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El general Roca y la batalla de Santa Rosa

Corría 1874 y el país estaba convulsionado por hechos políticos nada democráticos, cuando se produjo una sublevación militar que provocó graves enfrentamientos

Por Redacción

16 de octubre, 2023 - 09:27

En octubre de 1874 se produjo la segunda batalla de Santa Rosa, como se le llamó por aquellos tiempos, y en la que la provincia de Mendoza tuvo una gran participación al desarrollarse en este territorio dos batallas con ese nombre. Este hecho selló la unificación del país, la que se mantuvo varios años y potenció al general Julio Argentino Roca para ocupar posteriormente la presidencia de la Nación.

 

El fraude revuelto

Casi al finalizar la presidencia de Domingo F. Sarmiento, el gobierno nacional convocó a elecciones presidenciales y también de diputados nacionales.

Por aquel tiempo existían dos partidos que estaban en pugna: los Liberales y los Autonomistas, ambos tenían modos diferentes de ver la política - igual que la polarización de hoy- con dos modelos de país distintos.

Durante los primeros días de febrero de 1874 se desarrollaron los comicios que fueron bochornosos, con un gran fraude en la provincia de Buenos Aires. Luego de reconocer algunas “irregularidades” los Autonomistas ganaron en aquel territorio, lo que hizo que Bartolomé Mitre, del Partido Liberal, protestara.

Lo interesante de esto es que tanto unos como otros incurrieron en aquel vicio electoral – muy común en aquellos tiempos–, lo que dejó latente una revolución armada por parte de los mitristas.

El 14 de abril se llevaron a cabo nuevamente los comicios electorales para presidente de la Nación entre Nicolás Avellaneda y Mariano Acosta –quienes iban por el Partido Autonomista Nacional– y el candidato opositor Mitre, quien integraba la fórmula junto a Juan Eusebio Torrent en el denominado Partido Nacionalista.

En esa elección, Avellaneda ganó en varias provincias con el 64,73 % de los votos.

Pero Mitre acusó al gobierno nacional de fraude y se puso a la cabeza de un movimiento revolucionario contra la Nación, que fue apoyado por varios militares que se sublevaron en la provincia de Buenos Aires y en las del centro, como la de Córdoba. Esa revuelta estalló el 23 de setiembre de ese año, unos días antes de que el presidente electo Avellaneda asumiera como tal el 12 de octubre.

 

Levantamientos en el interior

Mientras tanto, el general José Miguel Arredondo se sublevó en el sur de la provincia de Córdoba e inmediatamente estrechó una alianza con el gobernador de la provincia de San Luis, Lindor Quiroga.

El gobierno nacional dejó en manos de entonces coronel Julio A. Roca la sofocación del movimiento de los revoltosos, y con muy pocas tropas maniobró militarmente para no enfrentarse al gran ejército que poseía Arredondo, quien invadió la provincia de Córdoba.

El sedicioso general llegó a la provincia de Mendoza y aquí el gobernador Francisco Civit se preparó con las milicias, al mando del coronel Amado Catalán, para repeler al ejército rebelde.

Al enterarse del avance de Arredondo las huestes de Catalán partieron a recibirlo en la frontera de San Luis y regresaron a la localidad de Santa Rosa.

Francisco Civit era gobernador de Mendoza y debió huir a Chile
José Arredondo, uno de los generales sediciosos
El general Roca se mantuvo leal al presidente Sarmiento
Nicolás Avellaneda asumió la presidencia en plena revolución

 

Una batalla sangrienta

El general rebelde avanzó con sus tropas hacia la ciudad de Mendoza y tomó la Villa La Paz, para luego llegar a Santa Rosa, donde estaban acampados el coronel Catalán y sus tropas en la estancia de don Carlos González.

Catalán contaba con cuatro batallones de infantería y tres de caballería, que se encontraban estratégicamente ubicados en la calle por donde debía ingresar Arredondo.

Al amanecer del 29 de octubre se produjo la batalla con la carga del coronel rebelde Irusta, quien lanzó su infantería y caballería contra los mendocinos, que resistieron con gran valor por más de una hora. Las tropas del general Arredondo retrocedieron y se tomaron una tregua.

Pero el coronel Catalán no aprovechó la oportunidad para avanzar y aniquilarlos y en ese momento el ejército insurrecto atacó con gran furia y dejó diezmadas a las milicias mendocinas.

El mayor Rufino Ortega, de las fuerzas leales a la Nación, intentó reorganizar a sus hombres y continuó el ataque, mientras que el mayor Gómez avanzó por su cuenta, lo que disgustó al comandante Catalán, quien dio órdenes estrictas de no avanzar. Pero en ese momento una bala de fusil lo volteó del caballo y lo hirió gravemente. Fue llevado a un centro sanitario organizado por Genoveva Villanueva, pero el valeroso jefe murió por el certero balazo.

La muerte del coronel Catalán hizo que las tropas leales a la Nación y a Mendoza se derrumbaran, y entonces el general Arredondo arremetió contra la pequeña resistencia que ofrecían los mendocinos, dejando cientos de soldados muertos en las tierras de Santa Rosa.

Reorganizadas, las tropas de Arredondo partieron hacia Mendoza e invadieron la ciudad, por lo que el gobernador Civit dejó la provincia y se refugió en Chile.

Así terminó esta parte de la historia, porque tiempo después llegaría la revancha para las tropas nacionales.

 

Genoveva, la heroína de ese día

En aquella luctuosa jornada de fuego y sangre se destacó una mujer llamada Manuela Genoveva Villanueva, quien con un gran espíritu altruista curó a cientos de heridos que llegaban del campo de batalla.

Manuela Genoveva era hija de José Villanueva y Josefa Godoy, y fue bautizada el 3 de enero de 1814.

Ya joven, durante el gobierno de Aldao se negó a usar la cinta de color rojo punzó símbolo del federalismo y debido a eso fue apresada y humillada.

Por su condición de mujer, se le prohibió ir a la universidad, aunque eso no le impidió estudiar medicina de una forma ingeniosa, a través de su hermano Francisco, que era médico.

Aquella infatigable luchadora falleció de neumonía el 22 de mayo de 1890, a los 76 años de edad, y fue sepultada en el cementerio de la Ciudad.

Después de su muerte, por intermedio de Isaac Godoy se concretó su voluntad de donar un edificio con más de mil metros de terreno en la calle 9 de Julio, entre Unión –hoy Peatonal Sarmiento– y General Espejo para la Sociedad de San Vicente de Paul.