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Julián Paz, un héroe olvidado a pesar de su epopeya y sacrificio

Fue un héroe en la lucha por la libertad y escribió páginas de valor y entereza, pero después la historia no reconoció su patriotismo

18 de diciembre, 2023 - 09:31

No muchos conocen que uno de los tantos patriotas olvidados de nuestra historia fue el coronel Julián Paz y Haedo –hermano de uno de los principales referentes de los unitarios, el renombrado general José María Paz–, quien por algunos años vivió en la provincia de Mendoza.

Nació el 15 de marzo de 1793 y fue bautizado al día siguiente en la Iglesia Catedral de Nuestra Señora de la Asunción con los nombres de Julián Josef Isidoro. Era hijo del administrador del real correo don José Paz y de María Tiburcia Haedo y fue el segundo de ocho hermanos.

Siendo adolescente ingresó como estudiante de Derecho en la Universidad, y con posterioridad a los hechos de mayo de 1810 se enroló sin vacilar, junto con su hermano José María, en el Regimiento Patricios de Córdoba, que se formó entonces. Ambos tenían grado de teniente y su eficacia como instructores les valió el ascenso a los tres meses.

 

A órdenes de Belgrano

En 1812, tanto Julián como José María pasaron a las filas del Ejército del Norte, el que entonces estaba a las órdenes del brigadier Juan Martín de Pueyrredón y tiempo después quedó a cargo del general Manuel Belgrano.

Como un gesto patriótico, los hermanos Paz cedieron al Estado los sueldos que les correspondían, donativo del cual el Triunvirato aceptó sólo la mitad.

En un giro audaz de su destino militar, Julián ascendió a alférez y se unió con fervor al Escuadrón de Húsares, llevando consigo el título de teniente segundo. Sin titubear, se embarcó en una misión crucial al lado del comandante Juan Ramón Balcarce, en un viaje desde el campamento de La Encrucijada hasta la tierra de Tucumán. Una encomienda estratégica enviada por el visionario Belgrano para evaluar la disposición de los vecinos frente a las amenazadoras tropas realistas comandadas por Pío Tristán.

Paz fue un líder audaz que sirvió en las fuerzas patriotas que lucharon por la libertad

 

Batallas de Tucumán y Salta

El capítulo más épico de esta saga se escribiría el 24 de septiembre de 1812, cuando Julián Paz se destacaría como teniente primero del escuadrón de Húsares, en la conocida en nuestra historia como la batalla de Tucumán. Las páginas de sus memorias, aún resguardadas y desconocidas para el común de la gente, atesoran sus reflexiones sobre esa jornada inolvidable.

En ellas el propio Paz revela la magnitud del arrojo de las fuerzas dirigidas por Belgrano. La orden resonó en el campo de batalla como un eco de la determinación de un líder audaz. La infantería y la caballería se movieron con una sincronía asombrosa, desplegando un valor que reverberaba con la noble causa que defendían. El enemigo, sorprendido y aturdido, no tuvo tiempo de reaccionar ante el atrevido movimiento. En menos de quince minutos, el campo se llenó de centenares de bajas realistas, y el resto de estas fuerzas se retiraron, abandonando su parque, caja militar y valiosos equipajes.

Su Escuadrón de Húsares, estratégicamente ubicado en el ala derecha de la línea, bajo las órdenes del comandante Juan Ramón Balcarce, desempeñó un papel crucial. Fue la caballería de esta ala la que logró romper la línea enemiga, llevando al desbande de todo el contingente adversario.

Este episodio glorioso le valió a Julián Paz el honor de ser propuesto para el rango de capitán en el nuevo Regimiento de Caballería, una creación del general Belgrano. Sin embargo, las desinteligencias entre Balcarce y el general en jefe impidieron finalmente la formación de esta unidad.

El joven militar pasó a ser ayudante mayor del Regimiento 6 de Infantería, destacándose una vez más. Su valor quedó registrado en la lista de revista de la fuerza, donde el general Belgrano anotó: “valor acreditado".

Un año después, la marcha del Ejército del Norte, ahora en persecución de las fuerzas realistas, se convertiría en el escenario de una campaña llena de determinación y desafíos. Esto alcanzaría su máxima expresión en la batalla de Salta, el 20 de febrero de 1813, donde el teniente Julián Paz se erigiría una vez más como protagonista.

La “lista de revista", elaborada meticulosamente por el general Belgrano en Jujuy meses después de la victoria, inmortalizó la valentía del patriota cordobés. La anotación del líder militar, “valor acreditado", destacaba su contribución heroica en la gesta de Salta. El nombre de Paz resplandecía entre los testimonios escritos de la historia, forjando su reputación como un hombre de coraje.

La batalla de Salta, una de las acciones militares en las que se destacó por su valor

 

Fraternidad ante la derrota

En las sombras de la derrota en Vilcapugio y Ayohuma, los hermanos Julián y José María Paz escribieron un capítulo de coraje y sacrificio. Después de desafiar a las fuerzas realistas como teniente de Dragones, Julián, en la turbulenta retirada, enfrentó el desgarrador momento en que su caballo sucumbió bajo el fuego enemigo.

Con su hermano José María buscándolo desesperadamente entre los intrincados senderos, Julián luchó por sobrevivir. Un tiro letal había derribado a su fiel compañero de batalla, dejándolo a pie y en grave peligro. Pidiendo ayuda en vano a compañeros que galopaban más allá, se aferró al poncho de un valiente camarada, el paraguayo Esquivel.

Arrastrándose penosamente, Julián avanzó mientras la violencia del caballo de Esquivel se volvía incontrolable. Finalmente, en un acto desesperado, soltó el poncho, que desapareció en la distancia. Con los realistas acechando de cerca, José María intervino heroicamente.

La fatiga y el agotamiento de Julián eran insuperables; no podía subir a las ancas del caballo de su hermano. Entonces, con determinación, José María tomó su brazo, lo colocó bajo el suyo y lo guió, casi arrastrándolo, hacia un quiebre del terreno que ofrecía un refugio temporal. En ese refugio hizo montar a Julián y ambos se alejaron velozmente de aquel infierno de balas y peligros.

 

Tragedia de sipe sipe y retiro

En medio de la tragedia y la desesperación, los hermanos Paz tejieron una hazaña de resistencia y hermandad, desafiando las adversidades con valentía inquebrantable.

Los hermanos alcanzaron enancados la retaguardia, donde José María dejó a salvo a Julián y tuvo que volver junto al coronel Cornelio Zelaya, “para que no se creyese que con pretexto de salvarlo me separaba del peligro”. Julián anduvo un rato a pie, y luego un soldado desmontó y le ofreció su caballo.

Después de este hecho Julián continuó su servicio como oficial en el Ejército del Norte. Fue capitán en 1814, ayudante de Balcarce y luego del general José Rondeau, a las órdenes del cual luchó en el contraste de Sipe Sipe. Después, afectado seriamente por el paludismo, obtuvo “licencia absoluta” del Ejército, con grado de sargento mayor y regresó a Córdoba.

En su ciudad natal se dedicó al comercio, pero no se desvinculó de las tareas militares. En 1817 revistaba como comandante de la frontera sobre Santa Fe, y en 1818 tenía igual cargo sobre las Islas del Tordillo. Entró luego a trabajar en la Administración de Correos de Córdoba, que dirigía su padre, y al fallecer éste en 1825, lo reemplazó en el cargo, nombrado por el gobernador Juan Bautista Bustos. El 9 de julio de ese año se casó con doña Juana Ocampo, con quien tuvo varios hijos, algunos nacidos en el Uruguay.

 

Preso de los federales

En 1826 se produjo una conspiración contra Bustos encabezada por Julián Paz –junto con Ortiz de Ocampo, Rafael Fragueiro y otros personajes– que fracasó. Esto lo obligó a dejar la provincia y establecerse en Mendoza, en donde llevó una vida tranquila como comerciante, junto a su esposa y sus dos primeros hijos.

Cuando su hermano José María depuso a Bustos y asumió la gobernación, volvió al cargo en el Correo. Y en 1831, al ocupar Gregorio Aráoz de Lamadrid unos pocos días el gobierno de Córdoba, lo designó ministro de Guerra.

Al retirarse el Ejército de la Liga del Interior hacia el Norte –rumbo a la derrota de La Ciudadela de Tucumán- Julián Paz cayó prisionero de los federales. Lo conducían preso al campamento porteño de Santos Lugares, pero al llegar a Santa Fe, sus captores resolvieron quedarse allí y le dieron a Julián la ciudad por cárcel y permaneció en ella casi dos años. Durante ese tiempo pudo visitar varias veces a José María, quien, como se sabe, había sido capturado en 1831 y permanecía alojado en un calabozo de la Aduana santafesina.

 

Lejos de la patria

En 1833, el gobernador Estanislao López ordenó que Julián Paz saliera de la provincia. Pasó entonces a Buenos Aires y de allí a Colonia, Uruguay, donde se dedicó a las tareas rurales. Años después se encontraría en la localidad uruguaya con José María, cuando éste pudo fugarse de Buenos Aires, en 1840.

Al asumir José María la jefatura del Ejército de Reserva, Julián se trasladó a Montevideo y el gobierno de Corrientes lo nombró su representante, encargándole gestionar un tratado y un empréstito con el Uruguay. Pero en 1842 debió dejar esa función al producirse la ruptura entre su hermano y el gobernador Pedro Ferré.

A pesar de las estrecheces económicas, Julián se las arreglaba para mantener a su esposa y a sus seis hijos con la casa de comercio que había instalado en la capital del Uruguay. Soñaba con regresar a su país algún día, pero no pudo hacerlo, ya que falleció en Montevideo un año antes de la caída de Rosas, el 1 de marzo de 1851.