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Don Alejo Abutkov, el ruso que dejó un legado en General Alvear

Fue un apasionado concertista que dejó su impronta en muchos países, pero eligió a Carmensa como la tierra que le daría tranquilidad tras una vida intensa

29 de mayo, 2023 - 07:50

Todas las tardes, cuando el sol iniciaba su agonía, un hombre caminaba con su violín hacia la plaza de Carmensa, en el lejano General Alvear. Allí se sentaba y comenzaba su breve concierto como diciéndole adiós al día que acababa por irse.

El hombre era muy querido por todos los habitantes del lugar, quienes lo llamaban “don Alejo". Pero no había nacido allí: era un extranjero que había llegado de la lejana Rusia, con el nombre de Aleksey Vladimirovich Abutkov, que amaba ese pequeño terruño del sur mendocino.

Conocemos esta historia gracias a un profesor e historiador musical, el maipucino Diego Bosquet, quien rescató del anonimato a este músico ruso al descubrir una interesante cantidad de obras escritas que se pensaba habían desaparecido en su finca de General Alvear.

 

Compañero de Lenin y de Tolstoi

El hombre que tocaba su violín en la plaza alvearense vio la luz el 27 de febrero de 1875 en Chebotaevka, región del antiguo Simbirsk, denominada desde el siglo XX y hasta la actualidad como Ulianovsk, apellido del político Lenin quien nació en esa localidad.

Abutkov era el cuarto hijo de Vladimir Nikolaevich, un destacado funcionario público que descendía –como muchos rusos– de una familia de la nobleza, y a su vez, poseía grandes territorios en ese país, y establecidas en las cercanías del río Volga. Es interesante destacar que el lugar donde se asentó la familia de don Alejo dista de unos 893 kilómetros de Moscú.

Desde muy niño Alexei se dedicó a la música, y con sólo 7 años inició sus estudios de piano. Luego de cursar su instrucción primaria y secundaria –ésta última en el colegio Gymnasium desde 1884 a 1892– regresó a su hogar para luego partir hacia Moscú e ingresar a la Universidad Imperial, de donde egresó en 1896.

Pero la música era su pasión y se dedicó de lleno a ella, estudiando composición y piano con el gran maestro Paul Pabst.

Al regresar nuevamente a su ciudad natal, empezó su carrera como militar incorporándose al batallón de Sursky en la reserva. Luego fue funcionario público y se trasladó a San Petersburgo, donde no sólo siguió como empleado en el Ministerio de Finanza, sino que se dedicó de lleno al arte musical a través del Conservatorio de esa localidad.

En esa institución estudió composición, piano y violoncello y se recibió de compositor y concertista. Tiempo después partió por un corto periodo a Alemania, donde estudió orquestación con el profesor Engelbert Humperdinck.

Con un insuperable talento para la música, llegó a ser el primer violinista del Zar Nicolás II. Su fama como concertista hizo que se relacionara con grandes personajes de la Rusia imperial, como el escritor León Tolstoi, con quien trabó una gran amistad.

El inquieto Abutkov llegó a Mendoza en la primavera de 1924

 

La guerra que colapsó a Rusia

Los vientos de la Gran Guerra, o Primera Guerra Mundial, se hicieron presentes en todo el continente europeo y el conflicto también llegó a Rusia, que se enfrentó a los alemanes. Y aunque al principio el ejército del zar obtuvo algunas importantes victorias, los germanos aniquilaron a millones de soldados rusos.

Esto precipitó la caída de Nicolás II, que culminó con la revolución bolchevique y la ejecución de toda la familia Romanov. Mientras tanto, para Alexis Abutcov, los días en su país estaban contados.

Después de declararse la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas, se involucró junto a su amigo León Tolstoi en el denominado Movimiento Tolstoiano, un frente social y pacifista crítico de la Iglesia Ortodoxa Rusa, del cual se podría decir que era un anarquismo pacifista.

Por esa causa, Abutcov fue perseguido, preso y torturado. Acosado, se exilió en Bulgaria y después de un tiempo viajó a Francia, y desde allí partió hacia Sudamérica eligiendo a nuestro país –como muchos otros rusos– como lugar de residencia.

 

La tierra prometida

El gran músico emprendió su viaje hacia Argentina y llegó al puerto de Buenos Aires para elegir un destino más tranquilo. Tanto en Uruguay como en Chile dirigió una serie de conciertos junto a una compañía de Opera rusa.

En la primavera de 1924 partió hacia Mendoza, donde se estableció en la localidad de Colonia San Pedro del Atuel (Carmensa), departamento de General Alvear.

Ya instalado, compró unos terrenos que eran propiedad del diplomático y financista noruego Pedro Christophersen (1845- 1930) y su esposa Carmen de Alvear (1858-1933), nieta del exdirector Supremo Carlos María de Alvear.

Allí intentó fundar allí una colonia tolstoiana, aunque la idea no prosperó. Sin embargo, en ese paraje construyó él mismo su humilde casa de barro y ramas y promovió el cultivo de la tierra. Además de la música, su otra pasión fue la política.

A fines de la década del 20, el músico ruso creó en General Alvear el conservatorio musical Franz Schubert, el primero de ese género en funcionar en Mendoza.

Cuando el fascismo y el nacionalsocialismo se extendían como ideología política, don Alejo fundó una filial local de Solidaridad Internacional Antifascista, una entidad que se había instalado en diferentes lugares del mundo. También escribió varios artículos en revistas anarquistas de Buenos Aires.

Pero el dinámico ruso no podía quedarse sin su más hermoso trabajo: el de músico. Al poco tiempo, Alvear tuvo su primer conservatorio, donde Abutkov dictó clases de piano, cuerdas, teoría, solfeo y composición musical, y presentó una gran cantidad de espectáculos.

Como profesor era muy exigente y captaba a los niños y jóvenes que tenían un talento muy particular para la música. Para darle más prestigio a su conservatorio, se afilió al Instituto Musical Santa Cecilia, de Buenos Aires.

Don Alejo era tan completo que en su escuela de música podía enseñar piano, violoncelo, viola, violín, canto, guitarra, armonio, mandolina, trombón, acordeón, bandoneón, composición, teoría y solfeo.

Querido por todos los habitantes de General Alvear, don Alejo falleció el 25 de agosto de 1945, día en que todo el pueblo lloró al gran maestro.

Al morir dejó un legado de más de 400 obras musicales, entre las que se encontraban dos libros sobre contrapunto y armonía. Por muchos años se pensó que la documentación musical del profesor Abutkov había sido quemada por los peones de su finca, pero en 2000 fue rescatada, clasificada y puesta en valor.