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Sueño cambiado

23 de julio, 2019 - 19:22

Me desperté todo sudado, exaltado, con las palpitaciones a mil, como si hubiera tenido la peor de mis pesadillas. 

Era la final del torneo barrial contra los insoportables de los Dúplex y soñé que ganábamos con un golazo mío, de palomita, en el último minuto de partido.

Fue una sensación rarísima. Soñé todo el partido minuto a minuto como si estuviera jugándolo realmente. 

“Áspero como lengua de gato”, decía mi abuelo. 

Patadas, planchas, empujones, codazos y alguna que otra piña, aparecían cada vez que el árbitro miraba para otro lado. Acá no había VAR, ni ningún dispositivo tecnológico que mandara al frente a los “violentos”, entonces se sentía el rigor de jugar contra el rival más odiado.

Sobre el final, le anticipé una pelota al Colorado y me pasó por encima, literalmente. Menos mal que era un sueño y no sentí el terrible dolor que te puede causar atropellarte a un “ropero” de casi 100 kilogramos en el “mundo real”.

Tiro libre, último minuto, centro al primer palo, me anticipé al “5” de ellos y de palomita la puse en el ángulo. Nunca en mi larga carrera de potreros o canchas alquiladas había hecho un gol tan espectacular. El grito soñado para cualquier jugador amateur, que alguna vez imaginó ser el héroe del club de sus amores. En esta ocasión era el barrio de toda la vida. Parecido.

Pero cuando abrí los ojos para festejar, mis compañeros no me saludaban y la hinchada del barrio me miraba enojada. Gritaban y no comprendía precisamente lo que decían, estaba como aturdido, sin embargo, me pareció escuchar algún insulto al aire. No entendía nada…hasta que me desperté en las condiciones que les narraba al principio.

Esa rara sensación de felicidad frustrada la tuve un rato largo, hasta que vino a mi casa el Coco y me advirtió que ni me acercara por la plaza, porque los vagos del barrio querían lincharme después del gol en contra que hice en el final del partido contra Los Dúplex, que perdimos 1 a 0.