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Las memorias del astro lasherino

Ariel Gómez, una historia de goles y gambetas. El pibe del barrio Fábrega, una de las glorias de Huracán, hizo una pausa en cuarentena y recordó su vida junto a la pelota

23 de junio, 2020 - 10:14

El Globo empuja y empuja. Luego de esos dos cachetazos iniciales, de manual, apenitas a los pocos minutos del inicio, empezó a reinventarse en plena crisis de derrota. Sobre al arco Norte, el sanjuanino Bravo con un jugadón saliendo de su área y el Ariel en doble pared con Marcelino Blanco, habían agarrado la bandera blanca y fueron a la lucha armada contra el Ciclón de Boedo, nada menos. Ya era empate, pero esa noche del 6 de marzo no era solo para la tibieza del puntito reparador, por más épico que fuera. Pintaba para algo más.

“Salimos de contragolpe. Yo había quedado como volante derecho, la defensa de San Lorenzo tira el achique y Pinino me mete el pelotazo preciso; pico desde atrás de la mitad de cancha sabiendo que me iba solo. Todos pensaron que me había quedado, pero fue un amague para que Chilavert saliera un poquito más afuera del arco. Entonces lo mareo a la derecha y la toco a la red”.

Pintaba para algo más, sí. Lo palpitaba la inmensa mayoría, la multitud de aquella noche en el Malvinas Argentinas que empujaba desde afuera y Rubén Ariel Gómez, la bandera idolatrada de la verdadera reparación histórica. El Ariel a secas y para todos. El pibe del Fábrega, el barrio natal, ahí en la Balloffet y San Martín pegadito al zanjón de los ciruelos. El nene mimado de los Gómez, el más chico del Campulo que seguía a sus hermanos y amigos a todos lados y hasta el sueño albo de Las Heras. El que le hacía morder el polvo de la derrota al Chila para marcar el gol del triunfo de Huracán ante San Lorenzo. Inolvidable, tal como lo cuenta. El 3 a 2 con otro gol del Astro lasherino, como lo apodó por entonces el periodista Sergio Dimaría.

–¿Has podido ver otra vez esos tantos a San Lorenzo?

–Nooo. Los hemos buscado por todos lados, inclusive con la gente de TySports cuando fue el torneo de la Serenisima (NdeR: el certamen infantil en Francia adonde fue a dirigir con Efip), traté de contactar a Bonadeo (Gonzalo) porque supuestamente los podía tener, pero nunca pude dar con él.

–Ese día la cancha estaba llena…

–Nunca la vi tan llena. Hoy con los pulmones y esas cosas no se observa bien, pero ese día estaba de bote a bote. Las plateas, las populares, todas llenas.

–¿Hablaste alguna vez con Chilavert sobre aquel partido?

–En Lanús tuve de compañero a Crespín que jugaba con él en San Lorenzo. Un día nos puso en contacto por teléfono, en esa época era así y ahí recordamos aquel partido.

-Jugaste en muchos lados, pero estás identificado con Huracán…

-Si y mi familia principalmente, somos todos de Huracán. Mi vieja nació en Buen Orden, y por eso siempre me decía que quería que alguna vez jugara en San Martín y le pude dar el gusto de vestir esa camiseta.

-¿Jugaron juntos los hermanos Gómez alguna vez?

-Solo con Carlos, el mayor. Yo debuté en el 77’, Huracán se había ido al descenso y pusieron a mayoría de pibes en los últimos partidos del torneo. Yo jugué los últimos cuatro y me quedaron en la memoria, porque fue el debut, no cumplíamos los 16 años. Al año siguiente en la B vuelve mi hermano Carlos al club y fuimos compañeros. Oscar ya se había ido a San Martín y a San Rafael. 

-Y seguiste en Huracán en los cuatro años en el ascenso.

-Sí. Hasta el 81. A mí me tocó la colimba y me dieron de baja a fines de ese año. Un suboficial mayor que manejaba todo el RIM de Infantería de Marina me quería llevar a Gimnasia La Plata, pero yo elegí seguir en Huracán. Me aparecía los domingos tipo 2 de la tarde en el tren El Zona y el Pancho Ontiveros me esperaba y me metía en el banco. Jugaba y llegaba tarde a La Plata, vivía arrestado (risas). Así que por 15 o 20 días desaparecía y volvía a Mendoza. Grandes recuerdos de esa etapa en el club.

–¿Tenías en claro que querías vivir del fútbol?

–Sí, teniendo a mi viejo y a mis hermanos era natural. Desde chico en mi casa se respiraba fútbol. Mi viejo tenía el club Juventus de Las Heras y a los asados en casa venían  el Loco Oviedo, Adolfo Oros, Blanco, Parodi, muchachos que jugaban en la liga lasherina. Después en Huracán siempre venian a casa Molina, Luis Ramos, el Jeta García…

–¿Qué era la séptima maravilla?

–Una séptima división de Huracán que fue muy famosa. Muchos fuimos después parte del campeonato de 84: Guirado, Ricardo Lucero, Miliki Moyano. Eduardo Macri, que luego se fue, también el Chelo Vargas Ríos que era más chico pero estaba. La mayoría jugó en primera, el Chispa Giardini, Giusepponi, Jorge Fontemachi. Los muchachos de la Primera nos venían a ver y nosotros íbamos a verlos a ellos, éramos verdaderamente como una familia.

“En edad de Baby, dirigidos por mi viejo ganamos el Torneo Evita. Jugamos en Córdoba (Embalse Rio Tercero) en el torneo que también jugaron los Cebollitas de Maradona. Nosotros perdimos con Santa Fe por penales, el de Diego con los santiagueños. Después le ganan a Santa Fe 1 a 0.

“A Diego lo vi, se vendaba las muñecas, jugaba con medias bajas, por ahí jugábamos a la misma hora y mirábamos últimos minutos”.

1984, la fiesta inolvidable

“La base del equipo campeón nació en el 82, cuando se hizo un promocional. Mezcla de experiencia y juventud. Estuvimos cerca en el 83 y en el 84 fue nuestro año. Gente con hambre de gloria que sabíamos que se podía quedar en la historia y se dio”, describe Gómez.

–¿Cómo fueron los duelos definitorios contra Gimnasia?

–Durísimos. Jugamos contra ellos 5 partidos en el año: la fecha de Torneo Apertura y la final ese torneo, el partido del Clausura y las dos finales para ir al Nacional. Ganamos 4 y ellos uno: el 4 a 0 del Apertura. Ahí nos ganaron bien, tenían un equipazo, aunque nosotros también.

“Ganamos el Clausura en una dura final contra San Martín, por penales. Me acuerdo que un mes antes a Fornari y a mí nos habían operado de los meniscos. Nos recuperamos y nos toca jugar la final. Pancho me pone en el segundo tiempo, fuimos a penales y tuve la suerte de convertir el gol definitorio y salir campeón por primera vez.

“Así fuimos a la final anual contra Gimnasia. Ganamos la primera con un golazo de Pedro Fóppoli. Y la segunda 3 a 1. En la final del Apertura, el Cochina Olguín se paraba arriba del balón. Llegué yo y le pegué a él y a la pelota y me expulsaron. Lo mismo le pasó al Cachavacha Pérez. En la final anual, el Loco Fornari se paró arriba de la pelota y el Cochina lo tomó con humor y se la bancó. Aparte de persona era un excelente jugador”.

-Otra anécdota fue que jugaron el primer tiempo de esa final sin la pilcha de Huracán…

-Sí. Estábamos en los camarines, la ropa no aparecía, no aparecía y nunca apareció (risas). Hasta hoy no se sabe que pasó. Muchos dicen que al utilero no lo pasaron a buscar, que se rompió la camioneta. En fin, era una locura, imagínate que estábamos a un paso de jugar el Nacional que era histórico para el club.

“Un rato antes se había jugado el partido de reserva entre Talleres y Godoy Cruz. Los dirigentes de los dos clubes nos prestaron las ropas que habían usado esos chicos. El Tomba nos prestó los pantalones, algunas medias  y Talleres las camisetas.

“Arrancamos así, algunos sin canilleras, otros en zapatillas, (risas). En la foto del equipo se ve que tenemos pantalones de distintos colores, medias desteñidas. Gracias a esos clubes pudimos jugar la final. En el segundo tiempo apareció nuestra indumentaria”.

El Nacional '85

“Hicimos un lindo torneo, vinieron jugadores de jerarquía: Más, Próstamo, Espinoza, Bachino, Berta. Eso nos dio un plus distinto y a nosotros mismos nos agrandó, porque sabíamos que teníamos un buen equipo”, cuenta Ariel sobre ese Huracán que afrontó el Torneo Nacional de 1985.

–¿Es cierto que Ontiveros era más compinche con los jugadores foráneos que con los locales?

–No, al contrario. Nunca sentí diferencias. Berta y Más eran dos más en el grupo. Para mí era un orgullo que Pinino que había sido un tipo de selección, que salió de River y jugó en el Real Madrid me brindara todo lo que sabía.

Cuando pase el temblor

El 11 de marzo de 1985 hubo un hecho curioso. Tembló en Mendoza y en el Malvinas mientras Huracán Las Heras jugaba contra Nicanor Otamendi de Mar del Plata.

“En el 2018 hablé con José Palacio, el papá de Rodrigo, que jugó ese partido para Otamendi y me dice: “¿Ariel vos sabes el cagazo que nos llevamos?”

–¿ Y ustedes no se daban cuenta?

–Yo vi que todos salieron desde el banco hasta la mitad de la cancha e intuimos que había algo raro. La gente empezó a correr por los pasillos y a salir por las bocas de salida. Pero los de Mendoza nos dimos cuenta recién cuando empezaron a moverse los vidrios de la prensa. Nosotros perdíamos 1 a 0, faltaban diez o quince y teníamos que buscar el empate. Y ahí tuvimos la suerte de darlo vuelta, ganamos 3 a 1.

–Después vuelven a jugar contra San Lorenzo en Río Cuarto.

–Fue raro, estábamos jugando bien, pero se presentó para ellos. El mejor que teníamos para patear penales era Bachino y tuvo la mala suerte de marrar (erró tres penales). Empatamos 1 a 1 en los 90 y en el suplementario San Lorenzo se pone 3 a 1 y lo empatamos. Pero en los penales, se nos fue. Lo recuerdo como algo lindo, por la gente que llevó Huracán a Río Cuarto. 

–Hoy como un técnico egresado, ¿que tomarías de las enseñanzas de aquella camada de entrenadores como Pancho Ontiveros o el Turco Julio, de la vieja escuela de DTs mendocinos?

–Crear un grupo humano es siempre esencial. Esos técnicos nos enseñaron que cuando al jugador le venís con la verdad, sea buena o mala te lo va a entender. Cuando le das la espalda y no lo tratás como al mejor de tu equipo y hacés diferencias, empiezan los problemas. Mas allá de lo que puedas enseñar en lo táctico. Así eran el Pancho, El Negro Ramos Delgado y Ramón Cabrero, quien fue mi padre futbolístico y cuya muerte me golpeó. Todos te dejan algo, otros no en lo humano, pero sí en lo futbolístico. Uno debe ser inteligente para tomar lo que te conviene y lo que no. Soy un agradecido de todos, nunca tuve problemas con nadie.

–¿Tu técnica, vino de cuna o alguien te ayudó a trabajarla?

–Sí, mi viejo. Una vez fue a mi casa Mumo Orsi y me dijo: “¿Usted quiere pegarle bien al futbol? Agarre la pelota, mójela, y péguele descalzo contra la pared. Juegue todo el tiempo que quiera así”. Y ahí estaba todos los días, descalzo, dándole con empeine, cara interior, cara posterior, con la pelota mojada. Todo lo que uno pudo aprender, un gol de taco, suela, empeine, era aprenderlo en mi casa con mi viejo o gente amiga que te aconsejaba.

“Aparte de mi viejo, estaba Medardo Sosa, que había jugado con estos colores y tenía conocimiento de cómo ser un profesional. Antes la Liga Mendocina era distinta, había muchos jugadores y era difícil llegar, en todos los clubes era similar”

Algunas frases

"Cuando mi hermano Oscar se va a San Martín, conocí al Pancho Monárdez, él era mi ídolo, una cosa de locos, tanto en Luján como en el Chacarero era un distinto. Si bien no era mendocino, junto al Víctor fueron de los mejores que dio el futbol mendocino”.

"Juan Gilberto Funes era una cosa de locos. Una vez en la cancha de Talleres quedé entre él y Fóppoli en medio de un centro. Me hicieron sanguchito. Quedé aturdido por 20 minutos. Juan tenía una fuerza y una técnica superlativa, para la altura que tenía.”

"Con el profesor Cano nos fuimos a Uspallata para un proyecto, el club Tiro Federal. En agosto de 2017 entramos por primera vez en Liga Mendocina con Primera, inferiores e infantiles. Para el pueblo fue apoteótico, un orgullo de ser los primeros en hacer ese trabajo.”

"Trabajé una semana Huracán hasta que se fue el Bichi Fuertes, con quien jugué en Los Andes. Él era jovencito y yo estaba de vuelta, cuando venía con River comíamos juntos. Yo quise agarrar la primera pero surgieron unos problemitas que no me gustaron y me alejé.”

"A Huracán nunca le pedí nada, yo me arreglaba lo económico. Pero me dijeron que no sabían por cuanto arreglaba y no me gustó. La gente que me apoyaba es gente que está hace mucho en el club e inclusive quieren que coordine inferiores. Es una lástima porque Huracán que está tan alto, un día necesitará presentar inferiores en AFA y no las va a tener. Y es una pena teniendo tantos chicos en Las Heras, que no sea así.”

"Efago es el sueño del pibe. Mi escuelita de donde sacamos a Franco Di Santo, Fragapane y Pity Martínez. En 2005 ganamos un torneo en Mendoza, luego a Independiente de Avellaneda y fuimos al Torneo La Serenísima en Francia, adonde perdimos con un equipo ruso”

"Me siento capacitado para dirigir en Primera porque llevo años en esto. En 2018 viajé a Alemania a ver las prácticas invitado por Franco Di Santo. Hay cosas que te sirven y otras no porque la infraestructura de allá no las tenemos acá en Mendoza. Por ahí tenés que tomar y trasladar lo que sea interesante a tu realidad”.

"Habilidoso por demás, penetrante en el área, capaz de armar una jugada en una baldosa y desparramar toda la defensa rival. Llevaba la pelota al pie y al entrar en las dieciocho sacaba un furibundo remate que se convertía en gol, luego con alegría y el pecho inflado de orgullo buscaba en la tribuna a su padre y hermanos para ofrecerles la conversión”. (De Rubén Lloveras, historiador de Huracán, en su libro Historia de una pasión).

Su trayectoria

Huracán Las Heras, Atlético Tucumán, Deportivo Maipú, Lanús, Sportivo Italiano, Central Córdoba de Santiago del Estero, San Martín de Mendoza, Gimnasia (M), Los Andes, Huracán Las Heras, Atlético Tucumán.

Su familia

Esposa: Sandra Magnetti ("jugaba al básquet en Huracán y ahí nos conocimos"), Carolina, Ariel, Diego y Martín (“Es arquero, tiene 22 años, mide 1,90 y estuvo en las inferiores de Lanús, tiene grandes condiciones, hay grandes posibilidades que se vaya a jugar a México”). Nietos: Francesco, Antonella y Thiago.