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Hay vida más allá de la polarización

Ya estamos en campaña para las PASO presidenciales y es poco probable que el resultado cambie la vida de la gente, así que tengamos esta guerra en paz

08 de julio, 2019 - 14:37

En este año de múltiples asistencias al cuarto oscuro, los mendocinos siguen preguntándose cómo, para qué y qué es lo que van a votar.

Descontando los distritos que desdoblaron, la provincia fijó su fecha propia para elegir a sus autoridades y la Nación ya tenía fecha fija, a todo este despropósito organizacional se suma el hecho de que se debe cumplir con la ley de la Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias, (PASO).

Tal fárrago de elecciones no ha hecho otra cosa que desprestigiar a los ojos del ciudadano uno de los actos más valiosos del ejercicio de la democracia. La mala imagen de los políticos en general contribuye a que cunda la indiferencia y el desdén por lo que se refiere a las instituciones y el Estado. Sobre todo cuando la única referencia que tienen de quien debe evitar las injusticias y emparejar los desequilibrios del sistema, es la de aumento de impuestos, incremento de los combustibles, aumentos de las tarifas y deterioro en general de la calidad de vida debido a medidas generalmente vinculadas a la acción del Estado.

Así las cosas, el interés por la participación política, así como las acciones que la promueven, se ven reducidos a los sectores militantes más dinámicos. Y como el que más se empeña en luchar es el que quiere recuperar lo que tuvo o alcanzar lo que nunca fue suyo, la mayor movilidad tanto de superficie como subterránea se da en los sectores de la oposición. 

Tal situación se explica cuando solo se ven malas noticias que roen las bases de la estabilidad que sustenta a duras penas a la clase media y cuando se agrava la precariedad de los que han ido cayendo por el borde de la línea de pobreza.

Las PASO nos dieron a los mendocinos indicios de cómo serán las elecciones locales. Se repiten casi las mismas cifras con que el Frente Cambia Mendoza, con Cornejo a la cabeza, aventajó al maipucino Adolfo Bermejo en 2015. Se especula que Anabel Fernández Sagasti recoja los efectos de, por un lado, la polarización que también se verificará por estas tierras, y también la disconformidad contra la autoridad establecida, principalmente en los sectores más jóvenes que han tomado al kircherismo que representa la candidata peronista como la meta de una nueva gesta libertaria.

La diferencia de fechas entre los comicios provinciales y nacionales evitará los arrastres que tanto se temen o se esperan, según quien sea el beneficiado o el perjudicado.

Pero eso no impide que la situación general del país y la provincia, tan cambiante e imprevisible, influya en el momento de decidir el voto.

Quizá la previsibilidad del resultado en Mendoza nos enfoque más en el proceso electoral nacional, que como todas las veces que esto se da desde que se recuperó la democracia, parece una cuestión apocalíptica que de ésta no se sale. 

Las encuestas, que pueden o no ser creíbles, indican una creciente polarización en la que por ahora llevan una ventaja Alberto y Cristina Fernández, leve por cierto, pero indicadora para muchos que optan por votar al que tiene más posibilidades de ganar. 

El binomio Macri-Pichetto, por ahora ocupa el segundo lugar, pero en un marco de PASO, primera y segunda vuelta, la expectativa está en el voto de los terceros en discordia, que poco a poco ven que se achican sus números por esa polarización que les hace creer a los argentinos que no hay más opción que kirchnerismo o macrismo.

Esa dicotomía va a ser fuertemente explotada por los dos frentes, dejando de lado toda posibilidad de plan de gobierno realmente factible y creíble.

En lo que va del debate público, poco y nada se ha visto de recetas aplicables para que esto alguna vez cambie. Menos se podrá esperar entonces a partir de ahora en que la campaña cobrará su mayor virulencia.

Como el factor económico es lo que más duele, todos esperan que este gobierno le mejoren las cosas si pretende permanecer cuatro años más, o el que venga –léase Alberto y Cristina– cambien una realidad que en parte ellos mismos contribuyeron  a que se produzca.

Difuminada la tercera vía, o avenida del medio, cada vez va a ir quedando menos espacio para los matices y se intentará a toda costa convencer a la mayor cantidad que se pueda de que hay vida mas allá de la grieta.   

A poco más de un mes de que se jueguen las PASO nacionales, los mendocinos tendrán nueve candidaturas presidenciales por las que optar y solamente cuatro listas de diputados nacionales para reemplazar a los cinco representantes de Mendoza que terminan sus mandatos el 10 de diciembre junto con la Presidencia de la Nación.

Quizá para esa fecha se hayan calmado las ansiedades y volvamos a ser un país normal, es decir, como somos nosotros, poco normales.

Aprender a elegir y confiar en nosotros

Ha quedado demostrado que la intención de que todos los partidos y frentes eligieran limpia y democráticamente a sus candidatos se ve siempre impedida por turbios manejos para que no se dispute el poder de los que se creen predestinados para ejercerlo.

La iniciativa de Néstor Kirchner no pudo impedir las designaciones a dedo y los acuerdos que, genuinos o no, casi siempre dejaron afuera a los que tienen menos influencia y recursos económicos.

La experiencia de las dos últimas elecciones indican que es urgente una verdadera reforma electoral donde la transparencia se vea asegurada tanto por la tecnología como por la honestidad.

Una normativa que asegure la equidad a todos los participantes y desaliente a los que solo especulan para sacarle al Estado fondos de acuerdo a los votos obtenidos, sobre todo aquellos que saben de antemano que nunca les alcanzaran para llegar a ningún cargo.

El anhelado por muchos bipartidismo se debe dar en forma natural sin forzarlo, aunque parezca que los partidos como organizaciones no tienen mucho futuro, se debe recurrir finalmente a ellos y reforzar sus bases doctrinarias e ideológicas. Si bien esto parece por estos días una ingenuidad, es preciso entender que un sistema democrático moderno no puede prescindir de las estructuras partidarias, donde la renovación y la institucionalidad interna debe estar regulada por leyes estrictas.

Bastante nos cuesta a los argentinos salir de los caudillismos y de las figuras providenciales que nos impiden crecer como sociedad.