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La súbita muerte del gobernador Deoclecio García

Un simple resfrío que tuvo complicaciones graves fue el causante del fallecimiento del mandatario, cuya gestión al frente de la provincia duró apenas cinco meses

28 de febrero, 2022 - 08:05

Desde 1820, cuando Mendoza se conformó como provincia, solo dos gobernadores murieron en ejercicio del poder. El primero fue el recordado José Félix Aldao, quien falleció víctima de un cáncer facial, si bien su mandato se extendió por varios años. Pero hubo uno que ocupó el codiciado ‘Sillón de San Martín’ por solo cinco meses. 

El desdichado primer mandatario se llamaba Deoclecio García, y su súbita muerte, ocurrida en agosto de 1892, dejó trunca las aspiraciones de poner en marcha su anunciada administración progresista. A pesar del poco tiempo que gobernó, gozó de la simpatía de los sectores más humildes del pueblo mendocino, que lo acompañaron hasta su sepulcro.

 

Hijo de un español

El frustrado gobernador nació el 11 de mayo de 1835 con el nombre de Deoclecio García y Carrión, y fue bautizado el 16 de ese mismo mes. Era hijo de Ramón García Santos, natural de Madrid, España, y de la mendocina Tadea Carrión. 

Criado en un buen hogar, desde joven se inició en la carrera de las armas como oficial y participó en la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870) contra Paraguay, en la que peleó valientemente en algunas batallas. Además participó en varias revoluciones internas que sufrió la provincia en aquellos tiempos de convulsión.

El 26 de marzo de 1870 se casó en Mendoza con doña Elcira Ortiz, con quien tuvo doce hijos.

Años después, en 1884, el gobernador Rufino Ortega lo designó subdelegado de San Rafael y posteriormente ocupó el cargo de intendente, transformándose en el primero de ese departamento.

Allí se destacó por ejecutar grandes obras y se lo consideró, por aquel tiempo, uno de los intendentes más progresistas de la provincia. 

 

Poder efímero

Previo a la asunción de Deoclecio García como gobernador, el 20 de enero de 1892 se produjo un enfrentamiento entre legisladores oficialistas y facciones del partido radical acaudilladas por José Néstor Lencinas, quienes atacaron a los primeros.

Los agresores, armados con pistolas y fusiles, desencadenaron un intenso tiroteo que terminó con un muerto y un herido entre los legisladores, y dos muertos entre los atacantes.
Este incidente causó conmoción en la provincia y en el país, además del repudio de la sociedad, y fue denominado el ‘Asalto del 92’.

Después de los disturbios ocupó transitoriamente la gobernación el interventor federal Francisco Uriburu, quien llamó a elecciones para el día 14 de febrero de ese año.
En esos comicios, García fue electo gobernador de Mendoza.

El día 22 de ese mes, el mandatario electo, en una ceremonia llevada a cabo en la casa de gobierno, entonces ubicada en la actual calle Rivadavia al 300 –hoy parte de la escuela N°9-002 Normal Tomás Godoy Cruz– el flamante gobernador recibió la banda y el bastón de mando. Luego hizo jurar a sus colaboradores más cercanos, entre los que se encontraban José A. Salas y Ricardo A. Day, los que ocuparon la cartera de Gobierno y Hacienda, respectivamente.

En los cinco meses de gobierno que duró su gestión, García no pudo ejecutar efectivamente su ambicioso proyecto progresista, lo que afectó directamente su acción gubernativa.

 

Un resfrío que se convirtió en muerte

A fines del mes de junio de 1892, el gobernador sufrió una gripe muy fuerte que lo dejó en cama por varios días, pero se recuperó y volvió a sus tareas.

El 30 de julio, el primer mandatario mendocino amaneció con un estado febril, pero decidió ir a su despacho para atender varias reuniones con su gabinete.

Por la noche, invitado por su amigo, el cónsul de Chile, concurrió a cenar en su domicilio. A pesar de sentirse un poco congestionado, García se mostraba de excelente ánimo y se quedó hasta la medianoche.

Al día siguiente bien temprano asistió a la casa de gobierno como lo hacía habitualmente, pero su estado de salud no era óptimo y se retiró poco después a su casa con la intención de hacer reposo.
Hasta ese momento se suponía que lo que tenía era solamente un resfrío, pero con el correr de las horas el cuadro clínico se complicó con una fiebre muy elevada, y revisado por un facultativo éste informó que su estado era muy grave.

Dos días después, su enfermedad se agravó aún más y el médico manifestó que las posibilidades de vivir eran muy pocas. Ante esta situación, su mujer solicitó los auxilios de la religión por intermedio del fraile Pablo Salas, quien le administró la unción de los enfermos, ya estando Deoclecio en estado de inconciencia.

Sumido en una profunda agonía que duró varias horas, García falleció el domingo 6 de agosto a las 8 de la mañana.

El antiguo edificio que hasta 1954 fue sede del gobierno provincial

 

El pueblo lloró a su gobernador

La noticia de la muerte del gobernador corrió rápidamente por la ciudad y causó conmoción en toda la provincia.

A las pocas horas, diputados y senadores de la Legislatura organizaron una comisión con el objeto de ejecutar el magno funeral para despedir al primer mandatario. Mientras tanto, se dio orden de formar una guardia de honor de policías para que custodiaran en su domicilio particular el cuerpo del malogrado gobernador.

Al mediodía, el cortejo fúnebre partió con una escolta seguida por una gran cantidad de vecinos, y luego de una larga marcha llegó a la Casa de Gobierno, en donde se montó la capilla ardiente. Allí, una multitud, entre la que se encontraban individuos en su mayoría de escasos recursos, se dio cita para darle el último adiós al exjefe del Poder Ejecutivo.

En la luctuosa ceremonia, y como era costumbre en aquella época, el famoso fotógrafo Adolfo Streich retrató al difunto gobernador en su ataúd.

En las puertas del Palacio de Gobierno fueron colocadas grandes coronas de flores enviadas por importantes personajes de la alta sociedad mendocina. Una de ellas llamó especialmente la atención al no tener ningún nombre. Decía: “Recuerdo póstumo a nuestro inolvidable amigo Deoclecio” y había sido enviada por la logia masónica local, denominada Luz, de la que el exmandatario era miembro activo.

Al día siguiente, seguido por más de dos mil personas, sus despojos mortales partieron hacia el cementerio de la Capital, en donde se le dio cristiana sepultura, y hoy sus restos siguen depositados allí.

Luego de su muerte, la provincia quedó con un gran vacío de poder político e institucional, pero fue inmediatamente reemplazado por el presidente de la Legislatura, Pedro Ignacio Anzorena, quien ocupó la gobernación rodeado de sus ministros Jacinto Álvarez y Exequiel Tabanera.

Anzorena renunció el 29 de agosto de 1892 y quedó como mandatario interino el doctor Jacinto Álvarez, hermano gemelo del destacado filósofo, abogado y militar Agustín Álvarez.