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¿Existe la amistad entre las mascotas?

Los vínculos entre animales son profundos, sentidos y genuinos. Si bien la ciencia no nos permite definirlos como amistad en el sentido humano, asombra la similitud con uno de  los más nobles y desinteresados sentimientos del hombre

27 de abril, 2018 - 10:59

Según la definición de la Real Academia Española, la amistad se define como afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona que se fortalece con el trato. Si nos ajustáramos a esta fría definición podríamos asegurar que no existe la amistad entre animales, pero eso no es necesariamente lo que los amantes de las mascotas vemos día a día.

Entonces, ¿quién tiene la razón? ¿Los animales tienen amigos? Ríos de tinta han sido plasmados en el papel por Filósofos, grandes pensadores, famosos poetas y escritores para expresar lo que significa un amigo desde la perspectiva del ser humano. 

Todos ellos vierten palabras que se repiten: cariño, reciprocidad, asistencia, ayuda, empatía, contacto, respeto, colaboración, palabras con contenido, que si logramos observar de alguna manera también descubrimos en los vínculos animales.

Esta es una palabra clave que nos permitirá definir, más precisamente, la amistad entre animales, o por los menos hasta que podamos sondear mejor la mente animal, que posee más misterios que certezas para los científicos en la actualidad.     

 

Vínculo animal

La esencia de la amistad en  nuestra especie surge de la condición de que somos seres sociables y, en el caso de los animales, los vínculos que se forjan con mucha fuerza y se asemejan a la amistad humana solo suceden en animales evolucionados y con una firme conducta social en la especie. 

Sabemos que en los grupos sociales como las manadas y jaurías  existen vínculos que están relacionados entre sí por un objetivo común de especie, es decir procurar alimento, cuidarse entre sí, acicalarse, defenderse y, por sobre todo, reproducirse para preservar la especie.

Es por ello que los vínculos buscan un propósito específico de beneficio que supera el bien o preservación de un solo individuo sino el del grupo como parte de la misión de mantener a la especie vigente y competitiva. 

Esto puede observarse claramente en el mundo salvaje donde los leones, los chitas, las hienas y los más cercanos parientes de nuestros perros, los lobos, cooperan para cazar, se defienden de los invasores externos de la manada, atacan a otros animales que compiten por su territorio o alimento y forman escalas jerárquicas que le permiten interactuar equilibradamente repartiendo los diversos roles que les toca en la dinámica del grupo. 

Parte de estos comportamientos también quedan reflejados en el comportamiento de nuestro perro familiar que nos defiende a nosotros que somos su manada, a nuestro hogar que es su territorio de alimentación y nos rinde pleitesía como a un rey si somos su líder o reclama cariño y atención e impone condiciones cuando el que domina o reina es él.

Esto no es más que en reflejo de que en nuestro perro vive el salvaje lobo que está arraigado en lo más profundo de sus genes. 

Hasta ahora todo bien, pero algo que no se ve de manera habitual en estado salvaje se observa en los hogares, en los corrales o en la propia calle. 

A menudo somos testigos de vínculos que a las claras, bajo la óptica humana es amistad. Es decir, vínculos entre animales que no buscan protección, ni reproducción, ni tiene por objetivo procurarse alimentación.

Quizás esta mutación en las relaciones entre ellos surja de la domesticación o del hecho que con la vida resuelta en término de necesidades esenciales, permite que aparezca el ocio, baje la competencia por sobrevivir y alimentarse y surgen espacios para relaciones que no se observan o no están bien tipificadas en la naturaleza excepto en los grandes simios.

 

Un vínculo sólo para disfrutar de la compañía del otro

Parece curioso, pero los veterinarios escuchamos a diario un sinfín de relatos que ponen de manifiesto esto, a menudo nos cuentan, mi perro es amigo del perro vecino o a mi gato lo viene a buscar a su amigo para salir. Parece descabellado, pero sucede y sucede por el simple hecho del vínculo sin ningún provecho específico que disfrutar de la compañía del otro. Un ejemplo claro lo pone de manifiesto esta historia que sirve solo como un muestra de miles de historias ignotas que existen en el mundo. 

El caso sucede en Inglaterra, en un prestigioso establecimiento equino en Lambourn, un pequeño pueblo del Reino Unido, junto a Oxford, en el que se encuentra el Valle de los Caballos, una zona con pistas de entrenamiento en las que entrenan a diario los mejores caballos de carrera y salto de Inglaterra. La protagonizan dos ejemplares equinos que llegaron juntos hace muchos años y desarrollaron una relación única y nunca antes vista por los encargados. La gente del lugar calificaba a los caballos como dos amigos que se amaban profundamente.

Es bueno entender que estos dos machos castrados y entrenados para las careras de salto, Triolo Dálene y Simonsig forjaron un vínculo que no era motivado por el interés sexual. Cabe destacar que eran dos machos castrados y no poseían conflictos con otros ejemplares, pero ellos caminaban juntos, pero separados del resto, se alimentaban del mismo pesebre, bebían a la par, reposaban juntos y se acicalaban mutuamente rascándose la espalda como dos buenos amigos. 

Cuando uno de ellos salía en el remolque a una competencia, el otro esperaba ansioso el regreso al cual festejaba con relinchos al ver aproximarse el vehículo que traía al amigo de vuelta a casa.

Pero un día en una competencia Simonsig se fractura una pierna, persiste avanzando en la carrera y cae muerto en el último obstáculo. Ese día el remolque volvió vacío y Triolo Dálene cambió su conducta, se volvió triste, taciturno y apagado; su amigo nunca volvió y con él se fue una parte de su vida. 

Con el tiempo le sobrevinieron problemas de ansiedad, dificultades articulares y nunca volvió a ser el mismo.

Este es un fiel ejemplo de cómo los vínculos entre animales son profundos, sentidos y genuinos y si bien la ciencia no nos permite definirlos como amistad en el sentido humano, asombra la similitud con uno de los más nobles y desinteresados sentimientos humanos.