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Laureano Nazar, el gobernador que sobrevivió a un terremoto

Recibió duras e interesadas críticas de rivales políticos tras el fuerte sismo de 1861, pero en realidad las medidas que tomó mitigaron el sufrimiento de la población

24 de abril, 2023 - 07:41

Muy poco se conoce sobre la reacción que tuvo el gobierno y sus funcionarios de la provincia de Mendoza al producirse el catastrófico terremoto del 20 de marzo de 1861, cuando el Ejecutivo estaba a cargo del coronel Laureano Nazar, quien había sido elegido en 1859.

Algunos historiadores afirman – injustamente– en sus publicaciones referidas a este tema, que la acción de Nazar post terremoto fue nula a la hora de tomar decisiones para socorrer a las víctimas y detener a saqueadores que merodeaban entre las destruidas construcciones para robar objetos de oro y otras pertenencias, destacando que gracias a la intervención personal de los coroneles Olascoaga y Videla se pudo controlar la situación.

Hoy se puede afirmar que algunas de estas versiones distan mucho de la realidad y se debe revindicar el protagonismo del gobernador Nazar, quien a través de las decisiones que tomó consiguió aliviar la desesperante situación de los infortunados sobrevivientes.

 

Biografía del mayor protagonista

Hijo de José Mariano Nazar Urquiaga y de doña Juana Anzorena Domínguez, Laureano nació el 4 de julio de 1816.

La temprana muerte de su padre no le impidió completar sus estudios y siendo muy joven se incorporó al Ejército con el grado de alférez.

En 1833 integró junto un pariente recordado general José Aldao, la primera expedición al desierto organizada por el entonces gobernador de Buenos Aires Juan Manuel de Rosas. Desde el fuerte de San Carlos una pequeña división partió hacia el Sur, donde combatió en varias oportunidades a los malones de mapuches y araucanos.

Al mandatario provincial le tocó gobernar en medio de una situación caótica

Durante muchos años se destacó en el Ejército Argentino, y el 30 de setiembre de 1858 fue ascendido a coronel. También se vinculó a la política en donde ocupó varios cargos como funcionario público.

Se casó en la iglesia de San Nicolás de Tolentino el 19 de enero de 1849 con doña María del Carmen Eudosia de la Reta.

El matrimonio tuvo nueve varones y once mujeres, y varios de estos descendientes tuvieron una gran participación en lo social a nivel local y nacional tanto, en el ámbito político como en el militar.

Laureano Nazar falleció en Mendoza el 8 de noviembre de 1882 víctima de hidropesía, y fue sepultado en el Cementerio de la ciudad ese mismo día y asentado en los libros de la entonces capilla de San José, en el departamento de Guaymallén.

 

Derrocado por pavón

La Legislatura designó como gobernador propietario al coronel Laureano Nazar el 23 de agosto de 1859. Desde el 18 de octubre, fecha en que asumió, trabajó con ministros como el doctor Nicasio Marín, León Correas, David Ortiz, Modesto Luna y Lucas González.

En este período se realizó la recopilación del Código de las leyes, decretos y acuerdo, dictadas en la provincia sobre administración de justicia.

Durante su gestión se desencadenaría una de las mayores tragedias naturales que ha sufrido nuestra provincia: el terremoto de 1861. Luego, el 17 de setiembre se produjo en el país la batalla de Pavón, lucha entre las fuerzas porteñas del general Bartolomé Mitre y las federales del general Urquiza, gobernador de Entre Ríos.

Luego de una insólita retirada del entrerriano, Mitre ganó la contienda en aquel paraje santafecino. Dos meses después de esta batalla, una revolución producida en nuestra provincia llevó a Laureano Nazar a renunciar a su cargo, que fue ocupado por el coronel Juan de Dios Videla.

El templo de los Jesuitas, una de las pocas construcciones que no fueron destruidas totalmente

 

La catástrofe que enlutó a Mendoza

A las 20.36 del 20 de marzo de 1861, cuando gran cantidad de mendocinos se encontraban en sus casas cenando y algunos preparándose para dormir, se produjo un violento movimiento sísmico en la ciudad de Mendoza.

Fue un sonido comparado al de un trueno ensordecedor o al de muchos carros que corrían a toda velocidad y el suelo se movió como cuando se viaja en una embarcación con el mar embravecido. Los edificios se desplomaron y cayeron. En pocos minutos la ciudad quedó en ruinas y la confusión fue tal que nadie entendía qué estaba ocurriendo.

El polvo que se elevó ocultó el cielo y la luna en aquella funesta noche y después se percibió un silencio sepulcral. Toda la ciudad quedó destruida.

Después se comenzó a escuchar gritos de auxilio y de entre los escombros emergían hombres y mujeres semidesnudos, que habían dejado sus vestidos entre las ruinas, con sus hijos en los brazos. Otros, desesperados, arrastraban a los heridos a lugares más seguros. Apenas unos pocos se animaron a salir para socorrer a las víctimas.

El desconcierto reinó por todas partes, inclusive en el gobierno. Se vivía una situación que había superado la capacidad humana. Las personas a salvo trataron de rescatar a los heridos y a los que habían quedado con vida bajo los escombros. De las 8.700 personas que habitaban la ciudad solamente sobrevivieron 3.000. Al otro día del terremoto el panorama era desolador: las casas cayeron hacia las calles por el apoyo o resistencia que ejercían las construcciones interiores. Las aceras orientadas de Norte a Sur fueron las más obstruidas por los escombros.

Además de todas estas desgracias, los ciudadanos sobrevivientes se enfrentaron a los saqueadores, que aprovecharon la muerte de muchos vecinos y en medio de la confusión reinante se apropiaron de objetos valiosos, como anillos, joyas y dinero.

 

Un hombre de gran valentía

Ante esta grave situación, el gobernador Nazar partió con su familia a su estancia, ubicada en el departamento San Martín, y rápidamente regresó a la ciudad para tomar medidas en contra de los saqueos y el rescate de los sobrevivientes.

Muchos le culparon por su inactividad y no tener la firme decisión de ocuparse inmediatamente de este asunto, pero Nazar hizo lo que humanamente estaba a su alcance.

Mientras tanto, los coroneles Olascoaga y Videla se presentaron para colaborar con los pocos funcionarios que había para organizar una estrategia de contingencia luego de la catástrofe.

Desde la tarde del 21 de marzo, ordenó por medio de bandos rigurosas operaciones contra los bandoleros. Los saqueos no se hicieron con completa impunidad e indolencia por parte del gobierno, como declararon algunos enemigos políticos, ya que los ladrones fueron castigados pasándolos por las armas o heridos con sablazos.

Además, el servicio policial no se interrumpió ni un instante y funcionó gracias a las órdenes directas del primer mandatario.

Con el correr de los días el gobernador organizó a los primeros médicos y la ayuda que llegaron desde San Juan y de otras zonas cercanas a la provincia.