico más propicio, como, por ejemplo, las ciencias biológicas vinculadas a la Teoría de la Evolución. Su modelo ya no viene de Adam Smith o Carl Marx y tampoco se sienten influidos por Sigmud Freud, sino por Charles Darwin.

Nos dicen que tanto en el mundo natural como en el económico financiero poco importa el tamaño y hasta el poder y la fuerza de los individuos de una especie, sino sus capacidades para adaptarse y sobrevivir. O en otras palabras, lo que es válido para los dinosaurios lo es para las megacorporaciones globales.

Siguiendo con la imagen, así como la caída de un meteorito en el Golfo de México hace unos 66 millones de años produjo la repentina extinción del 75% de la fauna y de la flora existente, el ‘Martes Negro’ del 29 de octubre de 1929 tuvo un efecto similar en la economía mundial. 

El resultado del primero fue el surgimiento de una serie de pequeños animales conocidos como mamíferos que destronaron a los saurios gigantes. Del segundo de los eventos, no le siguieron efectos tan dramáticos, pues las corporaciones económicas, bancarias y financieras siguieron existiendo, pero de allí en adelante fueron más cuidadosas en todo lo relacionado con la formación de burbujas y de esquemas de enriquecimiento rápido tipo Ponzi.

Un cínico podría burlarse diciendo que la lección no fue aprendida del todo, pues a la famosa crisis de 1929 le siguieron muchas otras. La más cercana fue la de 2008/9 producida por la caída de la  compañía global de servicios financieros norteamericana Lehman & Brothers. Es más podría agregar que, a su juicio, Evergrande es un calco chino de la misma.

Sea como sea, nosotros no somos economistas y nos contentamos con una Navidad en familia, por lo que seguiremos el consejo de Amazon de comprar nuestros regalos de las Fiestas con la anticipación suficiente.

Porque, como decían nuestras abuelas, no creemos en las brujas, pero…

 

El Doctor Emilio Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.