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Los viejos surtidores públicos de agua potable instalados en las esquinas mendocinas

Durante muchos años, los vecinos podían conseguir la valiosa bebida a través de canillas instaladas en lugares estratégicos de los barrios, con lo cual se les mejoró la calidad de vida

17 de octubre, 2022 - 07:38

Hoy ya no existen en las esquinas los surtidores públicos que servían a cientos de personas que necesitaban agua potable, elementos que alguna vez fueron testigos fieles de una época.

En tiempos pasados se podía ver a los vecinos haciendo fila con tachos, botellones, bidones y botellas para llevar el preciado líquido a sus hogares.

Hasta la década de los 70, esta imagen era frecuente en los barrios periféricos de la ciudad, y con el tiempo, el agua corriente se instaló en cada una de las viviendas y así se eliminó la necesidad de realizar esta tediosa tarea.

 

Las primeras cañerías

Después del terremoto de 1861, la ciudad de Mendoza, se trasladó más al sudoeste y se planificó la nueva urbe en donde tiempo después, se erigieron edificios y viviendas.

Entre el aquel moderno trazado, también se ejecutaron tendidos de cañerías de agua corriente, que se inauguraron veinte años antes de finalizar el siglo XIX, aunque no toda la población accedió a la comodidad de ese servicio, ya que sólo los más pudientes podían tenerlo.

La aldea progresista tuvo sus primeros conductos de agua corriente en mayo de 1883 con una red que se distribuyó en el sector céntrico de la ciudad, y para ello se trajeron miles de caños desde Europa.

Con el tiempo, el municipio de Capital fue pionero en implementar las primeras cañerías de hierro galvanizado y reemplazó las antiguas de barro cocido. Con esta medida, se pensaba que se podía mejorar la calidad de vida y disminuir algunas enfermedades.

Gracias a esta inversión de las autoridades capitalinas, también los más humildes podrían tener este servicio, contando en ese momento con la colocación de surtidores en las principales esquinas de la capital.

Antigua foto de vecinos llenando sus baldes en una de las canillas barriales

 

Agua corriente contra el cólera

Si bien el servicio de agua potable se extendió por diferentes zonas de la Ciudad, en los departamentos agua directamente de las acequias, los que por supuesto no era nada saludable para la población, ya que era bebida o utilizada para cocinar directamente, si tomar ninguna precaución higiénica, lo que implicaba un verdadero riesgo de enfermedades graves como el cólera.

Y precisamente el 8 de diciembre de 1886, de manera tenue, la enfermedad cobró sus primeras víctimas en la zona de El Plumerillo, y en los días siguientes se extendió por toda la provincia causando la muerte de un centenar de personas.

Cuando la enfermedad quedó confirmada, las autoridades realizaron barreras sanitarias y se creó una comisión para analizar la forma de erradicar el flagelo.

La situación se tornó insostenible por la cantidad de víctimas fatales, que superaron las 4.000. Pasaron unos meses y todo volvió a la normalidad, y como medida importante se agregaron más surtidores de agua potable.

Restos de uno de los surtidores que prestaron servicio en Guaymallén

 

Un espectáculo sin precedente

Los surtidores públicos de agua potable fueron ubicados en las esquinas y muchos vecinos de capital se beneficiaron con el servicio.

Los primeros se encontraban en las esquinas de Lavalle y Rioja, Necochea y Perú, en varios lugares de la avenida Las Heras, en la avenida San Martín y Colón, en San Luis esquina Salta, en Tucumán e Ituzaingó, en el Paseo Alameda y en Chacabuco y Ayacucho.

Estas esquinas se tornaban muy concurridas, ya que la gente desde muy temprano llegaba a donde estaban ubicadas las canillas de las que emanaba el vital elemento. Mujeres, hombres y niños salían de sus casas con tachos y todo tipo de recipientes en sus manos para trasladar el agua hasta sus moradas.

También se veía otro tipo de escenas, aunque no tan agradables. Porque allí también solían juntarse varios jovencitos inadaptados que por las tardes provocaban peleas con los vecinos. En verano, estos marginados utilizaban los surtidores para bañarse o intentar aliviar el sofocante calor y allí comenzaban los problemas.

Por supuesto que las autoridades, no tomaban cartas en el asunto al considerar la situación como un problema menor.

 

Pura por naturaleza

Durante los primeros años del siglo XX, los surtidores comenzaron a extenderse al resto de los departamentos y también en zonas de la periferia de Capital. Pero lo más interesante fue la colocación de surtidores especiales que realizó la empresa de agua mineral Villavicencio en las intersecciones de Videla Correas y Patricias Mendocinas y en Ayacucho y avenida San Martín.

La sociedad Villavicencio proporcionaba en el primero de los sitios agua mineral a los vecinos que carecían del vital elemento. Así, cada día, cientos de personas hacían filas con barriles y damajuanas para obtener el agua mineral que luego utilizaban para para beber y los quehaceres domésticos y hasta no hace muchos años existió el surtidor.

 

El fin de los surtidores

Desde la década del 20, los surtidores eran el lugar de encuentro matutino y vespertino para la mayoría de los integrantes de un barrio.

Los vecinos se reunían allí no solamente para recoger el agua, sino también para charlar de diferentes temas. Por su puesto que existían vecinas chismosas que comentaban la vida de todo el barrio, pero también estaban otros, que solo comentaban los acontecimientos de la provincia, del país y del mundo.

Luego, con la colocación del agua corriente domiciliaria por toda la ciudad y el gran Mendoza, los surtidores públicos fueron desapareciendo. Los últimos de este tipo existieron en barrios marginados de la Ciudad inclusive hasta 1995.