|07/02/19 10:53 AM

Los ladrones no se desgarran

En este atractivo cuento de Gonzalo Ruiz se dejan entrever las excusas que pone un amigo ante otros para no ir a jugar al fútbol, ya que prefiere salir con una chica

07 de febrero, 2019 - 10:57

El Turco entra al café, se sienta a la mesa en la que está Mario y empieza a hablar, sin saludarlo.

–Vengo recontra recaliente (larga, mientras le hace una seña al mozo).

–Hola, Marito, ¿cómo andás? ¿Tus cosas bien? ¿Tu esposa? ¿Tus pibes?

–Dejate de hinchar las pelotas. ¿No ves cómo estoy?

–¿Qué te pasó que estás así? ¿Se te sigue cayendo el pelo?

–No, boludo. El francés, ese pelotudo me pasa.

–¿Qué hizo ahora?

–¿No sabías?

–Y… no. 

–No juega esta noche.

–¡¿Cómo que no juega?! ¡¿Me estás gastando?!

–Te hablo en serio, no juega. Dice que se desgarró.

–¿Desgarró?

–Desgarró.

–¿Un desgarro?

–¡Sí, ¿En qué idioma hablo?!

–En francés seguro que no.

–No seás pelotudo, querés.

–¿Y qué vamos a hacer?

–No tengo la más puta idea.

–Cómo se viene a desgarrar justo ahora, qué sal.

–Marito, esta noche perdemos y yo me corto las pelotas. 

–Y sí. Es lo mínimo que podés hacer.

En eso llega el Francés hablando por celular. Traje lujoso, corte de pelo impecable. Saluda a dos tipos que están en una mesa cerca de la puerta, al mozo y al cajero. Se sienta junto al Turco y Mario.

–Sí, sí, todo bien, che, de maravillas, la verdad. No me puedo quejar. Dale, dale, hablamos la semana que viene, querido. Abrazo grande, saludo a los tuyos.

El Francés corta. Deja el celular en la mesa. Les sonríe.

–¿Qué sonreís, pelotudo? (lo recibe el Turco).

–Eh, Turquito, ¿acaso has visto algún mal modo?

–¿Cómo es eso? ¿Estás desgarrado? (sale al cruce Mario).

–Sí, Marito. Me hice mierda la gamba ayer.

–¿Pero no podés jugar, infiltrarte como hacen los futbolistas, ponerte una venda, algo?

–Nada de nada.

–Sos un forro (dice el Turco).

–¿Cómo fue? (pregunta Mario).

–¿Qué cosa? (dice el Francés).

–El desgarro, boludo, ¿de qué estamos hablando?

–Ah, sí, sí. Manejando fue.

–¿Manejando?

–Sí, manejando.

–¡¿Cómo mierda hace una persona para desgarrarse la gamba cuando está manejando, me querés decir?! (el Turco golpea la mesa y tiemblan las tazas).

–Y… (el Francés pone cara de lamento–. Frenando… Frenando la gente se desgarra).

–¿Frenandooo? (pregunta el Turco, los ojos rojos de furia).

–Sí, un boludo me frenó de golpe en Paso de los Andes y Arístides. Yo justo iba viendo el celular y cuando me di cuenta, me lo llevaba puesto, tuve que clavar los frenos. No sabés cómo chillaron las ruedas.

–¿Y?

–Y ahí me desgarré. Frené de golpe. Hice un movimiento brusco, pisé a fondo y la pierna izquierda se me abrió. Sentí que un cuchillo me entraba en el músculo.

–Pero si se frena con la derecha.

–Sí, sí, la derecha, perdón. Sí, esta gamba tengo cagada (dice el Francés y se toca la pierna lesionada).

–Ah, lo tuyo es una cosa de locos.

–Jamás escuché algo así (dice Mario y se para rumbo a la barra). 

El Turco mira hacia la calle y trata de encontrar alguna explicación. El Francés vuelve a ver su celular y sonríe.

–Escuchame... (dice el Turco, con tono más amable) si esta noche vas, te hacés una friega con Átomo, te ponés una muslera, entrás en calor de a poquito, quizás podés jugar. ¿Por qué no te fijás? (desliza a modo de ruego).

–Imposible, sería peor.

–¡No nos podés dejar en banda así! (grita el Turco y le pega de nuevo a la mesa).

Mario vuelve de la barra con el vasito de soda que se había olvidado de traer el mozo.

–Yo no entiendo, viejo, no entiendo. ¿Cuándo has visto un ladrón que se desgarre? (dice antes de sentarse).

–¿Qué?

–Eso, ¿cuándo has visto un ladrón desgarrado?

–Y… nunca (el Francés mira sin entender).

–Sí, viejo, es claro: un ladrón va por la calle, te chorea, pongámosle, el celular, y sale a los piques. 

–Sí, ¿y?

–No entran en calor y jamás se lesionan. Los ladrones no se desgarran. Y vos frenás de golpe y te desgarrás. Una cosa de no creer.

–Habla bien de mí: no soy chorro.

–No te hagás el vivo. Esta noche tenés que a ir aunque no puedas jugar. Tenés que apoyar al equipo en un partido así.

–No, Marito, no puedo ir.

–¡Cómo que no! ¡Estás desgarrado, no paralítico!

–Y no, no, no puedo.

–Dame una razón que valga, no la pelotudez del desgarro.

–Marito (el Francés baja la mirada como para contar un secreto) esta noche me junto con la Colorada.

–¿La Colorada?

–La Colorada.

–La Colo.

–Sí, la Colorada.

–Dicen una vez más la Colorada y los cago a trompadas (avisa el Turco).

–Vieron cómo es el asunto. Cuánto la he remado, meses, años. Y ahora que se me ha dado la quiero disfrutar. Ella pone días y horarios. Hoy zafa del novio y bueno, me toca. 

–Cómo te cagás en el equipo, Francés de mierda (dice el Turco).

–Turquito, hermano, es la Colorada. Además, no puedo jugar, ¿a qué voy a ir? 

–¡No digas más la Colorada! Que encima son yeta. Tenés que ir a apoyar al equipo, sabés lo que nos jugamos, ¿no?

–Turco, tenés razón: es un francés de mierda, pero atendeme una cosita (Mario se pone pensativo, pasan unos segundos en silencio). El Francés viene enganchado hace años con la Colo, digo la Claudia, y que no le da bola y que no le da bola... 

–Queremos salir campeones y vos cogés con una pelirroja, insólito (interrumpe el Turco).

–¡Me tiene loco hace años! (se defiende el Francés).

Al Turco de repente le cambia la cara. Levanta el dedo índice y señala a los ojos al Francés.

–¿Dónde te juntás con la Claudia esta noche?

–En su departamento.

–Ajá, ¿y dónde queda el departamento?

–En la Cuarta, calle Moreno.

–Linda zona.

–La Cuarta de Fierro, gran zona.

–¿Y el novio?

–¿Qué sé yo el novio? ¿Querés que le diga que vaya al partido?

–No te hagás el vivo, infeliz. ¿No manejás la posibilidad de que el novio aparezca cuando vos estés ahí?

–En las dos veces que he ido, del novio ni noticias. Yo ni pregunto, por las dudas.

–Están locos (aporta Mario).

–¿El novio es cana, no? (sigue el interrogatorio el Turco).

–Sí.

–Pobres los canas, siempre tan gorreados (dice Mario). Te van a cagar a tiros, Francés, tené cuidado.

–Y supongamos… (se pone aún más serio el Turco): si el novio aparece, ¿me podés explicar de qué carajo te vas a disfrazar? 

–No pasa nada, Turquito (el Francés sonríe). Si el novio aparece rajo por la ventaja, es un primer piso. Ya lo tengo pensado. Me tiro y salgo corriendo.

El Turco se para en un arrebato y agarra al Francés de la corbata. Tiene esa cara de loco, como cuando el equipo pierde. 

–Escuchame, Francés mentiroso hijo de una gran puta (le dice). Esta noche, a las nueve, puntual, te quiero en las canchas listo para jugar. 

Lo suelta, deja un billete en la mesa y se va del bar con un gesto tranquilo, satisfecho. Mario y el Francés se quedan un rato en silencio. 

–¿Sabés que tenés razón, Marito? (dice el Francés).

–¿En qué?

–En eso de los ladrones, nunca se desgarran los muy guachos. ¿Cómo harán?

 

MÁS LECTURAS DE VERANO