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El fuerte que detuvo malones y sostuvo nuestra independencia

En 1770, las autoridades coloniales erigieron una pequeña fortificación para impedir el avance de los ataques de pehuenches a la ciudad, a la que llamaron con el nombre de San Carlos

26 de diciembre, 2022 - 07:47

Malones en el sur mendocino

En una época en la que los ataques indígenas eran constantes amenazas, se hacía necesario un plan estratégico que impidiera su avance.

Por eso, el primer intento por construir una fortaleza que frenara los malones se hizo en 1748, cuando, José Antonio del Valle, quien por entonces se desempeñaba como corregidor de Cuyo, les propuso a las autoridades máximas de Chile, de las cuales dependía la región, la creación de un fuerte a cuarenta leguas al Sur de la Ciudad. Pero esta propuesta no obtuvo resultados. Sin embargo, la necesidad de tener una edificación de estas características era cada vez mayor. Por eso, once más años más tarde un Cabildo Abierto aprobó la decisión del gobernador de Chile de cobrar un impuesto, cuya recaudación estuviese destinada enteramente a construir un fuerte. De esta manera, se estableció el cobro de cuatro reales a cada carreta que entrara a la Ciudad, un real por cada mula cargada que ingresara o saliera y medio real por la venta de cada caballo o mula.

En 1770, y ante la inminente amenaza de un malón formado por los pehuenches –quienes se habían declarado en guerra contra los españoles un año antes– la Audiencia Gobernadora de Chile ordenó la inmediata construcción de un fuerte que debía contar con dos profundas zanjas que abarcaran todo el perímetro de la edificación.

El parlamento entre el General José de San Martín y el pueblo Pehuenche en setiembre de 1816

La resolución fue tratada por el Cabildo, quien decidió fundarlo en el paraje La Isla, pese a la disconformidad de algunos vecinos. El mismo se erigió con paredes de barro mezclado con paja para darle mayor consistencia. La Isla fue el lugar elegido para la construcción porque en ese sitio paraban para descansar la mayoría de los contingentes preparados para contener aquellos ataques. En una reunión de emergencia se designó al maestre de campo, don Juan Martínez de Rozas, como director de la obra y se presupuestó el pago de siete pesos mensuales a cada peón que trabajara, teniendo el derecho de recibir, además, una ración diaria de carne suministrada por el hacendado Juan de Videla. El fuerte fue denominado San Carlos, en homenaje al rey Carlos III.

A fines de agosto de 1770, ya se pudo ver lista la construcción, en cuyas paredes se cobijaron en los inicios cincuenta voluntarios a sueldo y un oficial al mando. Sin embargo, este número variaba condicionado siempre por el dinero que se destinaba al mantenimiento de la fortaleza. Pese a que el objetivo original era la protección frente a la invasión indígena, a menos de cuatro meses de su inauguración. el fuerte tuvo sus primeras víctimas fatales. A fines de diciembre, el primer comandante capitán Salvador lbarburú, murió junto a quince soldados cuando los mismos fueron atacados mientras realizaban una recorrida por el campo.

John T. O'Brien quien estuvo como comandante en la guardia del Portillo antes de la campaña de los Andes

 

Cayéndose a pedazos

A pesar de los esfuerzos realizados para su construcción, los precarios materiales con que estaban hechas las paredes pronto comenzaron a ceder por las inclemencias climáticas y para 1779 la edificación estaba destruida. Por eso hacia 1787 se hizo una nueva construcción, un poco más grande, con el trabajo de los detenidos alojados en la cárcel local.

Debido al bajo presupuesto, la Real Hacienda asignó nuevamente para la manutención del fuerte las ganancias de los “ramos de botija y arbitrios" de Mendoza y San Juan. El primer impuesto establecía el pago de un real por cada botija de vino o aguardiente que saliera de la provincia, mientras que el otro, como ya se había instaurado años atrás, obligaba a pagar cuatro reales por cada carreta que entrara o saliera de la ciudad. Pero la recaudación no tuvo el éxito esperado, al disminuir las ventas de vino y aguardiente en Buenos Aires a causa de su importación, se redujo el dinero entrante. lo que afectó al mantenimiento del fuerte.

Paso del Portillo en donde se encontraba la guardia que dependía del fuerte de San Carlos desde 1814 a 1817

 

El general San Martín en San Carlos

Durante la época de la independencia, esta importante fortificación se convirtió en una guarnición a partir de 1814.

Al caer Chile en manos de los realistas, el entonces gobernador de Cuyo, José de San Martín, organizó una línea de defensa que incluyó los pasos cordilleranos.

Para ello se montaron varias fortificaciones en esos caminos y una de ellas fue la guardia que tenía en el paso del Portilllo y que dependía del fuerte de San Carlos.

Este destacamento estaba al mando del entonces capitán irlandés John Thomond O’Brien y el mismo se componía de unos 14 hombres que eran renovados cada quince días. Su misión era avisar a la ciudad, si el ejército realista invadía por ese lugar. Es importante destacar que esta guardia, se replegaba al fuerte en pleno invierno cuando se cerraba el paso.

En septiembre de 1816, el General del flamante Ejército de los Andes, José de San Martín, marchó hacia el fuerte de San Carlos para realizar un parlamento con los pehuenches. En esta convocatoria participaron los caciques y capitanejos de esos pueblos encabezados por el cacique gobernador Ñacuñán.

La reunión tuvo como objetivo principal obtener el permiso del cacique para pasar a Chile por sus tierras, cuando se produjese la marcha de las tropas, para liberar el territorio chileno. Este fue un hábil ardid de San Martín para hacerles creer a los realistas que el grueso del Ejército pasaría por el sur chileno lo que finalmente no ocurrió.

Por casi trescientos años, esta fortaleza sobrevivió a los embates del tiempo, y el 7 de marzo de 1951 este sitio fue declarado lugar histórico nacional.

En la actualidad, una pieza de artillería y una muralla, recuerdan aquel antiguo baluarte.