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Una fábrica de aviones puesta en crisis por la burocracia y las decisiones que no llegan

Petrel es una fábrica de aviones radicada en Gowland, provincia de Buenos Aires. Su presidente, el empresario radicado en Mendoza Carlos Antonietti, cuenta la difícil situación que vive la empresa por las trabas para su funcionamiento

27 de mayo, 2020 - 08:18

La Argentina iba por fin, después de 42 años, a exportar aviones producidos en el país a destinos internacionales. Parece una utopía, pero era la realidad de una empresa que nació hace 12 años y trabajó arduamente para eso. Invirtiendo, creando, desarrollando, peleando un mercado complejo y competitivo, habían logrado vender sus productos en Colombia y despertar el interés de otros compradores de diversas partes del mundo.

En diálogo con CNN Radio Mendoza, Carlos Antonietti, presidente de Petrel, explicó: “Nosotros somos una pyme. Si bien el nombre de fábrica de aviones suena pomposo, somos una pyme que lucha mes a mes por cumplir sus obligaciones impositivas, de servicios, salariales”, resaltando que “venimos de años difíciles, arrastrando una crisis, y el sector aeronáutico no escapa a eso”. 

Además, otra de las dificultades que enumeró pasa por “la falta de crédito, porque las escuelas de vuelo, los aeroclubes, que son nuestros clientes fundamentales son entidades que viven con muy poco beneficio, entonces no tienen fondos para comprar a un avión, hay que financiarlo, y nosotros tampoco podemos financiarlo”, dejando en claro uno de los principales problemas del empresariado nacional.

Ahora, la circunstancia ha complicado mucho más aún la situación: “Pese a eso logramos hacer algunas ventas, fabricar, vender en el país, y logramos una venta para exportar de ocho aviones –lo cual nos animó mucho porque después de esa noticia de otros países nos contactaron operadores, escuelas de vuelo, empresas de fumigación, y estamos negociando con todos ellos más algunos clientes de acá del país–, y surge esto del COVID-19, donde con toda lógica hay una cuarentena obligatoria a fines de marzo”.

La cuarentena destrozó toda previsión, y Antonietti explica que “a fin de abril, habiendo pasado más de un mes y no habiendo casos en la zona donde está la fábrica, en Gowland, partido de Mercedes, en la provincia de Buenos Aires, pedimos permiso para reiniciar actividades y nos dijeron que no. Esperamos, pasó todo abril, a principios de mayo pedimos nuevamente que nos dejen abrir las puertas porque se nos hace muy difícil enfrentar las obligaciones de la empresa sin tener ingresos. No nos respondieron nada; mandamos un tuit al presidente y ahí nos contactaron de Presidencia, autorizaron a volar a los aeroclubes, a las escuelas de vuelo, los talleres, pero no a las fábricas. Habiendo un decreto no vamos a salir a cometer un delito, a contravenir un decreto presidencial”, concluyó.

Los vuelos son parte excluyente del proceso de la industria. Los hay de mantenimiento, para naves que se reconstruyen. Los hay de producción, para las nuevas que salen de la línea de ensamblaje. Los hay de investigación y desarrollo, para probar nuevos diseños o soluciones. Sin embargo, el Gobierno siguió negándose a permitirlos.

El periplo de la empresa buscando soluciones continuó: “Hablamos con el intendente de Mercedes, pero ni presidencia ni ANAC nos dieron una respuesta. Pasaron los días y terminando mayo, tenemos que afrontar nuevamente los vencimientos, y sin haber trabajado dos meses, y sin haber podido cobrar lo que trabajamos antes –los cheques que nos habían dado todos vinieron de vuelta– la situación de la empresa no es la mejor financieramente”, resaltó el presidente de Petrel, cerrando con una pregunta lacónica: “¿Dónde viste una fábrica de aviones que no pueda volar, que no pueda probar lo que fabrica?”.

Es de suponer que este tipo de industrias debería tener una serie de ventajas competitivas, por su base tecnológica y de desarrollo, que explicó Antonietti al señalar que la empresa “es una pyme, pero que tiene puesto en investigación y desarrollo para certificar el avión, en su momento hace doce años, más de 600 mil dólares, 700 mil, y a lo largo de los años se siguió invirtiendo, mejorando el avión, desarrollándolo”. Sin embargo, ello no sucede. “Hay un cambio constante de las reglas de juego, y la industria aeronáutica nacional puedo decirte que impositivamente, en cuanto a aranceles y demás, ningún gobierno ayudó en algo”

No solo eso, sino que parece desalentarse este tipo de industria. Lo deja claro el empresario cuando afirma que para ellos “no hay ventajas. Si tienen ventajas los aviones importados que ingresan pagando un poco menos de arancel, en relación pagamos más nosotros por importar los instrumentos y el motor, que son cosas que no se fabrican en el país, a que venga un avión entero desde afuera, y acá se le coloquen las alas, se conectan las mangueras y salga a volar. Conviene más eso que fabricar. Yo no los puedo criticar, ni al fabricante de esos aviones, ni a los representantes”, afirma.

No obstante, pese a las dificultades, Antonietti reforzó la idea de insistir con el proyecto industrial pese a todas las dificultades: “Nos resistimos a dejar morir un proyecto tan lindo y con tanto esfuerzo, estamos convencidos que hay gente inteligente, que en algún momento se va a entender. En Brasil se desarrolló la industria aeronáutica porque es una política de estado, en todos lados están los estados detrás, apoyando ya sea políticamente, financieramente, con las embajadas y demás, pero pensamos que esto se va a revertir, que es una equivocación de alguien que no es especialista”. 

Finalmente, fue consultado sobre la posibilidad de emigrar, de radicar su industria en tierras más amigables, y respondió: “Estamos estudiando alternativas para el caso extremo de que debamos cerrar, pero esta es nuestra tierra, somos de acá, no somos águilas que van cambiando de nido. Nos resistimos, lo pensamos como el último caso, pero nos resistimos”.